056

4.2K 247 15
                                    

Sofía

Apenas llegué a Turín en compañía de mi hermosisima suegra, me tiré en la cama sintiendo hambre pero el sueño pudo más y me quedé dormida casi al instante. Me desperté horas después al sentir como alguien me dejaba besos en el cuello y al comenzar a moverme en la cama, escuché una risita que conocía bastante bien.

— ¿Que hora es? —pregunté frotandome los ojos con mis manos.
— Las cinco. —respondió sacándose el calzado.
— ¿Para que me despertas? —pregunté nuevamente quejandome y tapandome con las sábanas.
— Para que me dieras mimitos. —dijo con gracia, haciéndome reír.

Segundos después sentí como se movía en la cama hasta que finalmente me abrazó por detrás y se quedó quieto, pasando mi brazo por mi cintura y apoyandose en mi hombro. Podía sentir su respiración chocar contra mi piel, provocando un leve cosquilleo y relajandome una vez más al tenerlo cerca.

No tardamos mucho en quedarnos dormidos y como siempre, él fue quién me despertó horas después. Nos levantamos juntos, haciendo nuestra rutina mañanera en el baño (si, juntos) y fuimos hasta la cocina para desayunar algo antes de salir a almorzar afuera.

Cuando finalmente terminamos de tomar el té con bizcochos, salimos en el auto en busqueda de mi querida suegra y su segundo hijo, Mariano. Los hermanos iban adelante charlando de sus cosas mientras que con Alicia hablábamos de las nuestras, riendo al recordar anécdotas de mi adolescencia con Paulo.

Tardamos unos cuantos minutos en llegar a destino y nos bajamos para entrar al restaurante. El ojiverde me agarraba de la mano como si no quisiera soltarme en ningún momento, me sentí cómo cuando era más chica y caminaba de esa forma con mi papá.

Paulo habló con un chico del lugar y después de asentir repetidas veces en forma de compresión, nos hizo caminar hasta una mesa que estaba a unos cuantos metros de nosotros. La mesa era de forma circular, por lo que ninguno quedaba lejos del otro y yo me senté a la izquierda de mi novio. Mariano estaba del lado derecho del mismo, teniendo a Alicia a su derecha.

— ¿Que vas a querer? —preguntó girandose para mirarme.
— No sé.. —respondí mirando la carta del lugar.— Lo mismo que vos, no conozco mucho de acá.

Él rió asintiendo y dejó un beso en mi mejilla, ganándose la atención de su mamá. La anteriormente mencionada nos miró con una sonrisa y yo le sonreí de la misma forma.

El mozo apareció para tomar los pedidos y se fue, para dejarlos en la cocina. Durante la espera me sentí observada, pero no precisamente por las personas que estaban adentro del restaurante y por esa razón miré por los ventanales un poco incómoda.

— ¿Que pasa? —preguntó Paulo, abrazandome por los hombros. Yo simplemente negué con la cabeza para restarle importancia a la situación.

Minutos más tarde nuestra comida llegó a la mesa y yo me alejé del cuerpo de Paulo, sentandome bien en la silla. No tenía idea de lo que él había pedido para mi pero me encantó apenas lo probé, tanto que hasta Alicia se rió al verme tan satisfecha con la comida.

Ni hablar del postre, no era muy fan del helado de chocolate pero en ese momento se me había antojado kilos del mismo y fue imposible no pedirlo.

Después de terminar con el postre, nos quedamos unos minutos en el restaurante hasta que decidimos irnos y seguir nuestro recorrido por la ciudad para que yo conociera un poco más.

Apenas pisamos el exterior, unos cuantos hombres con cámaras profesionales en sus manos nos esperaban impacientes y comenzaron a gritar cosas en italiano que no entendía, pero una pregunta se me hizo fácil de descifrar.

"¿La tua fidanzata é incita?" {¿Tu novia está embarazada?} preguntó uno de los tantos hombres que estaban ahí.

Paulo ignoró aquella pregunta, simplemente caminando agarrado de mi mano como si nada y yo lo miré un poco angustiada. Pero tenía una duda.. ¿Por qué preguntaban eso? ¿Había rumores?

A medida que seguíamos con nuestro recorrido por las calles de Turín, la prensa desaparecía y nosotros pudimos seguir caminando con tranquilidad una vez más.

— A veces son un poco intensos. —habló mi suegra, a lo que asentí un poco confundida por lo que acababa de pasar.
— Cuando ven tanta facha junta. —dijo Mariano, haciéndola reír.
— Por mi. —siguió Paulo.— Vos ya estás para el pami, hermano.

Los minutos pasaron y después de recorrer varias calles, decidimos volver al departamento. No sin antes dejar a mi suegra y a mi cuñado en el suyo.

Apenas abrimos la puerta de nuestro departamento, Snow corrió hasta nosotros mientras ladraba y saltaba en dos patas para poder alcanzar a Paulo. Obviamente que el papá de aquel animal no le dio mucha pelota porque no era de apegarse a las mascotas y siguió caminando hasta llegar al sillón del living. Cosa que yo imité después de haberle dado la comida al perro.

Al sentarme a su lado me di cuenta de que no le prestaba atención a lo que estaban pasando en la televisión y estaba mirando a un punto fijo completamente distraído. Le dejé besos en el cuello, haciéndolo reaccionar y sonreír al instante.

— ¿Estás cansada? —preguntó mientras corría un mechón de pelo de mi cara, a lo que yo respondí afirmandolo con un sonido de mi garganta.— ¿Tomaste la pastilla?
— No.. —respondí mirándolo al acordarme y él negó con su cabeza.— Me olvidé.
— ¿Voy a tener que metertela en la boca todas las mañanas? —preguntó.
— Eso sonó feo. —respondí riendo.
— Que mal pensada. —habló  rozando su nariz con la mía.
— Vos lo dijiste.
— Vos lo mal pensaste. —dijo a centímetros de mi cara.—
— Beseme, señor Dybala. —dije haciéndolo reír.
— Lo que usted desee. —respondió.

Y me besó sin hacerse rogar mucho.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Where stories live. Discover now