C A P Í T U L O 8

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“Me refiero a que en mi vida sólo hay oscuridad, no hay nada que brille aquí”

Debajo de la frase había un corazón mal hecho, con varias grietas en el centro, teniendo así el efecto de estar rompiéndose. Podía hacerme a la idea de como podía sentirse, tal vez se sintiera así porque no tuvo padres que la cuidarán, aparte, a el padre de su mamá, ni siquiera le decía abuelo, creo que ni siquiera la tratara bien. Pero sólo ella sabía la magnitud de su dolor.

Sabía que no podía sentir lástima de ella, a nadie le gustaba causar lástima a costa de sus problemas.

Debía dejar de pensar tanto, no me gustaba entrar a la espirar de posibilidades, que nunca podía dejar de girar. Saqué los audífonos de mi bolsillo y los conecte a mi celular, le puse play a mi playlist favorito y le subí al volumen.

♪♪♪▶♪♪♪

Caminé por un largo rato, había pensado en la posibilidad de irme a mi casa, pero no podía hacer eso, si faltaba a alguna de las otras clases, realmente mi padre me mataría, para él era mucho más importante mi educación, que cualquier otra cosa. Mire el reloj en mi muñeca y observe la hora. 09:35 am. Aún faltaban 25 minutos para la siguiente clase, así que camine hasta la cafetería y salí al patio, me senté en unas de las mesas vacías. Realmente ya estaba aburrido, nunca me habían sacado de una clase, ni mucho menos me las había saltado. Siempre hay una primera vez decían. Pero prácticamente yo le tenía terror a todo lo nuevo, a las primeras veces y a las cosas que no entraban en lo común para mi.

Acomode un poco los rizos que no me dejaban ver, creo que ya necesitaba un corte de cabello. Si mamá aún viviera pondría el grito en el cielo, ella realmente amaba mis rizos y mis ojos, había dicho que era el niño más lindo de toda mi familia, lo que provocó envidia a mis primos, lo que llevo a que comenzarán las pequeñas peleas entre nosotros, hasta el punto de que no nos hemos vuelto a ver, mucho menos ahora que no está mi madre.

Acomode los anteojos redondos que descansaban en el puente de mi nariz, desde pequeño había creado un tipo de manía por acomodarlos, no importaba que no se movieran ni un centímetro. Saqué un cuaderno de mi mochila, junto a un lápiz. Comencé a dibujar sin tener una idea clara de que hacer, generalmente así hacia los mejor dibujos que podía si quiera pensar.

Dibujar era mi hobbi, realmente se me daba bien, podía copiar cualquier otro dibujo ya hecho, aún estaba practicando para hacer dibujos más realistas. Aunque mi defecto era que por lo general, no podía dibujar nada que estuviera en mi mente, no tenía mucha imaginación.

Comencé dibujando la curvatura de unos hombros, después la clavícula fina y delgada de una chica, proseguí con el cuello, aunque no fui muy cuidadoso y manche un poco con el lápiz. Hice la barbilla delgada y marcada, sin importarme la mancha, de todos modos ya la borraría después. Dibuje sus labios sin pensarlo, traté de ser lo más detallado posible, cada una de sus líneas, las perfectas curvas de su labio inferior y superior, el lunar diminuto que descansaba sobre la comisura de su labio inferior. Nunca había hecho unos labios tan detallados, ni mucho menos que casi parecieran reales. Justo ahora no quería que nadie me interrumpiera. Seguí después con su respingona nariz, y la línea de expresión que marcaba una sonrisa. Marqué sus pómulos y dibuje cada una de las pecas que figuraban en el puente de su nariz y sus mejillas, proseguí con el contorno de su cara y dibuje la silueta de su lóbulo derecho, el cuál casi siempre podía ver, si la miraba con atención. Estaba comenzando a dibujar el contorno de sus ojos cuando fui interrumpido.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now