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Sofía

Era mi primer fin de semana en Italia, con Paulo no hicimos mucho en el día. Él estaba tirado en el sillón jugando a Dios sabrá qué, puteando de vez en cuando y concentrado en la pantalla del ipad a más no poder.

Snow estaba recostado sobre mis piernas, lloriqueando pidiendome mimos. Estuve acariciando al perro unos cuantos minutos mientras hablaba con Dolores por whatsapp, contándole todo lo que ella quería saber y pidiéndole consejos sobre lo que debía hacer con respecto a mis padres. También estuve leyendo los mensajes del grupo de mi familia, pero nunca ponía nada y ahora no sería la excepción.

- ¿A qué jugas? -le pregunté mirándolo.

Silencio, no me dijo nada. Vi como se acomodaba en el sillón mientras jugaba, Snow le lamia el brazo de vez en cuando pero el moreno ni se inmutaba de lo que pasaba a su alrededor.

Me arrodillé en el sillón para acercarme más a Paulo, subiendome a su espalda y apoyandome en su hombro para ver que hacía. Su cuello estaba calentito, así que no dude ni un segundo en quedarme ahí un ratito hasta que me aburrí.

- ¿Me vas a ignorar toda la vida, mi amor? -pregunté moviendome y escuchando sus quejidos.
- Estoy jugando. -respondió con la voz ronca.
- Yo también quiero jugar. -me quejé.
- Anda a buscar tu ipad.
- Que chistoso, no tengo. -dije haciéndolo reír.

Se giró un poco en el sillón para mirarme sonriendo y me dejó un beso en los labios. Snow empezó a ladrar enojado en el piso, haciéndonos reír.

- Somos aburridos. -comentó Paulo, volviendo a jugar con ese aparato.
- Vos sos el aburrido. -respondí acariciando su pelo.
- Vos sos la aburrida. -peleó sin mirarme.

Negué riendo, eramos dos nenes. Nuestra convivencia era así, creo que los dos nos sentíamos como cuando dos nenes de cinco años se juntaban solos sin sus madres y jugabamos sin parar.

Como Paulo no pensaba en soltar su ipad para dejar de jugar, le propusé un juego dónde pudiéramos participar los dos. Le propusé jugar al "gallito ciego", según él nunca lo había jugado así que fue fácil de convecerlo e intrigarlo con eso. El primero en empezar sería él, por lo que le puse una bufanda cubriendo sus ojos y atandola en la parte de atrás de su cabeza.

Cabe decir que al principio se chocaba con todo, con el sillón, con la pared, y hasta pisó al perro. El departamento era bastante grande y aunque solamente jugaramos en el living, era amplio. En un momento me subí al sillón, acción que fue un error porque hice ruido con las almohadas y él se guió por eso.

Me abrazó por la cintura haciéndome reír y quiso darme un beso en los labios pero al estar más alta que él, terminó dejandome un beso en el pecho. Sin contar que tenía sus manos rozandome el culo, aunque eso si lo había notado porque le dio apretón mientras reía.

- Te toca. -murmuró sacándose la bufanda.
- No tan fuerte. -me quejé al sentir como me la ataba tirante, apretandome los ojos.
- ¿Ahí está bien? -preguntó aflojando, a lo que yo asentí.

Estire mis brazos y caminaba a pasos largos para ir tanteando por dónde iba, pero igual se me dificultaba. Sin querer le pegué al perro, sintiendo un peso sobre mi pierna y tapandome la boca. Podía escuchar la risa de Paulo por todos lados, no lograba descifrar dónde estaba y eso me desesperaba.

Hubiera sido divertido el haber encontrado a Paulo, pero lo único que busqué y encontré fue golpearme la muñeca al caerme al piso. El ojiverde se rió al principio, pero se alarmó cuando me empecé a quejar e intentar sacarme la bufanda de los ojos.

- ¿Qué te pasó? -preguntó aganchandose a mi altura.
- Y no sé, no estaba viendo. -respondí con ironía.
- Bueno bueno. -dijo levantandome para sentarme en el sillón.- ¿Querés que te lleve al hospital?
- No.
- Sofía. -me retó sabiendo que odiaba ir al hospital.
- Bueno. -dije lloriqueando rendida.

Y sí, definitivamente eramos unos nenes.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Where stories live. Discover now