C A P Í T U L O 45

31 3 0
                                    

Una semana no era suficiente para olvidarla. Las noches eran eternas, oscuras y llenas de recuerdos que se iban con el viento nocturno. Cada noche había dejado la ventana abierta, no me importaba en absoluto morirme del frío que hacía, sólo la mantenía abierta por si Brissa volvía.

Pero eso claramente no pasó.

—Hey, hola –su voz me sobresalto, estaba tan metido en mis pensamientos que no me di cuenta de que Mauro me hablaba.

—Hey –conteste con voz baja, el frío había hecho estragos en mis cuerdas vocales, así que no quería esforzar de más mi voz.

Apenas hacia unos días que Mauro pasaba más tiempo conmigo, como en los viejos tiempos. Por lo que me ha contado, Selene había logrado que Fran también se alejara de él, aún no sabíamos el porque. Linda y Mau también habían comenzado a tener bastantes problemas desde entonces, ya que Linda defendía a su amiga de las acusaciones de Mauro, aunque esta supiera que eran totalmente ciertas.

—¿Como van las cosas? –pregunte siguiéndolo por el pasillo.

—De mal en peor, si antes Franco me contestaba las llamadas, ahora no lo hace. Linda sigue empeñada en defender a la bruja de su amiga y nuestras peleas son tan constantes que siento que ya no puedo más..., así de mal están las cosas –lo mire sin decir nada y luego suspire.

—Pensé que las cosas no podían ir más mal –acomode el viejo gorro de lana que alguna vez Brissa me regaló. Hacia tanto frío que era una buena excusa para ponérmelo. —Se supone que el último año en el Instituto es el mejor, pero creo que para nosotros a sido el peor.

—Ni que lo digas..., ¿Brissa sigue evitándote? –pregunto Mau con cierto interés.

—Y yo a ella, no puedo más... Ya luche tanto tiempo que simplemente ya no puedo más, si ella no lucha, yo no puedo hacerlo, además pasa tanto tiempo con Santiago, que creo que realmente no signifique nada para ella –dije con total seriedad y sinceridad.

Si Brissa aparecía por alguno de los pasillos yo trataba de retroceder o simplemente pasaba por un lado de ella sin mirarla, quería que supiera que a veces las personas se cansan de rogar y yo era una de ellas.

—Vaya, ¿realmente todo a terminado?.

—Eso creo, aunque yo estaría dispuesto a todo por ella.

—Vaya si que estás enamorado.

Me encogí de hombros.

—No lo sé, nunca había sentido algo así –conteste sin ánimos de nada.

Esta semana había sido agotadora para mi, si no era esto era aquello, parecía que los problemas caían del cielo. Primero mi padre, después Franco, Brissa y al final el deterioro de mi abuela. Hacia unos días que había ido a visitar a mi abue, me encontré con una de mis tías, que al parecer había ido a visitarla, ella se encontró a mi abue tan mal que tuvo que llevarla al médico. El doctor le dijo que mi abue necesitaba absoluto reposo, su corazón estaba creciendo, lo que significaba que en cualquier momento podría sufrir un infarto, por lo cual mi tía había decidido mudarse a su casa por un tiempo.

Iba a visitarla todos los días aunque llegaba a mi casa a altas horas de la noche. Prefería no encontrar a mi padre despierto, aún teníamos un asunto sin arreglar y la verdad es que no tenía ánimos para discutir más con él.

—Bueno, es hora de que vayamos a clase –dijo Mauro con desilusión.

La campana había sonado hace varios segundos pero hasta ahora la había captado totalmente. O por lo menos su significado.

El frío era tan fuerte que no sentía las puntas de mis dedos, vamos, no se diga mis pies, estaban tan congelados que ya se me habían agarrotado. Estábamos en diciembre, era lógico que las temperaturas fueran tan bajas, todos lo años eran iguales, aunque no le ayudaba demasiado a mi ánimo emocional.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now