epílogo

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Paulo
24 de abril del 2019
Córdoba, Argentina

Caminaba de un lado para el otro por el largo pasillo de aquella clínica dónde había pasado horas y seguiría estando ahí un tiempo más. Mi mamá me miraba desde su silla mientras sus manos estaban juntas y podía verla susurrar algo, haciéndome suponer que rezaba.

Sofía estaba en la sala de partos. Nos sorprendió a la madrugada diciéndonos que su bolsa se había roto y estaba nerviosa, le temblaba absolutamente todo. Se la pasó llorando todo el viaje desde la casa de Romina hasta la clínica, mi mamá intentaba calmarla pero era una tarea casi imposible.

Cuando llegamos tuvimos que esperar a que se ocuparán de ella hasta que los médicos se la llevaron y después de eso tuvimos que seguir esperando a que cumpliera con la dilatación que necesitaba para poder llevar adelante el parto.

Ver sufrir a Sofía me dolía bastante, sin importar cuál era la razón de sus dolores. Quería hacerla sentir mejor pero las contracciones se volvieron casi inaguantables para ella y fue ahí cuando decidieron llevarsela a la sala de partos.

— Hijo, deja de caminar tanto que me pones nerviosa a mi también. —murmuró mi mamá desde su lugar.

Reí casi sin ánimos puesto que no podía dejar de pensar en Sofía.

Me senté al lado de mi mamá y cuando ella me abrazó fue imposible no ponerme más sentimental de lo normal, lloré como un nene.

— ¿Por qué lloras, mi vida? —preguntó acariciandome el pelo.
— Porque sí. Porque es mi nena, tengo mucho miedo. —respondí entre sollozos.
— Ella va a estar bien, ya vas a ver. —intento calmarme dejando un beso en mi frente, a lo que asentí tratando de pensar en eso.

Minutos más tarde llegaron Dolores y Lauraro, acompañados por Romina. Mi sobrino se acercó para darme unas palmadas en la espalda y su hermana se sentó a mi lado, apoyándose en mi con cariño.

— ¿Por qué no entraste? ¿Te cagaste? —preguntó Lautaro con gracia.
— Sofía no quiso que entrará, estaba como loca. —respondí haciéndolo reír.
— Es lógico que no quiera verte, por tu culpa va a parir un bebé por la con..

No terminó de hablar porque Dolores lo miró con la típica mirada de "te callas o te pego" y él no quiso volver a hablar.

Llegó un momento en el que no pude soportar la espera y me decidí a entrar con Sofía sin importar lo que pasará ahí adentro (incluso ignorando el hecho de que podía descompensarme).

— ¿Vas a entrar? —preguntó mi mamá al verme parado, a lo que asentí.
— Suerte tíoooo. —ánimo Dolores sonriente.

Busqué a alguna enfermera que pudiera ayudarme y me obligaron a ponerme una bata celeste al igual que un gorro del mismo color. Ya de esa forma pude entrar acompañado de la persona que me había ayudado a vestirme para la ocasión y al estar dentro no supe que hacer.

Escuché gritos por parte de Sofía y fue hasta ahí dónde caminé, parandome a su lado un poco atontado por todo. Ella no había notado mi presencia hasta que le toqué la frente y corrí su pelo al ver que estaba transpirando muchísimo.

— ¿Que haces acá? —preguntó girandose con los ojos llorosos y su frente arrugada.
— No sé, la verdad no sé. —respondí haciendo reír a su mamá, quién estaba a su lado.

En un momento Sofía me agarró del brazo, presionandolo con mucha fuerza mientras cerraba los ojos y gritaba en medio del llanto.

— ¡Sofía puja, no falta nada!  —la ánimo el partero desde su lugar.
— No puedo. —murmuró la castaña bajito, lloriqueando.
— Ya estás acá hija, dale. —le dijo mi suegra acariciandole la frente.

