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Sofía

Escuché el ruido de las llaves en la cerradura de la puerta y segundos después los ladridos de Snow, por lo que me levanté al instante de la cama. Corrí lo más rápido que pude hasta el living y casi tiró a Paulo al piso cuando mis brazos se engancharon en su cintura, abrazandolo con fuerza.

— ¿Me extrañaste? —preguntó con gracia mientras me abrazaba por los hombros.
— Copito. —respondí haciéndolo reír.— Copito mucho.
— Entonces te va a gustar lo que vamos a hacer. —contó, provocando que me separará un poco para poder mirarlo.
— ¿Qué cosa? —pregunté tratando de entender.
— Vos y yo, Montecarlo. —dijo mientras me corría un mechón de pelo de la cara.— Prepara las cosas.

Simplemente asentí y le dejé un beso en los labios antes de volver hasta el cuarto dónde había estado unos minutos antes, sacando un bolso del armario. Guardé prendas de ropa mías y de Paulo, sabiendo que él no era de hacerlo por si solo y sí, tendría que hacerlo pero bueno. Mientras yo acomodaba las cosas en el bolso, escuché que entraba al cuarto y se sentaba en la cama para sacarse las zapatillas.

Pude sentir su mirada unos cuantos segundos pero después al voltearme vi que estaba mirando su celular con seriedad y escribía rápido, me recordaba a cuando me hacía enojar por mensajes. Quizás hablaba con Antonella.

Terminé de guardar todo en el bolso, por lo que lo cerré y dejé sobre la punta de la cama. Caminé hasta dónde estaba Paulo y me senté a su lado, apoyandome en su hombro. No había querido mirar su celular (o tal vez sí) y vi que estaba hablando con su ex novia, tal cómo lo había pensado. Al parecer ella le comentaba que no volvería hasta el próximo mes y eso desesperaba a Paulo, tenía a su hijo en otro continente.

Unos minutos más tarde, ambos salimos del edificio con Snow en brazos, ya que lo dejaríamos en lo de mi suegra hasta que volvieramos. Subí al auto sentando al perro sobre mis piernas y poniendome el cinturón mientras mi novio subía los bolsos al baúl, en ese momemto le cobraba lo que él no había hecho antes con la ropa.

Una vez que él se subió al auto, emprendimos camino hasta dónde vivía Alicia y no tardamos mucho en llegar, estaba bastante cerca de nuestro departamento. Como era algo rápido, solamente Paulo se bajó del auto y agarró al perro, caminando con él en brazos mientras yo lo esperaba pacientemente.

— Ahora sí. —dijo poniéndose el cinturón y poniendo en marcha el auto, a lo que me apoyé mejor en el asiento.— No te duermas, me voy a aburrir.
— ¿Cuantos minutos son? Dejame dormir un ratito. —respondí quejandome.
— ¿Minutos? Son casi tres horas, gorda. —dijo riendo, provocando que lo mirará con los ojos bien grandes.

Con ese dato, me pusé de costado en el asiento para poder mirar mejor a Paulo y no dormirme. Él prendió la radio, por lo que comenzó a sonar música después de que unas personas de la emisora dijeran no se que cosa porque todavía no entendía muy bien el italiano.

No tengo mucho para contar, me la pasé mirándolo mientras me contaba todo lo que había hecho ese día que estuvo lejos de mi y lo que haríamos cuando llegaramos a Montecarlo, hasta que tuvimos que parar en una estación de servicio.

— ¿Vas a comprar algo para comer en el camino? —preguntó.
— Sí, no me dejes si me tardo. —respondí haciéndolo reír.

Me extendió unos cuantos billetes pero no se los agarré, podía pagarmelo yo sola. Entré al mini shop buscando las papitas que solía comer siempre y al encontrarlas las agarré para después sacar una gaseosa de una heladera. La chica que estaba en la caja verificó el precio de cada cosa y me dijo lo que tenía que pagarle,  a lo que le di los euros correspondientes. Nos despedimos con una sonrisa y salí de aquel lugar.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Where stories live. Discover now