C A P Í T U L O 5

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Cuando salimos juntos de la cafetería, sentí varias miradas sobre nosotros, me sentí incómodo, no estaba acostumbrado a recibir tanta atención, aunque podría ser que sólo la miraban a ella, era obvio que no era fácil no mirarla.

Llegamos a nuestros casilleros corriendo, al momento en el que nos detuvimos jadee de cansancio, Brissa abrió su casillero y sacó su mochila, buscó por un momento algo más, al final saco un cajetilla de cigarros, cuando me recompuse abrí mi casillero y saqué mi mochila sin fijarme en que libros traía. Ella me miraba fijamente, lo podía notar, me sentía incómodo y no pude evitar sonrojarme un poco, no sabía que me estaba pasando, por lo general yo no reaccionaba de esa manera. Al momento en el que me puse la mochila en el hombro, Brissa tomó mi mano y comenzó a arrastrarme con ella, aunque trataba de mantener su ritmo no podía.

Unos segundos después salimos del instituto y llegamos al aparcamiento donde muchos dejaban sus coches o sus motos, otros en cambio dejaban sus bicicletas. Por un momento pensé en lo increíble que podría ser el que tuviera un coche y llevarla hasta el. Pero a ella no le importaron los coches, ni las motos, ni siquiera las miró, sólo siguió sosteniendo mi mano mientras me seguía arrastrando con ella.

—¿A dónde vamos? –pregunté cuando ya habíamos recorrido una cuadra de distancia del instituto.

Fue bajando la velocidad de sus pasos, me soltó la mano y comenzamos a caminar más lento. Deseé no haber hablado, así tal vez seguiría sosteniendo mi mano.

—No lo sé. A donde el viento nos lleve –se encogió de hombros y siguió caminando. Había un pequeño brillo que apenas se notaba en sus ojos.

La seguí sin mencionar una palabra, sujetaba la correa de mi mochila fuertemente, estaba nervioso y no sabía que decir o hacer.

♪♪♪▶♪♪♪

Llevábamos caminando unos minutos y ya no sabía con exactitud en donde me encontraba, no era como si a mi me encantará salir por la ciudad y perderme, por lo general siempre iba al instituto en el día y por la tarde me mantenía sólo en la casa, estudiando y nada más. A lo mucho sólo conocía unas cuantas cuadras de la orilla de la ciudad, no era muy grande, ni muy pequeña, pero donde terminaba la civilización comenzaba la vida de campo, donde todo era natural. Cuando era pequeño me gustaba imaginar que un día me casaría, tendría muchos hijos y me iría a vivir al campo, donde tendría una vida tranquila y llena de paz, aún pienso en ello como un sueño a cumplir, pero la vida es caprichosa.

Cuando clave la vista en Brissa, me di cuenta de que sostenía algo entre sus dedos, después comprendí que era un cigarro ya encendido del cual salía una pequeña línea de humo.

—¿Fumas? –pregunté, prácticamente como un estúpido.

Volteó lentamente y me miró sin comprender, fue entonces que su mirada se apago y el azul verdosos de sus ojos parecían aguas turbias. Comprendí que había hecho una pregunta dolorosa para ella.

—Darien –suspiró—. Yo fumo, me emborracho hasta perder la conciencia, me drogo y soy prostituta. –alzo las manos como si fuera algo obvio, aunque su tono de voz parecía tener grandes cantidades de sarcasmo. Creí que sus palabras no eran verdad.

No indague con más preguntas, de alguna manera no quería ahogarme en sus tristezas y dolores. Sus ojos me advertían que no debía de mencionar ni una sola palabra.

—Oh –susurré lentamente.

Preferí mirar el asfalto que pisaban mis pies, los rizos caían sobre mi frente y hacían un poco de cosquillas, estaba apenado hasta el tuétano y ya no sabía cómo arreglar las cosas, no era como si tuviera mucha experiencia con las chicas, menos con aquellas que llevan tanta carga sobre sus hombros.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now