075

4.4K 248 42
                                    

Sofía
11 de Octubre del 2018
Arabia Saudita

Viajé hasta dicho país en compañía de Paulo y mi mamá, quién me hizo poner histérica durante el viaje con sus miedos a que el avión se cayera. En ese momento entendí todo lo que tuvo que soportar mi novio conmigo.

Cuando llegamos Paulo tuvo que irse con la selección para poder empezar con los entrenamientos antes de que tuviera que diputar el partido contra Irak.

Por mi parte, decidí conocer un poco más la tierra dónde estaba y me impresionaba con cada cosa que descubría.

Ni hablar cuando antes de ingresar al estadio dónde estaría jugando la selección, me enteré de que las mujeres tenían que estar separadas de los hombres en las gradas e incluso hasta hacía un tiempo atrás no tenían permitido ingresar las féminas.

— ¿Puedo prender fuego a los gobernantes de este país? Que machistas de mierda. —me quejé buscando una butaca disponible.
— No digas eso, ya veo que nos tiran una bomba. —dijo mi mamá con maldad.
— Que se bombardeen el orto. —murmuré indignada, haciéndola reír.

Una vez que encontramos un lugar libre dónde sentarnos, nos quedamos hablando de diversos temas hasta que ambas selecciones salieron a la cancha.

El calor era increíble, me sudaba todo con la camiseta puesta y trataba de tomar mucha agua para hidratarme. Era de noche pero no corría ni un poco de aire fresco.

— ¿Paulo de titular? —preguntó mi mamá, a lo que asentí.

Vi al mencionado salir en fila junto a sus compañeros, con una seriedad increíble. Minutos más tarde el partido había comenzado y puedo decir que aunque no hubiese casi ningún argentino en el lugar, la mayoría de las personas que estaban en la tribuna vestían celeste y blanco.

Ni que decir cuando Lautaro Martínez marcó el primer gol de cabeza, volviendo loco a todos en aquel estadio y haciéndome levantar de mi butaca insconcientemente por la adrenalina del momento.

Cuando ya todos nos calmamos, el partido siguió y los minutos pasaron con rapidez, dando por terminado el primer tiempo.

— Esa música me da miedo ¿No pasan Damas Gratis acá? —pregunté al escuchar la música que sonaba por los altavoces.
— Que pongan Montaner, la cima del cielo. —dijo con una mano en el pecho y mordiendose el labio.
— Ay mamá, Paulo llega escuchar ese tema acá y se pega un tiro en las bolas. —murmuré haciéndola reír.
— Pobre, lo cansé toda la semana. —dijo, a lo que asentí.

Minutos más tarde de haber empezado el segundo tiempo del partido, una vez más nuestra selección lograba que la pelota diera con fuerza contra la red del arco iraquí y conviertieran un gol.

Como ya había pasado anteriormente, la gente que estaba presente gritaba y aplaudia con euforia al seleccionado argentino.

— ¡Paulo, la puta que te par..

No terminé la oración porque mi mamá me tapó la boca con sus manos riendo y negando, no quería que insultara a mi suegra. Me sentí mal unos segundos al pensar en la pobre Alicia.

— ¿No era que no te gustaba el fútbol? —preguntó mi mamá.
— Siempre lo dije para que no me relacionaran con Paulo, era molesto y me dolía. —murmuré acordándome.
— Pobre mi bebé. —dijo mi mamá dejándome un beso en mi coronilla.

Unas chicas que estaban atrás de nosotras nos hablaron pero no le entendíamos absolutamente nada y encima ellas no nos tiraban ni una palabra en inglés por lo menos. Tardamos en darnos cuenta de que querían una foto conmigo al haberme reconocido por ser la mujer de Paulo Dybala, sin ser egoista dejé que mi mamá también saliera en la foto y después nos despedimos de las chicas.

Dos goles más se agregaron al marcador, finalizando el encuentro en 4 a 0 a favor nuestro. 
Como siempre, intenté buscar la forma de encontrarme con Paulo ya que no había podido verlo antes y me moría de ganas de tenerlo cerca.

— ¿Estás segura que podemos entrar? —preguntó mi mamá siguiendome.
— Mamá, estás hablando con la futura esposa de Paulo Exequiel Dybala. —respondí con gracia.

Pudimos entrar al túnel de los vestuarios, tratando de ser lo más cautelosas posible y vi a Paulo caminando con seriedad, siendo acompañado por Leo Paredes.

Al verlo no me pude aguantar las ganas de tirarme encima de él, abrazandolo por el cuello y sintiendo su sudor tocar mi cuerpo. Él me devolvió el abrazo un poco sorprendido, pasando sus brazos por mi cintura y aferrandome a su cuerpo. Me dejó un beso en el cuello que me hizo cosquillas y provocó que una risa se me escapará de los labios.

— ¿Que haces acá? —preguntó riendo.
— No preguntes, Dybala. —respondí.— Dame un beso.
— Estoy todo sucio. —murmuró con vergüenza.

Él no lo iba a hacer por vergüenza, así que puse mis manos en sus mejillas y lo besé con dulzura sin importar lo sucio que él podía llegar a estar. Toqué su pelo y estaba mojado, lo que lo hizo sonreír sobre mis labios con gracia.

Nos separamos y él saludó a mi mamá tratando de no ensuciarla.

— Tengo un calor, siento que muero. —murmuré quejandome.
— ¿Y yo? No sabes cómo tengo los huevos. —respondió haciéndonos reír.

Después de eso nos despedimos y él se agachó poniéndose de cuclillas para dejar un beso en mi vientre. La camiseta ya me quedaba bastante ajustada en esa zona y me hacía sentir un poco incómoda.

— Nos vemos después, te amo. —dijo abrazandome por la cintura.
— Te amo mucho. —murmuré completamente enamorada.
— Yo también te amo, un montón. —respondió mirándome para después dejar un casto beso en mis labios.— Pero tu mamá te está esperando, anda.

Asentí y le di un último beso antes de caminar hasta dónde estaba mi mamá esperandome, mirandonos con ternura. Me abrazó por los hombros dulcemente, haciéndome sentir como su nena una vez más y nos alejamos de Paulo.

Yo con ese hombre quería todo.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora