C A P Í T U L O 29

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Aún podía ver la mirada de Brandon, llena de odio y coraje. Sus ojos habían estado enfurecidos, tal vez como lo habían estado los míos. No pude detenerme cuando lo vi tomándola de esa manera. No pude reprimir mi coraje.

Estaba completamente molido, me sentía como una fruta que había sido pisada por cientos de personas, aunque la enfermera me dijo que no había habido una lesión grave, no tenía costillas rotas o algún golpe interno, por lo que dijo, sólo eran golpes superficiales que me dolerían por un tiempo.

Justo en ese momento estaba en mi cama, la señora Young había ido por mi al Instituto, como mi padre no estaba, ella era la persona mayor encargada de mi.

Era de noche y estaba completamente solo, mi nana se había empeñado en quedarse conmigo pero me había negado, tenía miedo de que cuando Brissa llegará ella se diera cuenta. Aunque en realidad no sabía si ella iría.

Brissa había estado conmigo en la enfermería, pero cuando me desperté ella no estaba, sólo mi nana y uno de los profesores, el cual se encargó de preguntarme qué diantres había pasado.

Me levanté de la cama con dificultad, caminé hasta donde estaban las pastillas para el dolor y me tomé una en seco.

—¿Cómo sigues?

Casi me atragantaba cuando escuche la voz de Brissa, en ningún momento había escuchado que ella entrara.

—Dios, casi me matas de un susto –acusé a Brissa quien me miraba con un deje de preocupación.

—Lo siento no sabía si estabas sólo, así que entre por la ventana y traté de hacer el más mínimo ruido –frunció el ceño.

—Pues eres buena siendo silenciosa –acepte con ironía.

—No me quejo –se encogió de hombros y camino hasta mi. —Así que, ¿cómo sigues?.

—Pues todo me duele horrible.

Caminé de nuevo hasta la cama y me senté con muchísimo cuidado, aún no pasaba ni un día y ya tenía moretones en el abdomen, y ni hablar de mi ojo, estaba tremendamente hinchado por lo menos en la parte de la ceja y además había adquirido el color morado característico de un golpe.

Brissa se acercó y se sentó en la cama junto a mi. Miro de cerca el golpe de mi ojo.

—Esta muy hinchado –murmuró Brissa. —¿No te pusieron hielo o te dieron algún medicamento?.

—Si, justamente me lo estaba tomando cuando entraste, casi me atraganto.

Ella pareció apenada cuando me escuchó. Se tumbó en mi cama, hice lo mismo, aunque muchísimo más lento que ella.

—Lo siento –susurró sin dejar de ver el techo.

—¿Por qué lo sientes? –pregunté confundido.

—Por darte el susto y también por el problema en el que te metí –se tapó los ojos con el antebrazo izquierdo.

—Bueno, no te preocupes por lo primero y por lo segundo, pues creo que yo solito me metí –razone mirando la pared de mi habitación.

De repente sentí que mi habitación estaba demasiado vacía, sentí que algo le faltaba pero no sabía que era.

—¿Por qué estaban peleando? –pregunté al rozar su mano con la mía.

Brissa suspiró pesadamente. —Se entero de que fui yo quien rayo su coche, no se como lo averiguó, tal vez alguien nos vio en el estacionamiento, no lo sé.

—Por lo menos, yo no le he dicho a nadie..., y ese día no vi a nadie más que nosotros –la miré alarmado, pero ella seguía con los ojos tapados.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now