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Sofía

La llegada de Dolores a Italia me había hecho un poquitito más feliz de lo que ya lo era y no quería despegarme ni un segundo de ella, por lo que nos divertimos durante la hora de la siesta con juegos de mesa.

— Yo me voy a dormir un rato, gorda. —dijo Paulo parandose y bostezando.
— Bueno.. —respondí mirándolo desde el piso.

Él me dejó un beso en los labios antes de irse del living y dejarme sola con su sobrina, quién miraba expectante la ida de su tío. Cuando Paulo finalmente entró al cuarto, Dolores se giró y me miró mientras levantaba las cejas.

— Bueno, ahora sí. —habló frotando sus manos.— Contame todo.
— ¿De qué? —pregunté sin mirarla.
— Del baby Dybala. —respondió con obviedad, a lo que yo reí.— ¿Estás o no estás?
— Mm, adivina. —la molesté, provocando que bufara.
— ¿Si o no? Sofía, la concha de la lora. —dijo insistente.
— Veni.

Me levanté del piso y le extendi mi mano para ayudarla a levantarse. La tironee del brazo, haciendola cruzar por el living hasta finalmente llegar al pasillo de los cuartos y entré con ella al baño, cerrando la puerta.

Abrí el cajón del mueble del lavamanos y saqué aquella cajita que había guardado unos pocos días antes, haciéndola chillar de emoción. Desesperada me arrebato la caja de las manos y sacó el test, saltando y chillando de emoción al ver el resultado. Positivo.

¡Estoy tan feliz por vos! —dijo antes de abrazarme.

Después de aquel momento en el baño con mi mejor amiga, salimos juntas y volvimos al living para seguir con lo que estábamos haciendo antes.

— Obvio que yo soy la madrina. —murmuró bajito mientras tiraba los dados.
— Tenés que ganartelo. —respondí.
— Te prometo que le voy a cambiar los pañales con caca, limpiarle el vomito y cuidarlo cuando quieras salir. —respondió haciéndome reír.— Antes muerta que dejar que la elijas a Ana.
— ¡Que competitiva! —dijo riendo y provocando lo mismo en ella.

Estuvimos toda la tarde jugando y riendo, hasta que Paulo se levantó apareciendo en el living. Se sentó atrás mío en el sillón, asomando su cabeza por encima de mi hombro para ver que estaba haciendo y me giré para mirarlo, a lo que él sonrió antes de dejarme un beso en los labios.

Dolores nos vio e hizo una mueca de asco, haciéndonos reír.

Como el hombre que tenía atrás no quería sumarse a jugar con nosotras, decidimos guardar todo y sacar el equipo del mate. Pusimos agua a calentar en la cocina y durante la espera Dolores me habló de cómo estaban las cosas en Córdoba, me alegró mucho el saber que mi papá realmente se veía bien. Podía llamarlo y todo, pero no verlo ni verificar que no me mentía sobre su bienestar.

La pava silbó y apagué el anafe al instante, para después buscar el termo. Pase el agua al mismo mientras mi amiga se encargaba de llevar todo lo demás al living y cuando terminé, fui hasta dónde estaba ella.

— ¿Dormiste bien? —le pregunté a Paulo, sentandome a su lado en el sillón y dejando el termo en la mesita ratonera.
— Sí, no quería levantarme. —dijo pasandose la mano por el pelo.
— De diez entonces, ceba los mates. —dije palmeando su espalda y haciendo reír a Dolores, a lo que él se quejó.— Dale gordo.

Asintió repetidas veces con la cabeza antes de empezar a preparar el mate, el mejor novio del mundo lo tenía yo.

El señor Dybala fue quién estuvo cebando los mates hasta que el agua se acabo, cabe decir que su queridísima sobrina lo miraba con una sonrisa en el rostro y se le dificultaba muchísimo el disimular la felicidad de mi embarazo aunque él no lo entendiera. O eso creía.

Siendo viernes, apenas el sol se escondió, Paulo quiso salir a tomar algo a la Piazza San Carlo, dónde vivíamos. Me había dado cierta impotencia que se le ocurriera aquella idea justo cuando yo no podía tomar alcohol, parecía que lo hacía a propósito.

Después de darnos una ducha y arreglarnos con Dolores, agarramos nuestras cosas para salir.

Una vez afuera del edificio, Paulo me dio su brazo para que me aferrará a él mientras su sobrina caminaba a unos cuantos pasos adelante de nosotros.

— Me encanta estar acá. —confesó la anteriormente mencionada.
— A mi también. —dije, a lo que se giró para sonreirme.

Caminamos un rato largo hasta que decidimos sentarnos a comer y por eso mismo paramos en un restobar, sentandonos al aire libre. Pedimos unas pizzas para disfrutar de aquella comida tan típica en Italia y esperamos a que nos trajeran la misma. Por suerte no tuvimos que esperar mucho y a los pocos minutos ya teníamos la cena sobre la mesa.

Maldecí interiormente cuando vi que servían cerveza en mi vaso y me incomodé muchísimo, cosa que Dolores notó.

— Se te va a calentar. —indicó Paulo en el medio de la comida, señalando mi vaso.
— No teng..
— Me parece que Sofi tiene algo que contar ¿No? —habló Dolores interrumpiendo y ganandose una fea mirada de mi parte.
— Sí, que te voy a matar. —respondí haciéndola reír mientras negaba con su cabeza.
— ¿Qué cosa, amor? —preguntó Paulo, derritiendome el corazón.
— Bueno.. ¿Te acordas que el otro día me sentía mal? —pregunté y él asintió.— Es porque estoy emb..
— Embarazada. —terminó la oración sonriendo, dejándome sorprendida.

No tenía idea de cómo sabía eso antes de que yo se lo comunicará, a los segundos miré a Dolores amenazante y ella levantó los brazos con inocencia mientras murmuraba un "yo no dije nada".

— Lo dejaste en el cajón. —murmuró Paulo riendo.
— ¡Nunca abrís ese cajón! —respondí.
— Ayer sí. —respondió sonriendo y abrazandome por los hombros.
— Te amo mucho. —dije siendo completamente sentimental.
— Sos lo mejor que me pasó. —confesó en mi oído, haciéndome lagrimear.

Lo miré con los ojos aguados y él me miró con la típica sonrisa de seguridad que siempre mostraba.

— No sé que piensan ustedes, pero esta es una buena ocasión para brindar y bajarme el vaso de birra.—habló Dolores haciéndonos reír.

El tema de la maternidad me daba muchísimo miedo, pero esperaba perder aquella sensación pronto. Esperaba que Paulo no se cansara de mi después de esto.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora