Setenta

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[NARRADOR]

Derek Hale iba de un lado al otro. Estaba aterrado a más no poder. Subido a sus hombros, Dylan intentaba calmarle sin tener mucho éxito.

— Derek, ya basta –Le dijo Stiles, y el mayor se detuvo frente a él.

El humano le miraba con una expresión algo apretada, y eso solo ponía peor al lobo. Sabía que Stiles estaba sintiendo dolor y se quería arrancar los ojos por no poder hacer nada para ayudarle.

Estaban en la sala de la mansión Hale, pasando una tarde normal ellos tres, provechando que los demás tenían otros planes. Pero el problema comenzó cuando Stiles se dobló sobre sí mismo y comenzó a maldecir. Derek, que en ese momento había ido a buscar una manta al piso de arriba, fue alertado por Dylan y bajó corriendo como si la vida se le fuera en ello.

Ya sabían de qué se trataba, era hora de que ocurriera. Pero, aún así, al Hale le parecía demasiado pronto.

Un mes antes, lo habían vivido con Liam, y Peter había estado igual o peor que Derek. Por lo que Deaton y Melissa habían establecido reglas. Estas eran simples, tenían que esperar quince minutos y, si las contracciones continuaban, Derek debía llevar a Stiles con Deaton y llamar a Melissa. O quizás era al revés, llevarlo con Melissa y llamar a Deaton. Derek estaba demasiado ocupado entrando en pánico como para recordarlo bien.

Stiles, por su parte, era quien mantenía la calma. Su hijo estaba eufórico y Derek aterrado. Alguien tenía que mantener la compostura allí, y ese fue él.

Obligó a Derek a sentarse a su lado y le dijo a Dylan que guardara silencio. Así se quedaron los tres esperando los quince minutos, esperaron un par de minutos más luego de que estos pasaron y, finalmente, Stiles se puso de pie mientras se sujetaba el abdomen.

— Vamos con Deaton –Dijo. Al parecer, y para suerte del ahora alfa, él si recordaba como debían hacer las cosas.

Salieron de la casa y Stiles se sentó en el asiento del acompañante, Dylan atrás con el cinturón puesto y Derek en el lugar del conductor.

Apenas y estuvieron los tresen el auto, Derek aceleró a fondo. Recorriendo el camino de tierra de un kilómetro que le llevaban a la carretera y retomando rumbo a la veterinaria mientras Stiles llamaba a Melissa.

— Hola Mel, creo que es el momento de que llegue el Sourwolf junior –En otro momento, Derek hubiera gruñido por el apodo.— Dios Derek, baja la velocidad, no hay apuro.

— ¿¡Cómo que no hay apuro!? –Derek sonaba casi ofendido, pero Stiles no lo supo bien porque el lobo mantenía la vista en la carretera.— ¡Vamos a ser padres!

— Primero: ya somos padres, o al menos yo ya lo soy –Le recordó señalando a Dylan.— Segundo: este niño no va a salir hasta que me hagan la cesárea, así que baja la maldita velocidad.

Como el otro no hacía caso, Stiles cogió el freno de mano y lo echó hacia atrás. Las llantas emitieron un horrible chirrido que hizo que hizo que los tres, aunque sobre todo Dylan y Derek, apretaran los dientes y que sus cuerpos se fueran ligeramente hacia

El lobo iba a quejarse, pero entonces vio como a poco metros un auto pasaba a gran velocidad. Si Stiles no hubiera hecho aquello, podrían haber chocado.

Derek miró pasar el coche y luego miró a Stiles, el cual ya había soltado el freno de mano y también le miraba.

— ¿Vas a ir más despacio? –Preguntó el menor, Derek asintió con la cabeza.

A una velocidad mucho menos peligrosa, llegaron a la veterinaria y Stiles se bajó caminando del coche para entrar al local. Derek iba detrás de él con Dylan colgado.

Melissa llegó a los pocos minutos y los ojos de Derek se pusieron rojos en cuanto vio a Deaton preparar las cosas que serían necesarias, entre ellas varios bisturís. La enfermera pareció notar su comportamiento, porque le hizo salir con la excusa de que Dylan no debía ver eso y tampoco podian dejarle solo en el estacionamiento.

Como si hubieran activado alguna alarma al llegar a la veterinaria, toda la manada llegó a los pocos minutos. Peter y Liam venían con la pequeña Talia, la cual a pesar de tener solo dos meses ya era una bebé regordeta y adorable. Dylan la adoraba.

Al instante en que los vio bajar del carro con la bebé, el Stilinski menor fue hacia ellos y estiró sus manos para que le dieran a la niña, de toda la manada era uno de los únicos que tenía el privilegio de poder tenerla en brazos. Peter era muy estricto.

Ahora Derek era el único al que iba a explotarle el corazón. Dylan estaba tranquilo, sentado en el suelo con Talia en brazos y contándole a su tío Scott lo feliz que estaba porque iba a tener un hermanito. También contaba que estaba muy feliz porque en una semana su tío Darren iba a ir al pueblo con Kate y su primo Ashton, aunque el niño aún no había nacido. Pero Dylan ya hablaba de él como si así fuera.

Pasaron dos horas en las que no supieron nada de lo que ocurría en el interior de la veterinaria. Ya estaba anocheciendo y todos estaban nerviosos, sobre todo porque se suponía que esa noche habría luna llena y tantos nervios podrían afectar, no solo a Derek, sino a todos.

— Solo a tu hijo se le ocurre nacer horas antes de la luna llena –Decía Peter en broma.— Le gusta hacer entradas, igual que a su papi.

Derek le iba a decir por dónde se podía introducir sus bromas. Pero fue detenido cuando la puerta de la veterinaria se abrió bruscamente y una acalorada Melissa salió.

— Derek, Dylan, felicidades –Dijo la mujer con una amplia sonrisa.— ¿Quieren pasar a ver al bebé?

No necesitaron que se los dijeran dos veces, Dylan entró corriendo pasando por entre las piernas de la mujer. Mientras que Melissa se hizo a un lado para que Derek pasara, volviendo a ocupar su lugar frente a la puerta cuando los demás intentaron meterse detrás de Derek.

Lo primero que vieron ambos lobos al entrar fue a Stiles mirándoles desde la camilla de metal. Deaton le estaba cosiendo el abdomen mientras el chico hacía algunas muecas. Al parecer, estaba bastante cedado.

— No siento nada debajo del pecho –Dijo riendo. Confirmando las sospechas de Derek de que estaba drogado.

Un pequeño lloriqueo vino desde uno de los laterales y la vista de los lobos, incluso de los que aún estaban en la puerta, fue directo allí. Una canasta cubierta con mantas y cintas azules descansaba en una de las mesas. En ella, algo se movía.

— Vamos Derek –Le dijo Stiles.— Saluda al pequeño Tyler Hale.

A Derek le dejó de latir el corazón mientras se acercaba.

NOTA DE LA AUTORA:

Soy tan mala persona, que a veces me pregunto como es que todavía no han rastreareado mi IP para venir a matarme. Los amo chicos, sépanlo.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

Ultima Oportunidad #SterekAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora