C A P I T U L O 50

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Hay cosas que simplemente el destino o la vida se niegan a darnos, a nosotros nos a privado de una vida tranquila, de un tal vez noviazgo común. Aunque si todo fuera común, tal vez diría que la vida nos a privado de algo de emoción, aún así creo quedarme con el primer pensamiento que mi mente a recibo sólo al ver el amanecer.

Brissa dormía plácidamente sobre el asiento del copiloto, habíamos decidido quedarnos en el coche, no teníamos el dinero suficiente como para pagar una habitación en un motel. Las noches habían sido frías pero había cargado con un montón de cobijas la noche en la que nos fugamos de mi propia casa. Habían sido los días más tranquilos y los más felices entre nosotros. De algún modo habíamos tratado de olvidar todo, incluyendo el hecho de que tal vez todo mundo estuviera buscándonos, o tal vez el hecho de que tal vez sólo estuvieran olvidándonos. No había respondido ni a mensajes, ni a llamadas. Dentro de mi había un tremendo terror, pensaba que si contestaba aunque fuera una sola llamada, ellos sabrían donde estaba, y entonces simplemente nos separarían. Tal vez estaba siendo egoísta, pero la mayor parte de mi vida sólo estuve complaciendo a toda la gente que había a mi alrededor, era hora de ser un poco egoísta.

Brissa creía que íbamos a un lugar en concreto pero el realidad sólo me había conformado en ir a los pueblos vecinos, sabía que en algún momento tendríamos que regresar, sabía que no podíamos irnos así como si nada, habíamos estado 4 días fueras de nuestro pueblo, tenía miedo, de lo pudiera pasar si regresábamos, pero sabía a ciencia cierta que no podrías huir más lejos que esto.

Brissa despertó en silencio y tomó una bolsita de pan tostado, la abrió y comenzó a dar pequeños bocados. Conforme pasaban los días, la incertidumbre nos consumía un poco más. El dinero se agotaba y la realidad nos golpeaba con ello. Conforme pasarán los días, el dinero se agotaría por completo, al igual que la gasolina, y sería entonces que tendríamos que tomar una decisión, regresar a casa o detenernos en un pueblo, conseguir un lugar en donde dormir y trabajar para tener más dinero. No sabía que haríamos, éramos jóvenes para esto, pero no había muchas salidas.

—¿Qué haremos? –pregunto Brissa con la mirada fija en la carretera.

Los golpes en su cuerpo habían ido desapareciendo con el tiempo, pero había algunas otras heridas que habían tardado en cerrar y tal vez cuando lo hicieran, dejarían cicatrices en su suave piel.

—Podríamos ir a un pueblo cercano, tal vez podríamos buscar algún lugar en el cual quedarnos por un tiempo, después buscaríamos algún trabajo de paso para conseguir más dinero –ella me miraba con seriedad, preguntándose si sería buena idea. —A decir verdad no tengo ni la más mínima idea.

—Tal vez deberíamos de regresar.

El silencio se fundió con el aire, al final de cuentas ella había dicho lo que tanto había pensado, pero que no me había atrevido a decir.

—No, todavía no.

—Bien –respondió con un suspiro contenido.

Brissa no quería regresar pero sabía o presentía que yo si quería hacerlo.

Conforme el coche seguía avanzando dejábamos atrás los árboles que había a la orilla de la carretera, Brissa encendió la radio del pequeño coche, de manera que este se inundó de música, abrí la ventanilla y deje que el aire entrara, era un día fresco como cualquier día de invierno, me subí la cremallera de la chamarra, deje que el viento se azotara en mi cara, hacia que las ideas fueran más claras, que mi cuerpo se espabilara del sueño que aún se aferraba a mi. Brissa seguía dándole pequeños bocados al pan tostado, entonces recordé que apenas anoche habíamos quedado en pasar a alguna tienda de autoservicio para comprar más comida.

Noches sin Estrellas Where stories live. Discover now