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Paulo

Bendito domingo. Podría haber dormido hasta el mediodía pero no, a mi mamá se le ocurrió ir hasta el supermercado e incluirme en esa "salida" de compras. Adormilado y congelado por el frío que hacía en el cuarto de Lautaro, me levanté y me encerré en el baño para hacer mi rutina de cada mañana.

Después de haber salido del baño, me saqué el pijama y me cambie. Me puse un jean bastante ajustado, una remera negra y unas zapatillas del mismo color. Agarré mi celular y los lentes que estaban en mi mesita de luz.

No pude desayunar nada porque ya eran las once y media de la mañana, mi vieja me estaba esperando prácticamente en el auto y fui el último en subir. No me sorprendió para nada ver que tenía a Sofía al lado, la pobre estaba sentada en el medio, lo que me hizo reír y ella negó con su cabeza disimuladamente.

— ¿Y Lautaro? —pregunté al no verlo en el auto.
— Se fue a lo de una amiga. —respondió Romina mirandome por el espejo retrovisor.
— Mm, esas amigas. —dije haciéndola reír.— Pensé que le gustaba Sofía.
— ¿Qué? —preguntó la mencionada, girandose para mirarme.
— Si le gusta. —dijo Dolores despegando la vista de su celular.— Pero Sofi no le da bola y me parece perfecto.

No pude evitar reírme porque tenía razón, las cosas como son.

Ese tema terminó ahí y no volvimos a hablar sobre eso. Minutos más tarde llegamos al Walmart, dejando el auto en el estacionamiento y bajando del mismo. Me pusé los lentes, ganandome la mirada de Sofía al instante pero segundos después miró para otro lado haciéndose la distraída. Entramos al supermercado por la entrada principal, viendo como a la izquierda había una veterinaria y unos perritos estaban del otro lado del vidrio.

— Che Dolores, ahí estás vos. —dije señalandole unos loros.
— Ay sos un tarado. —dijo para después pegarme en el hombro.

Nos olvidamos de buscar un carrito, así que yo tuve que cagarme de frío una vez más y salir afuera a buscar uno. Cuando entré todas me estaban esperando, pensé que alguna iba a pedirme el carrito pero no fue así, por lo que tuve que llevar el carrito yo. Entramos a la zona de comidas, Romina se acercó con mi mamá hasta las góndolas frías dónde estaba la carne y ese tipo de alimentos, mientras yo me frenaba y sacaba mi celular.

Un "¿Cómo estás, mi amor?" de Antonella apareció en la barra de notificaciones y lo respondí lo más rápido que pude porque mi mamá ya estaba metiendo algunas cosas al carrito.

Unos minutos más tarde ya teníamos todos los alimentos que necesitabamos metidos en el carrito, por lo que nos dispusimos a caminar hacía las cajas y tuvimos que pasar por los pasillos de juguetes de niños. Sofía estaba distraída mirando unos dinosaurios que estaban ahí, me acerqué para verlos mejor y toqué un pequeño botón que traía. El dinosaurio de plástico comenzó a hacer ruidos y mover su boca, lo que asustó a la anteriormente nombrada y dio un respingo del susto.

— Dios santo, te odio. —dijo poniéndose la mano sobre el pecho.
— ¿Me odias? —pregunté mirandola con profundidad y ella se me quedó mirando fijamente.

Iba a responder algo pero justo apareció Dolores atrás de nosotros y tuvimos que hacer como si nada hubiera pasado. Agarré el carrito y seguí empujandolo por los pasillos de aquel supermercado, hasta que nos topamos con el de deportes y estaba minado de pelotas. Saqué una y empecé a hacer jueguitos al lado de mi sobrina, quién se corría con el miedo de que le pegara. Si hubiera estado Lautaro seguro le daba un pelotazo en la cabeza, era muy tonto como para defenderse de eso.

Tuve que dejar de jugar con la pelota cuando vi que mi mamá estaba caminando con el carrito, pero igual me volví a frenar cuando vi una bicicleta de nena a un costado de las gondolas. Me subí y como pude pedalee hasta llegar al lado de mi mamá.

— Ma ¿me la compras? —pregunté después de haberle tironeado la campera.
— Ay Dios. —dijo cerrando los ojos y llevándose la mano a la frente.— Bajate que si la rompes la voy a tener que pagar.

Me bajé dejando la bici dónde estaba y caminé atrás de las chicas, mirando con atención a Sofía que miraba todo un poco distraída. De un momento a otro vi como se miraban con Dolores y reían. No entendí por qué pero bueno, no era algo de mi incumbencia.

Cuando llegamos a las cajas, hicimos la cola y esperamos a que nos tocará pagar. Minutos más tarde ya estabamos sacando las cosas del carrito para poder ponerlas sobre la cinta de la caja y fue ahí cuando sin querer le toqué la mano a Sofía, lo que la hizo darse vuelta y mirarme.

— ¿Qué? —preguntó pensando que le pediria algo.
— Nada.. te toque sin querer. —respondí a lo que ella asintió para después seguir sacando las cosas del carrito.

Después de haber pagado todo, salimos del supermercado y guardamos todas las bolsas en el baúl del auto. Nos subimos y partimos nuevamente hasta la cada de Romina. En el camino me di cuenta del hermoso perfil que tenía Sofía, sin decir que tenía una sonrisa bastante tierna y dulce. Ella no se merecía lo que yo le había hecho.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora