017

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Sofía

El grito que pegó mamá me despertó al instante y al abrir los ojos pude verla parada en el marco de la puerta con las manos en su cintura, no entendía su molestia hasta que me di cuenta de que Paulo seguía en mi cama. Él también se había despertado pero permaneció callado, supuse que por la incomodidad del momento.

— Tu papá va a llegar en cualquier momento, Sofía. —murmuró con desespero y yo asentí sin saber muy bien que decir.— Me encanta que estén juntos pero no es momento de sorprender con estas cosas.
— No estamos junt..

No me dejó terminar de explicarle porque salió del cuarto y cerró la puerta murmurando cosas que no alcancé a escuchar con claridad. Al voltear vi a Paulo estático, tenía cara de recién despierto y el pelo un poco alborotado, lo que me hizo reir apesar de la situación en la que estábamos.

— ¿De que te reis? —dijo sin entender.
— De tu pelo, tonto. —respondí sonriendo.

Él también me sonrió y dejó que "peinara" su pelo con mis dedos para después acercarse lentamente hasta mi rostro, rozando nuestros labios y acariciando una de mis mejillas con su pulgar. Daba tantas vueltas que quería decirle "Dale Dybala, chapame" y al parecer él se dio cuenta de eso, puesto que me besó segundos después.

No sé cuanto tiempo estuvimos en la cama, pero en un momento nos levantamos los dos y bajamos en silencio hasta la planta baja de mi casa. Él se tenía que ir ya porque eran las nueve de la mañana, nos habíamos excedido bastante con lo de dormir y nos descubrieron, me sentía un poco avergonzada de eso. Cabe decir que se despidió de mi dándome un beso en la mejilla mientras mi mamá nos miraba expectante.

Cuando Paulo se fue, mi mamá se sentó en la barra de la cocina y me dio una tipica mirada de "quiero explicaciones". Yo agarré un vaso de la alacena de la cocina y lo llené con un jugo de naranja que había en la heladera para después sentarme a su lado.

— No pasó nada, ma.. —hablé imaginandome lo que pensaba.
— ¿Qué cosa? —preguntó haciendose la que no entendía.
— Que dormimos nada más.
— ¿Entonces no hicieron el amor? —preguntó nuevamente haciendome ahogar con el jugo.
— ¡Ma! ¿Que preguntas? —dije avergonzada.
— Era una pregunta, el sexo es algo totalmente normal. Eso sí, cuidense. —comentó haciendo expresiones de sabiduría.
— ¡Mamáaaa! Te dije que no pasó  nada.
— Bueno, bueno. —dijo alzando sus manos.

Después de aquel vergonzoso momento con mi mamá, decidí subir hasta mi cuarto para bañarme y así después podría salir con Dolores. Estuve unos cuantos minutos en la ducha, me tardé un poco porque fue el momento perfecto para pensar y reflexionar sobre lo que me estaba pasando con el tío de mi mejor amiga.

Cuando finalmente salí del baño, me vestí y arreglé lo más rápido que pude porque sabía que Dolores era bastante puntual. Escuché que alguien tocó el timbre de la casa justo cuando yo estaba poniendome los aros, por lo que me apuré y al terminar de ponermelos, agarré mis cosas para salir del cuarto. Bajé hasta la planta baja, encontrandome con mi amiga relajada en el sillón mientras miraba su celular, por lo que la agarré de los hombros y ella se asustó.

— Por fin nena. —murmuró levantándose del sillón para saludarme.
— No me tardé nada, tarada. —respondí riendo.
— Bueno dale, vamos que nos están esperando afuera.

Me quedé un poco confundida, pensé que saldríamos solas pero al parecer Romina iría con nosotras. Salí con mi mochila en los hombros y me despedi de mi mamá diciendole que comería afuera.

La camioneta de Romina estaba estacionada frente a mi casa, cuando subimos en los asientos de atrás me di cuenta de que no era la dueña la que manejaba esta vez, era Paulo. Se dio la vuelta para saludarme con un beso en la mejilla y cuando pusó el vehículo en marcha me miró por el espejo retrovisor sonriendome.

La radio estaba prendida, en la misma sonaba "New Rules" de Dua Lipa. Se me escapó una risa cuando pensé en que yo había roto todas las reglas que la canción mencionaba, lo que provocó que Dolores se volteara a mirarme y me preguntará que pasaba con la mirada, a lo que yo simplemente negué riendo.

Minutos más tarde llegamos al centro de la ciudad, por lo que tenía entendido iríamos a comprar ropa al Patio Olmos Center. Y sí, Paulo quería aparecerse en el lugar más visitado de la ciudad. El anteriormente mencionado, se bajó de la camioneta después de ponerse unos lentes, una gorra y por encima la capucha de su abrigo. Me daba risa el hecho de que no pensará en que quizás podrían reconocerlo por su lunar en la cara, o también porque siempre usaba las mismas zapatillas y la misma campera.

Entramos al mall y recorrimos la planta baja de punta a punta hasta que decidimos entrar a un local que había llamado nuestra atención. Paulo entró con nosotras y me di cuenta de que le incomodaba un poco el estar entre mujeres siendo hombre, lo que me causaba cierta gracia.

Comencé a ver la ropa mientras Dolores hacía lo mismo y Paulo estaba embobado mirando su celular, supuse que estaba hablando con Antonella y bueno, me sentí un poco mal.

Después de unos cuantos minutos, finalmente encontré algo que me gustaba y le pedí al tío de mi amiga que cuidará mis cosas. No se imaginan lo gracioso que era ver a Paulo con una mochila pequeña colgando de sus hombros, era un chiste verlo así.

Una vez en el probador, ni la música urbana que te ponen en los locales me hizo sentir linda, todo me quedaba horrible. En un momento me asomé para pedirle ayuda a Dolores, pero para mi sorpresa ella no estaba y Paulo se dio cuenta de que la estaba buscando.

— ¿Qué pasa? —preguntó guardandose el celular en bolsillo de su pantalón.
— ¿Y Dolores? —pregunté buscandola con la mirada.
— Se fue al patio de comidas, ya compró la ropa.
— ¿Qué? ¿Tanto me estoy tardando?
— Sí. —respondió riendo.
— ¿Cómo me queda esto? —pregunté nuevamente.
— A ver. —dijo entrando conmigo al probador y corriendo la cortina del mismo.

Me hizo dar una vuelta y asintió en forma de aprobación mientras se hacía el "pensativo", cuando me tuvo frente a frente pusó sus manos en mi cintura y se me quedó mirandome fijamente.

— Te queda hermoso como todo lo que usas. —murmuró a tan solo unos centímetros de mis labios.
— ¿Seguro? —volví a preguntarle.
— Seguro. —respondió con firmeza sin apartar su mirada de la mía.

Segundos más tarde tenía sus labios sobre los míos besandome dulcemente y una de sus manos fue a parar a mi mejilla, acariciandola con su dedo pulgar mientras no pensaba separarse de mi.

Escuchamos un "señor, no pueden entrar dos personas a los probadores" de parte de una de las chicas del local, lo que nos hizo separar y yo reí al darme cuenta de que nos habían retado. Él me dejó un último beso en los labios antes de sonreir y salir del probador como si nada.

Mentiría si dijera que no lo había extrañado.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Où les histoires vivent. Découvrez maintenant