C A P Í T U L O 31

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La cabeza me palpitaba tanto que sentía como si tuviera tambores dentro del cerebro.

El sol me daba en plena cara así que era inevitable no despertar, apenas y lograba abrir los ojos por completo, miré mi habitación hecha un desastre, la verdad era que no recordaba mucho de la noche anterior.

Aún llevaba la misma ropa de ayer, lo que quiere decir que realmente me emborraché. Nunca me había emborrachado, por eso era que nunca había experimentado tremendo dolor de cabeza, aparte aún tenía muchos sueño. Aún así me levanté de la cama y caminé directo al baño. Cuando me miré al espejo, me di cuenta de que tenía un aspecto horrendo, mi ropa olía a cigarro y alcohol, era un olor que me provocaba tremendas náuseas.

Al final terminé vomitando, fue entonces que decidí tomarme un baño.

Mi mente era un problema enredado, después de ver a Brissa, lo único que recordaba era haber tomado mucho vodka gracias a Franco, después de eso recuerdo haberme puesto a bailar casi como un maniaco. Dios, sólo de recordarlo me daba una tremenda vergüenza. Pero no recordaba como llegue a casa, ni mucho menos en qué momento destroce toda mi habitación.

Era un idiota, claro que sí. Ahora que lo pensaba me di cuenta de que debí haber seguido a Brissa y no importaba lo que me hubiera dicho, yo le prometí estar ahí cuando me necesitará. Y en ese momento ella me necesitaba, porque la imagen de ella siendo arrastrada por ese tipo no se me borraba por nada de la mente.

Después de darme una ducha bastante larga, me tomé dos pastillas para calmar todos los malestares. Puse a cargar mi celular y a medio día lo encendí, le mandé un único mensaje a Brissa, pues los demás no me interesaban en lo más mínimo.

< Brissa 💕
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¿Estás bien? Necesito saber qué por lo menos lo estás. Perdóname.

No sabía porque le había pedido perdón, pero algo dentro de mi lo decía a gritos, tal vez a ella no le había gustado el yo de ayer.

Cuando llegó la tarde, decidí salir y buscar unos nuevos lentes, era cierto que me miraba mejor sin ellos, pero me sentía más cómodo con mis anteojos. Al final vague por todo el centro hasta que llegue a una tienda de antigüedades. Entre sin pensar y caminé por los todo el lugar hasta que vi unos lentes parecidos a los míos, excepto porque la montura era un poco más gruesa y de color negro, pero seguían siendo de un metal ligero y eran redondos como los de antes.

Los compré con el dinero que mi padre me había dejado para una emergencia, era lo menos que podía hacer, digo, no estuvo ni siquiera para llamarme el día de mi cumpleaños. Y sólo tal vez, era una pequeña venganza hacia él, pues valían más 500 pesos.

♪♪♪▶♪♪♪

El lunes al medio día cuando iba caminando por unos de los pasillos del Instituto. Por primera vez en mucho tiempo Santiago captó mi atención y es que estaba con un chico que jugaba en el equipo de fútbol, lo que más me hizo verlos fue cuando Santiago le pasó un pequeño sobre con un polvo blanco. Lo último y primero que pensé es que era droga, pero ahí quedaron mis pensamientos.

Pasé de largo cuando los vi y traté de disimular la manera en las que los había espiado. Bueno no espiado, sino observado.

Después de la siguiente clase que compartía con Brissa me di cuenta de que ella no había asistido al colegio. En ella era normal el no ir por lo menos una día a la semana, pero aún así me preguntaba por ella, de alguna manera tenía un leve miedo, estaba preocupado por ella, era inevitable, siempre me preocuparía por ella.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now