C A P Í T U L O 24

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Entre la mezcla de lágrimas nos seguíamos besando, la música de la radio se seguía escuchando de fondo, de seguro los vecinos ya estarían hartos de mi música, pero no pensaba pausar esto. No quería dejar de besarla, ella me gustaba. Brissa me gustaba y no me importaba si era sexo servidora, lo que quería era que ella me quisiera con la misma intensidad, quería dejárselo claro. Ella no lo hacía porque quisiera, si no porque no le quedaba de otra. Porque así era su mundo. Su barrio, su pensar. Y eso no me importaba en lo más mínimo. Y tal vez estuviera estúpido o ciego, pero me importaba un jodido comino.

Sólo nos separábamos para tomar aire, Brissa me tomaba del cabello y me besaba con urgencia, como si tuviera miedo que no fuera real o que en cualquier momento me pudiera ir. Aún no se me borraba de la memoria, su rostro lleno de esperanza. Me mataba verla mal.

—Quiero estar contigo –habló Brissa entre jadeos, tratando de llenar de aire sus pulmones.

Si de por sí no había aire en mis pulmones, sus palabras sacaron cualquier mínimo oxígeno que hubiera. Mi primer beso había sido con ella, por lo menos el primer beso real. Lo que en sí, significa que soy..., bueno soy virgen, nunca he tenido sexo con una mujer.

—¿Eres virgen no es cierto? –murmuró contra mi cuello, hizo que me estremeciera hasta las puntas de los pies.

—Si –jadee como si no supiera la manera de respirar.

No tenía tiempo de avergonzarme, había un calor en todo mi cuerpo que no me dejaba pensar, ni respirar, sólo podía sentir.

—¿Puedo ser la primera? –me besó en los labios y susurró contra ellos, tenía ese aliento a tabaco y a alcohol, yo debería de tener el mismo.

Abrí los ojos, ella me miraba fijamente, sus labios estaban tremendamente rojos e hinchados. Y en sus ojos había una electricidad, esa misma electricidad que había cuando nos besábamos o cuando sacaba su lado sexi y posesivo. Asentí con determinación, claro que quería que ella fuera la primera. Aunque estaba más que nervioso, no sabía muchas cosas, aparte de lo que había podido ver en los vídeos de internet.

Me quité los anteojos y los deje en la mesita de noche. Entonces Brissa me beso en los labios y después bajo por mi cuello, estaba sintiendo tanta electricidad en mi cuerpo que se me iba la respiración. La tomé del cuello y la bese frenéticamente, nos acercamos lo más que pudimos. Ella bajó sus pequeñas manos ágiles por mi torso, saco mí chamarra por la cabeza, después me quito la playera, esa que tenía un estampado de pokemon, una playera que mi madre me había regalado antes de morir.

Pasé mis manos por sus hombros, ella me ayudó a quitarle la chamarra y después muy lentamente le quité el top rojo que hacia ver sus pechos más grandes y frondosos. Parecía segura de si misma, pero sus manos temblaban igual que las mías. Y no sabía si era por los nervios o porque ansiabamos uno del otro.

Brissa quedó en sujetador, era un sujetador rojo de encaje y yo solamente quede con los vaqueros puestos. Fue en ese momento cuando la empujé levemente hasta recostarla en el colchón, seguimos besándonos, yo estaba encima de ella, le bese de la misma manera en la que ella lo había hecho, bajé por su cuello y después bese la corona de sus pechos, Brissa suspiró y me tomó por los hombros, pero ella aún temblaba.

—¿Estas segura de esto? –murmure dándole un pequeño beso sobre la punta de la nariz.

—Si –sonrió con pena.

Llevó sus manos detrás de la espalda, había desabrochado su sujetador y ahora estaba completamente desnuda de la cintura para arriba. De repente la boca se me hizo agua y sentía esa molestia en la entrepierna. Estaba dejándome llevar por el instinto, así que bese su pechos, primero uno, después el otro, ella no dejaba de jadear y eso hacia que mi erección fuera mas notable. Brissa arqueó su espalda y se frotó contra ese punto que me hacía jadear a mi también.

Noches sin Estrellas Onde histórias criam vida. Descubra agora