021

6.5K 346 49
                                    

Sofía

Eran las doce y cuarto de la noche cuando escuché como alguien golpeaba el vidrio de mi ventana, por lo que con un poco de pereza me levanté de la cama para dejar pasar a la persona que todos conocíamos, Paulo.

— Me cagué de frío. —murmuró frotandose los brazos una vez que pasó a mi cuarto.
— Sí hace calor. —dije con gracia.
— Tarada. —dijo acercandose para dejar un pequeño beso en mis labios.— Dale que vamos a ver Breaking Bad.
— Si, Jacky.
— ¿Por qué me torturas con esa bosta de Luis Miguel? —preguntó sentandose en la cama y mirándome quejoso.
— La bosta sos vos que no querés ver la serie conmigo.

Se rió y palmeó la cama a un lado de él, indicandome que me recostara. Una vez ya en la cama me tapé con las sábanas y busqué el control remoto de la televisión para ponerle play a la serie. Cuando la misma empezó, me apoyé en el pecho de Paulo y él me acarició el pelo mientras mirabamos la tele concentrados.

Me había enganchado muchísimo con lo que estaba viendo y el ojiverde se me reía cada vez que gritaba algo en contra de los personajes de la serie, me enojaba muy fácilmente. Estuvimos aproximadamente unos cuarenta minutos viendo aquello hasta que comenzaron a pasar las imágenes finales y para ese entonces yo ya estaba envuelta en un mar de lágrimas, no podía creer lo mala que era la gente.

— No llores, es una serie. —murmuró Paulo riendo y acercandome más a su pecho.
— ¡Pero esto paso en serio! —respondí  girandome para mirarlo mientras levantaba los brazos molesta.
— Y bueno, pobre Luismi. —habló intentando consolarme y haciendome reír como tonta.

Los créditos de la serie aparecieron en la pantalla acompañados de una canción del artista, a lo que Paulo bostezó recostandose más en la cama pero no iba a salir tan fácilmente de aquella situación.

— ¡Cuando calienta el sooool, aquí en la playaaaa!
— Medicate loca. —dijo Paulo riendo mientras negaba con la cabeza.
— Loquita por vos. —hablé.
— ¿Sí? —preguntó, a lo que yo asentí con la cabeza.

Segundos después pasó lo obvio, me besó dulcemente mientras sus manos estaban aferradas en mi cintura y poco a poco giró en la cama quedando encima de mi cuerpo. Se separó de mis labios para rozar nuestras narices mientras que con sus manos me acariciaba la cintura, para acto seguido meterlas abajo de mi remera y hacer contacto directo con mi piel que hervia bajo las sábanas.

Buscó mi mirada pidiéndome la aprobación para seguir y yo le sonreí mientras le acariciaba dulcemente la nuca. Me devolvió la sonrisa antes de volver a besar mis labios pero con más intensidad mientras subía mi remera lentamente, obligandonos a separarnos una vez más hasta que pudo sacarme aquella prenda.

Podría haberme sentido mal en ese momento, por Antonella y por todas las mentiras que Paulo le decía diariamente mientras tenía algo conmigo, pero había deseado tanto volver a tenerlo en mi vida que no fui capaz de razonar.

Los labios de Paulo viajaron desde mi hombro hasta el puente de mi cuello, erizandome la piel y provocando que mi cuerpo se removiera un poco en la cama. Mis manos se fueron hasta su espalda, acariciando la misma por debajo de su remera y sintiendo su suave piel. Minutos más tarde, los dos estabamos completamente desnudos abajo de las sábanas y el hombre que había amado desde los quince años, se posicionó entre mis piernas mientras me miraba fijamente.

Mis ojos se cerraron al instante de haberlo sentido invadir mi cuerpo y los abrí segundos después, encontrandome con sus hermosos ojos mirandome fijamente. Era increíble lo que me hacía sentir, pero no solamente en el ámbito sexual, sino en la forma en la que llenaba el pecho de amor. Podía sentir las típicas "mariposas" en el estómago.

En un momento se apoyó en mi hombro mientras seguía moviéndose y pude sentir como su frente estaba completamente sudada. Las últimas  embestidas me hicieron suspirar y provocaron que mi espalda se arqueara sobre el colchón, sin contar que Paulo tuvo que besarme varias veces para callar los gemidos que se me escapaban.

— Sos hermosa. —murmuró un poco agitado mientras me miraba.

Simplemente sonreí, me había quedado sin palabras y no caía en lo que había pasado. Tuvieron que pasar unos minutos para darme cuenta de que realmente habíamos terminado de esa forma en la cama y me reí viendo que la serie había vuelto a comenzar en la televisión, el control remoto había quedado en la cama y bueno..

El peligris se removió en la cama y se recosto a mi lado, agarrandome de la cintura y obligandome a apoyarme en su pecho. Me tapó con las sabanas al darse cuenta de que el frío nos golpeaba fuertemente una vez más y yo más que feliz me aferré a él.

Que hermoso déjà vu.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora