C A P Í T U L O 1

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Entrar al instituto es como entrar al mar sin salvavidas, puede arrastrarte hasta lo más profundo de los mares donde ellos se encargarán de ahogarte. Aunque realmente en el instituto soy invisible, un nerd o una rata de biblioteca como en ocasiones decía Franco.

Cuando entré por las puertas del lugar, había tantos chicos y chicas caminando de aquí para allá, que podían llegar a marearte, todos se volvían una gran masa de personas que no me dejaban pasar, necesitaba llegar a los casilleros lo antes posible, porque si no, llegaría tardé a la clase y si lo hacía me ganaría un retardo, lo que haría que le hablarán a papá para decírselo, lo que me dejaría por lo menos una semana castigado en casa.

Por una extraña razón papá se había empeñado en que fuera el alumno perfecto, el hijo perfecto que sacaba calificaciones perfectas, con conducta perfecta, pero aunque quisiera en ocasiones no lo lograba.

Los alumnos parecían haberse puesto de acuerdo para no dejarme pasar por los pasillos, hasta que por arte de magia, poco a poco las personas fueron disipándose, haciéndome un poco de espacio para caminar. Cuando por fin llegué a mi casillero, lo abrí, saqué los libros correspondientes a la primera clase, acomodé mis anteojos en el puente de mi nariz. Miré mi reloj para asegurarme de la hora. Me sorprendí cuando me di cuenta de que sólo faltaban 3 minutos para que la campana sonará. ¿Cuánto tiempo me había quedado atrapado?.

Todos comenzaron a correr por los pasillos para llegar a tiempo a sus clases, hice lo mismo, corrí por el pasillo mientras en momentos iba mirando el reloj en mi muñeca, los segundos seguían pasando, parecía que no avanzaba nada, el piso tenía azulejo así que en ocasiones patinaba casi cayendo al suelo. Pero lograba mantenerme en pie.

Iba dando la vuelta por el pasillo cuando choque con algo. Caí al piso con un fuerte golpe, mis anteojos salieron volando por el piso al igual que mis libros, cuando abrí los ojos todo se miraba borroso, sólo vi una figura y un manchón rojo en mi vista, me puse de rodillas y comencé a tentar rápidamente por todo el suelo, no podía encontrarlos, ya me estaba desesperando.

—Joder –susurré para mi mismo, la campana no tardaría en sonar.

Entonces unas manos borrosas aparecieron en mi campo de visión, se acercaron a la mías, me tomaron las manos y después me pusieron lo que parecía mis lentes, me quedé paralizado por unos segundos, su tacto era suave, experto, pero cauteloso, durante unos segundos no procesé que la campana ya había sonado, pero después salí de mi ensoñación y me puse los anteojos, quería darle las gracias y pedirle perdón a la persona con la que había chocado. Cuando los había acomodado en su lugar, levanté la vista, ya era demasiado tarde, ella se había ido.

Sólo logré ver su pelo negro, era como la noche y ondeaba como si el viento fuera en su encuentro. Cada una de sus curvas estaban en el lugar correcto, llevaba puesto una chaqueta de cuero color roja, una falda plisada color negro y unas mallas de dibujos negros, junto con unas botas militares que le llegaban a más arriba del tobillo, sostenía con fuerza la correa de su mochila y corría sin parar, sólo deje de verla cuando dio vuelta en el pasillo.

Ella no miró atrás, corrió sin detenerse, tenía metas que cumplir, y yo no era lo demasiado importante para que ella se detuviera unos segundos.

♪♪♪▶♪♪♪

—¿Dónde estabas wey? –preguntó mi mejor amigo Mauro cuando entre al salón.

—Tropecé con una chica a medio pasillo. Debiste de verla era hermosa –declaré haciendo énfasis en la palabra hermosa.

—Darien, si la chica fuera hermosa yo ya la habría visto –hizo una pequeña pausa. —A mi no se me escapa ninguna.

No contesté, sólo me senté a un lado de él y saqué mis cuadernos, entonces caí en cuenta de que el profesor no estaba, así que le pregunté a Mau.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now