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Paulo

Toqué la bocina por tercera (o quizás cuarta) vez, obteniendo como respuesta un "¡Ya voy, Exequiel!" de parte de Sofía. A los pocos minutos ella salió de la casa que alquilaba desde que nos separamos y subió al auto con cara de poco amigos, pero era totalmente entendible.

— ¿Por qué tardaste tanto, mujer?—pregunté poniendome en marcha el auto.
— Porque te quería hacer esperar. —respondió así sin más.

Reí con ironía mientras miraba el camino, manejando rumbo a la clínica. En ese momento se me vino algo a la cabeza.

— ¿Esa canción es para mi? —pregunté mirándola.
— ¿Que canción? —preguntó sin mirarme.
— La que sacaste.
— No te creas tan importante. —dijo girandose para mirarme sonriendo.

Eso dolió.

No dije nada, quizás tenía razón. Permanecimos en silencio hasta que llegamos a la clínica y le abrí la puerta, pero ella ni lo agradeció. Por Dios, ella no era así. Realmente las cosas habían cambiado para ambos.

Me ofrecí a tener su pequeña mochila, colgandome la misma en los hombros y caminando a su lado con ganas de agarrarle la mano. Pero ya no podía hacer eso. En realidad podía, pero no debía.. o no debía porque me ganaría una patada en las bolas.

Sacamos un número y esperamos a que nos tocará, sentandos en bancos grupales. Quería pasar mi brazo por encima de sus hombros, pero tampoco podía. Estar separados era horrible.

Su celular sonó varias veces y ella desbloqueó el mismo, sonriendo al ver la pantalla. Tardó unos cuantos segundos en responder el mensaje que le había llegado y quise mirar con quién hablaba, pero ella lo notó. No hace falta decir que me miró mal.

Fuimos llamados por los empleados de la clínica y yo acompañé a Sofía hasta el consultorio, todavía cargando su mochila.

La persona que estaba ahí nos saludó y le preguntó unas cuantas cosas a mi ex novia, quién entendía y respondía como si hubiera aprendido italiano de la noche a la mañana. Le indicaron que se recostara sobre la camilla y dejará su abdomen descubierto, cosa que hizo con rapidez.

Le pusieron aquel gel que la hizo estremecer y me miró sin expresión alguna. La extrañaba.

En ese preciso momento nos indicaron lo que se veía en la pantalla aunque ya sabíamos que era, era nuestro hijo. Pudimos escuchar su corazón later, les juro que estuve a nada de llorar de la emoción.

Sin pensar mucho, le agarré la mano a Sofía y le dejé varios besos en la misma, pero ella estaba tan emocionada que no se quejó ni me dijo nada.

La obstreta miró el monitor con cierta concentración, mientras pasaba aquel aparato repetidas veces por el vientre de Sofía.

— ¿Pasa algo? —pregunté con preocupación.
— Eso estoy viendo. —respondió.

Traté de no preocuparme demasiado por Sofía, a quién se la veía emocionada hasta las lágrimas. La última vez que la vi así fue por tristeza y por mi culpa.

Una vez que ya terminaron de hacerle la ecografía, la obstetra nos indicó que tomaramos asiento frente a su escritorio.

— El bebé parece estar bien pero..
— ¿Pero qué? —interrumpí, razón por la que Sofía me dio un manotazo en el brazo para que me callara.
— Hay un poco de sangre afuera de la bolsa. —terminó la oración.
— ¿Y eso que significa? —preguntó la castaña.
— Yo te aconsejaría que no te hagas muchas ilusiones hasta que pases los cuatro meses. —respondió agarrandole la mano por encima del escritorio.

Asentimos un poco impactados por lo que nos acababa de decir y salimos de aquel consultorio después de habernos despedido de la obstetra. Minutos más tarde estabamos en el auto, yendonos de la clínica.

— ¿Tengo un moco? —preguntó Sofía siendo odiosa.
— Estás infumable, loca. —dije.
— Y no sé, puede ser porque tengo que verte y encima me entero que mi hijo se puede morir. —respondió casi en un grito.
— Bueno, perdón.

No dijo nada.

Y nuevamente su celular sonó, ella lo desbloqueó y respondió a los pocos segundos como ya lo había hecho antes. El semáforo estaba en verde y los autos no avanzaban, situación que aproveché para dar un bocinazo y gritar "Dale, la concha de tu madre".

Sofía me miró con bronca y quiso abrir la puerta del auto pero la misma estaba con seguro.

— Abrime la puerta. —pidió.
— No ¿estás loca? —pregunté riendo con ironía.
— Loco estás vos.
— Por vos. —respondí haciéndola carcajear y golpear con sus manos el asiento.

Estacioné el auto a la orilla de la calle, apagando el motor y ganandome la atención de Sofía. No pregunten cómo lo hice, pero logré que ella quedará sentada sobre mis piernas después de mil quejas por su parte y le robé un beso. Ella accedió.

Segundos más tarde escuché como el seguro de las puertas saltaba y Sofía me mordió el labio inferior con fuerza, haciéndome sentir un dolor increíble y presioné sus muslos con fuerza.

Muy bueno el beso, pero ya tengo a alguien más. —murmuró sonriendo para después bajarse de mis piernas.

Y así sin más se bajó del auto, tirandome un beso a la distancia. Ella quería jugar a eso, pero iba a terminar perdiendo.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora