C A P Í T U L O 12

66 7 0
                                    

A la mañana siguiente cuando me desperté podía sentir lo que se avecinaba. Mi padre había prometido que este fin de semana sería para pasar tiempo juntos; pero presentía que nada de eso pasaría.

Anoche no supe a que hora llegó, ya estaba dormido así que desperté a media noche y baje por un vaso de agua, se oía ruido en el despacho, así que supe que ya había llegado.

Cuando baje a desayunar, esperaba no verlo en la casa. Pero al entrar en la cocina ahí estaba, leyendo el periódico, mientras tomaba una taza de café. Lo miré con duda, entre con total precaución, miré mi lugar en la mesa; me sorprendí al ver qué ya estaba puesta, en ella estaba puesto mi desayuno. Eso era realmente extraño. Por lo general cuando bajaba a desayunar él ya no estaba en casa. Ni siquiera los fines de semanas.

—Buenos días –saludé acomodandome los rizos.

—Buenos días hijo –correspondió mi saludo sin ni siquiera despegar su mirada del periódico.

—¿Preparaste el desayuno? –pregunte aún adormilado.

—Si. ¿Ya no puedo hacer nada por mi hijo?.

—Si pero es extraño –mi padre acomodo su periódico y está vez si me miraba—. No habías hecho algo así desde que mi madre murió.

Él se tenso al escucharme, sabía que es verdad, sabía que desde ese día, él cambio por completo y dejó de ser el padre que necesitaba, era como si él también hubiera muerto con mi madre.

Su celular comenzó a sonar, literalmente la llamada lo salvo, al contestar mi padre se alejó hacia la sala. Desayune mientras él no estaba, podía mirarlo caminar de un lado a otro mientras hablaba, no podía evitar preguntarme quien estaba al otro lado de la línea.

Este día todavía no empezaba y ya estaba aburriendome, así de jodido estaba. En otras ocasiones me pasaba el fin de semana en casa de uno de mis amigos, pero con la visita de Brissa y con el repentino cambio de mi padre ya no pude hacerlo. Ahora que recordaba a Brissa, me quedé preocupado por ella. Ayer nos quedamos tan absortos en la serie de Sailor Moon, que no nos dimos cuenta de que el tiempo corrió muy rápido. Para cuando íbamos a la mitad de la última temporada, a Brissa le dio por mirar el pequeño reloj del ordenador. Fue ahí que nos dimos cuenta de que ya eran más de las 10:00 de la noche. Ella se asusto tanto que su piel se volvió ploma. Me asuste con ella, ya que lo primero que pensé fue en que su abuelo la regañaría por llegar tan tarde. Le pedí esperar a que mi padre llegara para llevarla a su casa, pero ella ni siquiera me escuchó, estaba aterrada y a mi me dio pavor la forma en la que reaccionó, ella sabía que algo malo le pasaría al llegar a casa. Aún así me reuse a hacerle preguntas, ella no querría decirme y era mejor no pasar por un momento incómodo.

Los segundos pasaron y ella pareció reaccionar, fue entonces que tomó sus cuadernos, su mochila y su chaqueta; camino con pasó apresurado hasta la puerta, la abrió y después salió corriendo sin decir adiós. Corrí a la puerta para verla, pero cuando llegue ya no había rastro de ella, fue como si hubiera desaparecido en la oscuridad, como si la oscuridad se la hubiera tragado. Y la noche fue eterna para mi, porque parecía que la oscuridad también me quería engullir a mi.

—Darien, hubo un cambio de último momento –habló mi padre al entrar a la cocina.

—Dejame adivinar –rasque mi barbilla—. Tienes trabajo.

—Perdón, realmente quería pasar este fin de semana contigo, pero resulta que tengo que hacer un viaje de último momento –hizo una pausa—. Realmente lo lamento, regresaré hasta lo próxima semana.

—Ya decía yo, que algo pasaría para que tu promesa se rompiera como las otras –murmuré en voz baja, pero aún así él escuchó.

—No creas que a mi me gusta pasar tanto tiempo alejado de ti, pero es trabajo y si no lo tuviera tu y yo ya viviríamos debajo de un puente –sonaba un poco exasperado.

—Preferiría vivir bajo un puente y tener un padre.

Y con eso salí de la cocina y subí a mi habitación, no quería discutir con él de nuevo, no quería que termináramos mal, pero esperaba que mis palabras le hubieran calado aunque fuera un poco.

Al entrar en mi habitación encendí el estéreo, deje el disco de Nothing but thieves y le subí al máximo volumen, no quería escucharlo pedir perdón, no quería ni siquiera que se despidiera de mi. Él siempre hacia lo mismo, se desaparecía por grandes temporadas de tiempo; en ocasiones los niños del colegio me decían que si era huérfano, en ocasiones yo también me lo preguntaba. ¿Es qué mi padre había muerto con mi madre? O ¿tal vez yo morí con ella?

Minutos después lograba escuchar sus gritos sobre la música, pero aún así fingí no escucharlo, tocó la puerta tan fuerte que pensé que la derrumbaría. Me acerqué un poco a la puerta, pude ver la sombra de sus pies en el suelo. Después algo se deslizó bajo la puerta, era un papel doblado a la mitad. Lo desdoble:

Hablaré con la señora Young, me dijo que de vez en cuando vendría a darte unas vueltas, espero que contestes mis llamadas, te deje dinero en la barra de la cocina, la señora Young, vendrá a hacerte de comer y a limpiar un poco la casa.

Te quiero hijo. X

Al leer la nota la puse en mi mesita de noche, tome mi celular y pensé en llamar a Brissa, pero después recordé que ella no tenía celular. En realidad ahora que lo recordaba tenía mi viejo celular en algún lugar de mi habitación, si tenía suerte este aún podría funcionar, tal vez de vez en cuando podría ponerle crédito con la mesada que me daba mi padre, así ella y yo podríamos mantenernos comunicados. Tal vez así me sentiría menos sólo, y ella tendría más compañía.

El estéreo aún estaba encendido, Nothing But Thieves aún se escuchaba por los parlantes, justo en ese momento había comenzado la canción Afterlife. Una de mis canciones favoritas.

Comencé a buscar en los cajones de mi guardarropa, después seguí por los cajas que había debajo de mi cama, aunque encontré muchas cosas que no eran mi celular. Después seguí con los cajones de mi escritorio, logre encontrarlo en el fondo de el último cajón, el cual era un total desastre. Había varias cartas y un cuaderno que hacia mucho tiempo no miraba, ese viejo cuaderno era de mi niñez. Lo usaba para dibujar cuando iba de día de campo con mis padres, en una ocasión los tres fuimos a un pueblo cercano. Era muy bonito, creo que en ese lugar tuve una amiga pero ya no recuerdo bien.

Dejé el cuaderno sobre el escritorio, después lo miraría con calma. Tome mi celular, que no era tan viejo, pero tampoco tan nuevo, traté de encenderlo, pero como era obvio no prendió, así que lo conecte al cargador que tenía, en la pantalla apareció la batería cargándose, así que tenía un esperanza.

La canción de Afterlife terminó, me levanté para repetirla de nuevo, me recordaba a lo que sentía por Brissa. Y es que no dudaba de que si hubiera otra vida después de la muerte me gustaría volver a estar con ella. Lo supe cuando me beso, lo supe cuando ella se recostó en mi regazo y se relajó. Supe que había caído a sus pies, caí cuando ella me miro la primera vez. Caí cuando escuche su voz. Caí como un tonto rendido a sus pies.

Noches sin Estrellas Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt