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Paulo

Después de aquella noche en su casa no volví a verla hasta el lunes, Romina me dejó su auto para que pasará a buscar a Dolores a la facultad y claramente Sofía también estaba con ella allá. Al principio se negó a querer volver con nosotros, excusandose de que tenía que hacer unas cosas antes de volver pero mi sobrina finalmente pudo convencerla. Sinceramente eso me dejo más tranquilo, hacía frío y las calles estaban bastante oscuras a esa hora.

— Cambia esa música, por Dios. —dijo Dolores estirandose desde el asiento de atrás para cambiar la radio.
— Tu mamá la dejó ahí. —respondí defendiendome.
— Si, claro. Y no la cambiaste en todo el camino. —dijo riendo y negando.

No me sorprendió para nada cuando escuché que había puesto cumbia, siempre escuchaba lo mismo pero yo no le decía nada porque sabía que me iba a comer una piña. Sofía también  iba atrás, pero a diferencia de mi sobrina ella iba en completo silencio mirando su celular y de vez en cuando despegando la vista de la pantalla para mirar por la ventanilla del auto.

Mi celular comenzó a sonar en el bolsillo delantero de mi pantalón, por lo que tuve que moverme un poco en el asiento para poder sacarlo y ver que se trataba de una llamada, era Antonella.

— ¿Amor? —dijo ella apenas atendí.
— Sí ¿Qué pasa? —pregunté con seriedad, sabía que Sofía estaba escuchando.
— Te extrañoooo gordo. —se quejó.
— Yo también. —respondí mientras cambiaba el celular de mano.
— ¿Pasa algo?
— No, no. Estoy manejando ¿hablamos después? —pregunté rezando para que no se enojara.
— Bueno, hablamos después. Te amo.
— Yo más.

Corté la llamada dejando el celular en el asiento del copiloto y seguí manejando mientras sentía la mirada de las chicas atrás, supongo que habían quedado intrigadas con lo de la llamada. Minutos más tarde llegamos a la casa de Romina y estacioné la camioneta en la calle, dejandola frente a la casa.

Bajé activando el seguro y vi como Sofía saludaba a Dolores, por lo que supuse que se iría a su casa. Me miró un segundo sonriendo y siguió caminando para cruzar la calle hasta llegar a su hogar.

Con Dolores entramos a lo de Romina y nos encontramos con Lautaro, quién estaba jugando con una pelota mientras su mamá le gritaba que iba a romper algo. Riendo me tiré en el sillón a ver mi celular y entré a Instagram, hacía unos días había empezado a seguir a Sofía y podía ver sus historias. Había subido una foto con Dolores en el auto y como siempre, de alguna u otra manera yo terminaba saliendo en el fondo. Mi hombro en la foto no importaba, los ojos de Sofía resaltaban y me dejaban completamente embobado.

— Que hermosa es. —dijo Lautaro sentandose a mi lado y asustandome.— Y mía.
— No es mi tipo. —respondí haciéndome el tonto y pasando la historia.
— Eso lo sé, a mi tío le gustan las modelos ¿No? —preguntó con la típica sonrisa de pajero, a lo que yo asentí para no levantar sospechas.

Fue incómodo, bastante, pero traté de olvidarme de ese momento. Más tarde, nos encontrabamos en la mesa cenando lo que mi mamá y mi ex cuñada habían cocinado. Como todas las noches, comíamos entre charlas y después nos organizabamos para lavar todo lo que había sido ensuciado anteriormente. Cuando todo estuvo limpio y ordenado, decidí abrigarme un poco para salir un rato a tomar aire afuera.

Me senté en el escalón de la entrada y me quedé mirando la calle vacía. Muy pocos autos pasaban por ahí, el invierno causaba que la gente prefiera quedarse todo el día adentro y no pisar la calle si no era porque realmente lo necesitaba.

En un momento vi a una persona caminar por la vereda de enfrente, colgaba la funda de una guitarra sobre sus hombros y tenía puesta una capucha, por lo que no pude ver muy bien su cara. Se paró en seco frente a la casa de Sofía, ahí me di cuenta de que era ella y corrí para aprovechar ese momento, quería que hablaramos.

— ¡Sofía! —grité después de haber cruzado la calle y estar frente a su casa.
— ¿Qué querés, Paulo? —preguntó dandose la vuelta para mirarme y cerrar la puerta.
— Hablar.. —respondí acercandome más a ella.
— No tenemos que hablar de nada. —dijo evitando mi mirada, mirando el piso.
— ¿Me amas? —pregunté provocando que ella levantará la vista y me mirará.
— No importa, no tiene sentido darte una respuesta. —respondió sacándose la capucha de su abrigo.
— ¿Por qué?
— Tenes novia, es irrelevante si te amo o no. Pensá en ella. —respondió mirándome fijamente.— No sigas con esto, no tiene sentido.
— Fuiste vos la que me dijo que me amaba. —dije un poco molesto.
— ¡Sí! ¡Te amo! ¿Pero de qué te sirve saberlo? —respondió indignada y bufó.
— Yo puedo..
— ¿Qué vas a hacer? ¿Dejar a Antonella? No me creo tus mentiras, ya me lastimaste una vez y no voy a permitirte que lo hagas otra vez. Buenas noches. —dijo negando y se dio la vuelta para entrar a su casa.

Me quedé parado frente a la puerta sin creer lo que había pasado, sin creer en que ella ya no confiaba en mis palabras y me tenía como un monstruo. Me llevé las manos al pelo pensando en lo mucho que me odiaba por ser tan egoísta, por no haberla llamado ni buscado cuando tuve la oportunidad y ella no me odiaba.

Quería tener una máquina del tiempo para poder viajar al pasado y hacer las cosas bien.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Where stories live. Discover now