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Sofía
27 de Agosto del 2012

Me desperté sintiendo la alarma sonar a las nueve de la mañana, si, no era capaz de despertarme a esa hora por mi misma. Me senté en la cama y me pusé las pantuflas para ir hasta el baño a hacer mi rutina de cada mañana.

Cuando terminé de cepillarme los dientes y hacer mis necesidades, me peiné frente al espejo del baño para después de eso salir del mismo. Bajé las escaleras todavía un poco adormilada mientras miraba los mensajes en mi celular, me pareció un poco raro no ver ninguno de Paulo pero pensé en que podría haber dormido un poco más ese día.

Me senté en las sillas que había en la isla de mi cocina y mi mamá, quién estaba de espaldas a mi, se giró con una taza de leche chocolatada en manos. Le sonreí sabiendo que era para mi y ella la dejó sobre el mármol mientras también sonreía.

Mi papá trabajaba desde las seis hasta las siete de la tarde, por lo que no compartíamos el desayuno ni el almuerzo, por lo menos no en esa época en la que yo ya había terminado el secundario y me tomaba mi año sabático. Traté de desayunar lo más rápido que pude para después poder ir hasta la casa de Paulo como casi todos los días, o bueno, cuando él estaba solo.

Al terminar de desayunar, lavé lo que había ensuciado y subí nuevamente las escaleras para ir hasta mi cuarto. Me metí en el baño para darme una ducha bastante express y salí con la toalla en la cabeza. Busqué en mi armario algo para ponerme y cuando lo encontré, me vestí. Cabe decir que siempre me vestía con la toalla en la cabeza y no me importaba luchar con eso, era una costumbre hacerlo de esa forma.

Una vez ya vestida, fui hasta el baño una vez más para secar mi pelo y finalmente terminar perfumandome. No me preocupaba en maquillarme ya que Paulo siempre decía que era hermosa naturalmente, supongo que le gustaba ver mis granitos e imperfecciones. Maldito Dybala.

Me colgué mi mochila en los hombros, dónde llevaba ropa y algunas cosas más, para después bajar las escaleras un poco apurada. Me despedí de mi mamá avisandole que iba a lo de una amiga (una mentirita piadiosa) y fui hasta el garage de mi casa en busca de mi bicicleta. Salí a la calle con la misma y reproducí música en mi celular comenzando a pedalear al ritmo de "The Reason" de Hoobastank.

Seguí pedaleando unas cuantas calles hasta que finalmente llegué a la casa de Paulo, viendo el auto de su hermano en la calle y con algunas puertas abiertas. Supusé que Mariano se iría de viaje de vacaciones o algo así.

Me saqué los auriculares, guardando mi celular en el bolsillo de mi abrigo y dejé la bicicleta apoyada en el árbol que estaba frente a la casa. Iba a tocar la puerta pero estaba abierta, por lo que entré tratando de no faltarle el respeto a nadie y me quedé helada cuando vi la casa completamente vacía. Paulo estaba de espaldas levantando una caja de cartón, por lo que cuando me vio se sorprendió y cerró los ojos. Yo no entendía absolutamente nada.

Dejó aquella caja sobre la mesada de la cocina y se acercó a mi a pasos lentos, haciendome sentir de una forma bastante extraña. Se frenó a unos centímetros de mi cara, sus ojos que se encontraban de un color gris, me miraron con intensidad y pude notar que se sentía angustiado por algo.

— ¿Qué pasa? ¿Se va Mariano? —pregunté mientras veía como Alicia pasaba por detrás de él y nos miraba.
— No.. —respondió después de tironear un poco su pelo.— Me voy a Italia.
— ¿Qué? —pregunté con la voz temblorosa.
— Tengo la oportunidad de crecer mucho más allá. —confesó cabizbajo.
— ¿Me vas a dejar? —pregunté buscando su mirada con los ojos llorosos.
— No puedo llevarte.. Tenés tu vida acá, tus viejos ni siquiera saben de lo nuestro. —respondió apoyando sus manos en mis brazos.

Lloré, lloré como una nena pequeña ante su mirada y la de su mamá, quién se acercó para preguntar si estaba todo bien y yo simplemente asentí con la cabeza mientras secaba mis lágrimas. Salí de la casa y agarré mi bicicleta e iba a subirme, pero Paulo lo impidió agarrandome del brazo.

— Perdoname. —me miró suplicante.

Negué con mi cabeza evitando mirarlo y hablarle, para segundos después subirme a la bicicleta. Conecté nuevamente los auriculares en mi celular y pusé una vez más la canción con la que había partido hasta ahí, pero en ese momento se escuchaba mucho más triste.

Lo miré por última vez mientras la canción comenzaba a sonar en los auriculares y segundos después pedalee rumbo a mi casa. Nunca había llorado andando en aquel transporte de dos ruedas y fue horrible. La gente me miraba extraño y yo evitaba mirarlos.

Cuando llegué a mi casa después de pedalear unas cuantas calles, me bajé de la bici y la tiré en el pasto de mi jardín para entrar corriendo a mi casa en busca de mi mamá. La mencionada estaba sonriendo pero cuando me vio su expresión cambió completamente, por un momento me olvidé de que ella no sabía de lo mío con Paulo y le hablé sobre él.

— Se va, ma. Se va. —murmuré entre sollozos mientras ella me abrazaba.
— ¿Quién, hija? Calmate. —dijo abrazandome por los hombros y corriendo el pelo de mi cara.
Paulo.
— ¿Tu amigo? —preguntó tratando de tranquilizarme.
— Mi novio. —respondí separandome de su pecho y cerré los ojos al darme cuenta de lo que había dicho.

Iba a tener que explicarle todo.

Córdoba sin ti {Paulo Dybala} Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt