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Paulo

El viernes por la mañana me fui a entrenar y cuando volví me encontré a mi novia cocinando, justo lo que yo extrañaba. Tiré las llaves en el mueble del recibidor del departamento, causando un estruendo y provocando que la anteriormente nombrada diera un salto en su lugar para después mirarme con cierto enojo al verme reír por su reacción.

Cabe decir que apenas hice dos pasos, el perro empezó a seguirme y querer morderme los cordones de las zapatillas, por lo que moví mis pies para alejarlo. En una de esas sacudidas le pegué una patada sin querer y el pobre chilló.

— ¿Qué le hiciste a mi bebé? —preguntó Sofía arrodillandose.
— Me anda siguiendo y sin querer le pegué. —respondí elevando los hombros.
— Ay este papá que te tocó. —murmuró bajito mientras acariciaba al animal.

Mi nariz logró percibir el olor a salsa en la cocina, por lo que aproveché la distracción de mi novia para cortar un pedazo de pan y meterlo en la olla con salsa. Me quemé un poco la lengua por la temperatura de la misma y al quejarme de eso sentí una risita que conocía bastante bien atrás mío.

La castaña se levantó del piso y se lavó las manos para después seguir con lo que estaba haciendo en la cocina. Mientras tanto yo me fui al cuarto para tirar mi bolsito sobre la cama y revisar las notificaciones del celular mientras reía al escuchar como mi novia le seguía hablando al perro.

Tenía unos cuantos mensajes de Antonella, los cuáles respondí al instante que los vi para evitar problemas, y otros del Pipa. Aunque seguíamos siendo buenos amigos y compinches en casi todo, extrañaba compartir ciertas cosas con él. Triunfos por ejemplo.

Escuché un "veni a comer" de Sofía y me levanté de la cama para ir hasta la cocina. La ayudé a poner la mesa como siempre, repartiendo los vasos y los cubiertos. Ella sirvió la comida, llenandome el plato de tallarines con salsa y se me hizo agua la boca.

En medio de la comida ella comentó algo:

— Me quiero tatuar. —dijo ganándose mi atención.
— ¿Mi nombre? —pregunté con gracia haciendola reír mientras negaba con su cabeza.
"Breathin" —respondió para después llevarse comida a la boca.— Y quiero que me acompañes..
— Miedosa. —dije riendo.— ¿Cuando?
— Hoy.
— ¿Estás segura? ¿No querés pensarlo más? Mira que duele y es para siempre. —hablé y ella se rió.
— Ya lo sé tonto, por eso quiero.

Asentí y le dije que la acompañaría, teníamos que buscar a un tatuador que estuviera dispuesto a hacerlo sin turnos ya que la caprichosa no quería esperar mucho.

A eso de las cinco y pico de la tarde, salimos juntos del departamento después de haberla esperado media hora hasta que terminó de arreglarse. Caminamos por las galerias de la plaza en la que yo vivía hasta que encontramos a un estudio de tatuajes y perforaciones.

Sentí que se tensó un poco al entrar y ni que decir cuando vio a la persona que la tatuaria, sonriendole tratando de darle confianza. Después de haber hablado con él y explicarle lo que la señorita quería, la invitó a tomar asiento para poder comenzar.

Le cedió el brazo al tatuador y él lo apoyó sobre una superficie dónde se mantendría quieto. Acercó aquella maquina con tinta a la piel de Sofía y ella giró su cara para no mirar, haciéndome reír.

Me apoyé en el respaldo de la silla y ella me acercó su mano libre para que la agarra. Segundos después sentí una presión increíble en la misma y vi una expresión de dolor en su rostro, al mismo tiempo en el que soltaba un pesado suspiro. Le dejé un beso en la frente mientras el tatuador seguía trabajabando sobre la muñeca de Sofía.

— ¿Primer tatuaje? —preguntó él en italiano mirándola con cierta gracia.
— Sí ¿se nota? —respondí por ella ya que no entendía el idioma, haciéndolo reír.

Minutos más tarde el tatuaje estaba listo y Sofía se levantó de su asiento completamente feliz, mostrandome el resultado.

— Quiero otro. —pidió sorprendiendome.
— ¿A vos te llega agua al tanque? Casi te morís recién. —dije haciéndola reír.
— Me la banqué como una campeona. —dijo a lo que yo negué sonriendole.— Dale, decile.
— ¿Qué te querés tatuar ahora?
— Una "P" acá. —respondió señalando el lado derecho de su cintura.

La miré esperando a que me dijera que era un chiste pero segundos después me di cuenta de que hablaba en serio, así que un poco sorprendido por aquello le hablé al tatuador para explicarle lo que queríamos y fui el traductor de mi novia a la hora de especificarle sobre el tatuaje.

A diferencia de antes, esta vez le pidió que se recostara sobre una camilla y subiera un poco el vestido que traía puesto, por lo que ella lo hizo con vergüenza.

— Una P de pelotuda. —comenté ganandome una fea mirada de su parte.
— Mira que estoy a tiempo de decirle que no eh. —dijo amenazante, a lo que yo levanté los brazos con inocencia.

Se rió y estiró sus brazos en mi dirección, obligandome a pararme más cerca para después besarla en los labios con dulzura. En un momento sus dientes mordieron mi labio inferior con fuerza y nos quejamos los dos, ella por el dolor de la aguja en su piel y yo por lo que acababa de hacerle a mi labio.

Unos cuantos minutos y besos más, el segundo tatuaje ya estaba terminado. El tatuador me dijo todo lo que ella tenía que hacer para que cicatrizara bien (cosa que yo me sabía casi de memoria) y nos despedimos después de haberle pagado.

Mi celular sonó apenas salimos de aquel lugar, vi el nombre de mi mamá y contesté al instante. Me preocupé porque no eramos de llamarnos mucho ya que nos veíamos bastante seguido, pero lo hizo para decirme que andaría por mi departamento un rato porque quería ver a su nuera.

Ya con eso en mente, con Sofía volvimos a mi departamento y ella llegó agotada. Se tiró en el sillón boca abajo y yo le acaricié el pelo, provocando que jadeara con satisfacción.

El teléfono sonó y sabiendo de quién se trataba, abrí la puerta desde ahí sin siquiera preguntar. Poco después tenía a mi mamá entrando con bolsas en mano y pegó un grito de felicidad a ver a su nuera en el living.

— ¡Sofía! ¿Cómo andas, querida? —le preguntó.
— Muy bien, por suerte. —respondió con simpatía, haciéndome reír.— ¿Y usted?
— Casi me muero de calor por culpa de este chiquito que estuvo dos horas para abrirme la puerta. —dijo culpandome y haciendo reír a la castaña.

Mi mamá le dio una bolsa que traía, diciéndole que era un regalo y al abrirla vimos que se trataba de unas cuantas prendas de ropa. Definitivamente yo había salido adicto a las compras por culpa de ella.

Sofía le agradeció el gesto y la abrazó con dulzura.

— Mostrale lo que te hiciste. —le dije.
— ¿Qué se hizo? —preguntó mi mamá con curiosidad, a lo que mi novia le mostró la muñeca tatuada.
— El otro, no te hagas la tarada. —volví a decirle y ella hizo una expresión de molestia.

Se levantó un poco el vestido sin dejar mucho al descubierto y mi mamá dio un salto en su lugar, tapándose la boca con sus manos.

— ¡Ay nena! ¡Estás loca! —dijo impresionada.
— Yo le dije "no te lo hagas, no hace falta" —hablé.
— Que mentiroso que sos. —murmuró Sofía riendo y dándome un empujón en el hombro.
— ¿P de pelotuda? —preguntó mi mamá haciéndome carcajear. No me lo esperaba.
— P de Paulo. —le respondió entre risas.
— Espero no tener que verla borrandose el tatuaje con liquid paper. —me amenazó mi mamá.

Hasta yo esperaba no hacerla arrepentirse del tatuaje.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Donde viven las historias. Descúbrelo ahora