Sofía hizo fuerza hasta con sus dientes, a lo que la alentaron para que siguiera haciendo lo mismo. "Ya le veo la cabeza, un poco más y ya está" escuchamos antes de que mi mujer pudiera terminar de parir a nuestro hijo.

Un llanto nos hizo sonreír con mi suegra y Sofía se apoyó en mi hombro, sintiéndose completamente cansada. Las personas que estaban ahí le cortaron el cordón umbilical y seguido de esto nos pasaron a Benicio, el nuevo integrante de la familia.

Así, todo sucio y con los ojos cerrados, me parecía el bebé más hermoso del mundo.

— Se parece a Paulo. —dijo Patricia, acariciandole la mejilla.
— No sé parece ni un poquito a mi, que injusto. —se quejó Sofía un poco agitada.

Un poco más tarde, después de que Sofía saliera de la sala de partos, ya nos encontrabamos en la habitación con el bebé.

El mismo empezó a lloriquear agitando sus manitos y pies, haciéndonos saber que estaba molesto por algo. Ese algo era que tenía hambre. Con un poco de miedo, la reciente mamá dejó su pecho a la vista y acercó a Benicio hasta el mismo para poder amamantarlo.

Costó un poco que se aferrara a él, pero en el instante que lo hizo Sofía se quejó por el dolor y desesperada buscó mi mano para presionarla una vez más.

— ¿Te duele mucho? —le preguntó mi suegra desde la puerta de la habitación, a lo que respondió asintiendo con los ojos llorosos.

Me quedé a su lado, acariciandole el pelo con mi mano libre mientras ella presionaba con fuerza la otra y mantenía su mandíbula tensa por no querer sentir más dolor. Suspiró pesadamente unas cuantas veces, apoyándose bien en la almohada de la camilla y cerrando sus ojos.

Estuvimos solos hasta que se permitieron las visitas, dejando pasar al resto de mi familia. Mi mamá entró sonriendo de oreja a oreja y casi le da un infarto cuando vio a su nieto, desde unos metros de distancia se quedó completamente helada al verlo.

Reaccionó con lágrimas en los ojos y se acercó lentamente hasta nosotros, asomando su cabeza para poder verle bien la carita a Benicio.

— Que chiquitito preciosoooo. —murmuró acariciandole la mejilla mientras él estaba pegado al pecho de su mamá.

Se escuchó el ruido de la puerta y segundos después entraron mis sobrinos con bolsas en sus manos, sonriendo de oreja a oreja al igual que su abuela.

Mi mamá se hizo a un lado para que ellos pudieran verlo también y Dolores hacía gestos graciosos mientras miraba a su ahijado con ternura.

— Se parece al tío. —opinó la morocha señalandome.
— Cagamos. —agregó Lautaro, haciendo reír a Sofía.
— Callate, rizitos de oro. —respondí ganandome una fea mirada de su parte.

Me sentía raro, muchas cosas en mi habían cambiado desde que estuve en esa sala de partos y todavía no podía creer lo que estaba viviendo.

— Te amo mucho, Paulo. —murmuró Sofía, llamando la atención de todos.
— Yo más. —respondí casi en un susurro con un poco de vergüenza.
— Aw, los tortolitos. —murmuró con gracia mi sobrina.

Le susurré un "tu hermanita te está esperando" a Benicio y él sonrió, alejandose del pecho de su mamá.

Miré a Sofía con nuestro hijo en brazos y fue inevitable no pensar en todo lo vivido hasta ese momento. Nunca me hubiera imaginado esta situación juntos, cuando fue mi novia en la adolescencia no pensaba en esto.

Y esa fue la prueba de que Sofía era el amor de mi vida porque era capaz de hacerme vivir lo impensable.

♡♡♡



Lo iba a subir mañana porque es muy tarde, pero no me pude aguantar las ganas así que lo subí ahora. Puede que sea un epílogo bastante choto, pero me parece que el amor de Paulo y Sofía se ve reflejado durante toda la historia 💞 G'night babys, duerman biennnn.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Where stories live. Discover now