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Sofía
Córdoba, Argentina

Lautaro me abrazó al verme llorando y yo solamente me aferré a su cintura mientras él sobaba mi espalda con dulzura. Tenía mi celular en mi mano y ni siquiera me había dado el tiempo para cortar la llamada, por lo que el anteriormente nombrado quiso hablarle a su tío.

— ¿Que pasó ahora? —preguntó con seriedad apoyando aquel aparato sobre su oreja. — Estamos grandes, Paulo.

No sé de que hablaban porque no se alcanzaba a escuchar absolutamente nada y yo tampoco podía pensar demasiado en ese momento, estaba angustiada por la situación.

Mi amigo y mellizo de Dolores, siguió hablando con Paulo unos pocos minutos más hasta que finalmente cortó la llamada después de asentir varias veces con su cabeza y murmurar un "sí sí".

Veni. —dijo tironeandome del brazo.

Entramos a su casa nuevamente, cruzando por el living y siendo la atención de todos los que estaban ahí. Él le dio muy poca bola a eso, llevandome hasta su cuarto sin escuchar lo que le preguntaba su hermana desde el sillón.

No entendía muy bien por qué me llevaba ahí, no decía nada y solo buscaba algo en su cuarto. Pero entendí todo cuando apoyó su notebook sobre la cama, abriendo Skype y buscando a su tío entre los contactos. Me señaló la pantalla sentandose en la cama y yo lo imité, sentandome a un lado de él con cierta timidez.

Después de unos cuantos segundos  vimos a Paulo tras la pantalla, pasandose la mano por el pelo y bufando mientras nos miraba con seriedad. Su cara estaba roja en señal de que había estado expuesto al sol, su piel siempre se veía de esa forma cuando pasaba mucho tiempo expuesto al calor.

— Amor ¿podemos hablar? —murmuró mirándome, a lo que yo asentí inexpresiva.— Mira, yo fui a acompañar a Antonella a hacerse una ecografía y después de eso quisimos pasar la tarde juntos como amigos.
— ¿Y cómo se que no me estás mintiendo y en realidad me cuerneas? —pregunté con seriedad mientras sentía la mano de Lautaro acariciar mi pierna para que me relajara.
— Porque no soy así y lo sabes. —respondió suspirando. — No me dejes.
— No te estoy dejando. —respondí casi al instante.— Te doy la posibilidad de aclarar las cosas y así poder pensar.
— Te llamó después ¿querés? —preguntó, a lo que yo respondí asintiendo con la cabeza.

Nos despedimos agitando nuestras manos en dirección del otro y Lautaro cerró la notebook apenas la videollamada se cortó. Me miró sin saber que decir y reí al verlo tan inexpresivo, casi siempre era un payaso.

Me abrazó por los hombros y me dejó un beso en la coronilla, haciéndome sentir querida después de mucho tiempo. Amaba tener ese tipo de confianza y buena amistad con él, no había sido nada fácil llegar a eso.

Quise descansar un poco así que él me acompañó hasta mi casa, saludando a mis padres desde la puerta y yéndose segundos más tarde. Cuando comencé a subir hasta cuarto, escuché que mi mamá me seguía y entró conmigo para hablarme.

— ¿Estás bien? —preguntó una vez que yo me tiré en la cama cansada.
— Sí. —respondí bajito mientras miraba el techo.
— Conozco esa carita y se que te peleaste con él. —murmuró sentándose a mi lado y haciéndome reír sin muchas ganas.
— Soy una tarada, ma. —dije, a lo que ella negó con su cabeza repetidas veces.
— El amor nos vuelve un poco tontas, aunque intentemos actuar con razonamiento es casi imposible lograrlo. —murmuró mirándome con seriedad.
— Sí. Ma, te tengo que contar algo..
—dije sentandome en la cama para poder mirarla mejor.
— Uy, a ver contame. —dijo preocupada, haciéndome reír.
— Con Paulo estamos buscando tener un bebé. —conté, a lo que ella abrió la boca para hablar pero antes de que pudiera decir algo la interrumpí.— Pero bueno, vos sabes de.. eso. Y quiero seguir intentando.

Ella me miró escuchando cada palabra con atención mientras asentía indicandome que seguia la conversación y cuando terminé de hablar me agarró de las manos.

— Mañana te acompañó al turno de la endocrinologa y hablamos con ella de eso, a lo mejor te puede aconsejar algo. —ánimo sonriendome.

Yo solamente asentí y después de eso ella se fue de mi cuarto, dejándome sola. Unos minutos más tarde, mi celular sonó en la cama y vi que era un mensaje de Paulo, preguntándome si estaba sola. Le respondí que sí y él me pidió que hablaramos una vez más.

Busqué mi notebook para apoyarla sobre mis piernas y lo llamé por Skype, viendo su cara después de unos cuantos segundos de espera. Al principio estaba distraído mirando su celular y después me dio la atención que yo esperaba, sonriendome.

— Gorda linda, hermosa, preciosa.
—murmuró haciéndome reír.
— Me voy a enojar más seguido para que me digas cosas así todo el tiempo. —dije, a lo que él se rió.
— Siempre te digo cosas lindas. —se defendió.
— Sí, cuando me enojó o cuando me querés pedir algo. —respondí y asintió dándome la razón.

Estuvimos hablando un rato más, a lo mejor era muy de tonta enamorada pero ya no estaba tan enojada como antes e incluso me había olvidado de la situación con Antonella.

Le conté que iba a volver a Italia pronto, era quedarme acá y dejar que lo nuestro se fuera en decadencia o irme con él para poder avanzar como pareja. Mi papá ya me había hablado sobre eso y de hecho había sido quién me alentó para que me decidiera a viajar, según él no tenía que preocuparme por su salud ya que estaba siendo controlado en todo.

— Bueno amor, me tengo que poner a cocinar para después irme a dormir porque ya es tarde. —comentó bostezando.
— Quería seguir hablando con vos pero bueno, cuidate mucho. —respondí haciendo un puchero.
— No hagas eso que no te puedo dar besos, loca. —dijo haciéndome reír. — Te amo y perdón por ser tan pajero.
— Te amo y siempre voy a ser el arroz de tu pollo. —respondí y él rió.

En ese momento me di cuenta de que nunca tiene intenciones de lastimarme, lo hace inocentemente. Una vez más comprobé que era el mismo Paulo de siempre.


Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora