C A P Í T U L O 44

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Faltaban 5 minutos para que la campana del Instituto sonará, pero aún permanecía a una cuadra de distancia. Apenas hacia unas semanas que a Brissa se le había ocurrido que sería una buena idea el llegar juntos al colegio.

Ya faltaban 4 minutos para que empezarán las clases y Brissa aún no llegaba. Habíamos acordado el juntarnos en este lugar antes de las 8:00 de la mañana, así llegaríamos los dos juntos, como la posible pareja que éramos.

Aún no había un título para lo que fuera que tuviéramos. Y no sé, el porqué me daba tanto miedo el pedirle que fuera mi novia. Cada vez que pensaba en decírcelo, me daba un leve pánico de que saliera huyendo de mi. Sabía que esto era difícil para ella. Sabía a ciencia cierta que ella tenía el mismo miedo que yo albergaba en el interior de mi ser. Teníamos miedo del futuro, ya que los dos confiamos plenamente, el uno, en el otro. Y es que la verdad, era que el futuro podría ser verdaderamente cruel.

-Buuuuh -antes de siquiera poder reaccionar, unas manos delicadas taparon mis ojos.

Sabía quién era. Podría reconocer sus manos en cualquier lugar.

-¿Quién eres? -pregunte con una sonrisa plasmada en mi rostro.

-Uummm adivina -dijo con una risita que no pudo contener.

-Bueno, veamos..., tal vez seas esa chica hermosa de ojos azul verde, ¿cómo era que se llamaba? -fingí pensar. -Oh ya..., eres Brissa mi princesa de la Luna.

Brissa quito sus delicadas manos de mis ojos y las apoyo en mis hombros. Tomé una de ella y volteé lentamente, para quedar frente a ella. Sonreímos mutuamente. Parecía que Brissa tenía una extraña alegría que le sentaba de maravilla. Sus ojos brillaban y su sonrisa era más que genuina, las pequeñas arrugas que se le hacían en los ojos, le daban un toque inocente.

Tal vez, si no supieras nada de ella, si no la hubieses conocido tan rota, y si la hubieras visto en ese momento, dirías que es una chica normal, con una vida feliz.

-Vamos, se nos hará tarde..., y claro no querrás un retardo más -ella jalo mi mano y me guío directo al Instituto.

Me concentré en los pasos que daba para no caer de bruces al suelo. Brissa seguía halando de mi mano y era casi imposible zafarse de ella. Aunque tampoco era que quisiera hacerlo.

Había montones de chicos y chicas en la entrada, algunos esperando a que la campana sonará y fuera hora de las clases. Otros tantos tan sólo esperaban a sus amigos para entrar juntos. Miré a Brissa de nuevo, ella aún permanecía con una aura de felicidad total. Algo había pasado y yo claramente no sabía que era.

Brissa me dirigió a nuestros casilleros entre la marea de estudiantes que había en los pasillos del lugar.

Cuando Brissa se detuvo en seco, supe que algo andaba mal. Miré al frente y observé el grupo de personas que había enfrente de nuestros casilleros, algunos de ellos murmuraban en voz baja y otros solo se miraban de reojo sin saber cómo reaccionar. Me abrí pasó entre las personas, sin pensar en el hecho de que ya no tenía la mano de Brissa entre las mías. Divisé papeles pegados en las puertas de nuestros casilleros, sentí las miradas acusadoras de todos los que me miraban al avanzar.

Los murmullos de cada uno de ellos se volvió un zumbido sordo en mis oídos, no lograba captar las palabras o lo que fuese que estaban diciendo. Mi mano se sentía fría al no tener el calor de su piel. Mi corazón bombeo más de lo normal, estaba teniendo una pequeña taquicardia de nerviosismo. Antes de siquiera procesar las imágenes que había en esas hojas, sabía que la tormenta, la verdadera tormenta había empezado.

Respiré hondo, o creo que eso fue lo que hice. Mis manos se volvieron puños mientras mis ojos no se despegaban de la imagen de Brissa completamente desnuda, sus brazos rodeaban el cuerpo desnudo de un hombre, de un hombre que claramente no era yo. Un subidon de adrenalina me hizo olvidar que muy en el fondo de mi ser sabía que esto pasaba, me hizo olvidar que yo ya lo sabía, me hizo olvidar que todo eso lo había borrado de mi mente para que fuera más fácil el sobrellevarlo.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now