Capítulo 44

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La obscura habitación de Esteban se encuentra iluminada, el sol matutino entra por las rendijas de la cortina. Paso mis manos por los ojos, tallándolos, bostezo. Giro mi cabeza, siento un poco de decepción al no encontrar a Esteban a mi lado. Hago a un lado las sábanas, me levanto de un salto de la cama. Sólo llevo unos bóxer blancos y un suéter gris, propiedad de Esteban.

Salgo de su habitación, emprendiendo su búsqueda. El contacto frío de la cerámica con mis pies desnudos, me arranca un escalofrío. Bajo las escaleras lentamente, observo el candelabro, sin duda la casa de Esteban es sumamente elegante. Camino por la sala dónde está su bello piano, el tocadiscos y su inmenso librero. Salgo de la estancia para entrar al pasillo. La puerta que da al sótano, que en realidad es el gimnasio privado de mi chico, se encuentra abierta. Bajo silenciosamente, las escaleras son metálicas, a pesar de ser subterráneo, el lugar se encuentra bastante iluminado por luz natural que entra desde pequeñas ventanas por debajo del techo. El lugar es bastante grande—muy grande diría yo— En las paredes se encuentran grandes espejos, el lugar se encuentra armado con todo tipo de máquinas para hacer ejercicio, caminadoras, pesas, pelotas. De todo.

Esteban está en la esquina, en el área dedicada al boxeo. Está sin camisa, su abdomen es perfecto, se encuentra dando grandes golpes al costal de boxeo,  bañado en sudor. Lleva unos auriculares y un pants color gris, que hace notar muy bien sus atributos. Es jodidamente sexy. Tomo asiento en la máquina de tren superior. Observo a Esteban entrenar, es tan varonil, tan guapo, ardiente. Estoy obsesionado con el.

Pasan algunos minutos hasta que se percata de mi presencia. Muestra una sonrisa ardiente. Mi interior se desintegra al verlo. Se quita un auricular, toma una toalla pequeña, la pasa por su frente y su cuello.

—No te vi entrar—Su forma de hablar es seductora.

—Fuí discreto.

—Ya lo veo—Se acerca a mí, lento.

El corazón comienza a latirme con fuerza, mis manos comienzan a temblar. Cuando Esteban se pone muy seductor, no puedo controlarme.
Se para frente a mi, mis ojos recorren su cuerpo angelical. Es como una obra de arte traída de Grecia. Bajo la mirada hasta el suelo.
Él acerca su mano a mi mejilla, la acaricia. Su contacto forma un hormigueo. Me revuelvo en el.

—Necesitas activar tu cuerpo, Pequeño.

Siento un millón de mariposas revoloteando dentro de mi estómago. Me levanto, doy media vuelta, me alejo un poco de él, me acerco hasta donde están los tapetes para yoga.

—¿Sí? ¿De qué manera?—Hablo despacio y seductor.

«Es hora de entrar a su juego».

—No lo sé—Se pone detrás de mi. Siento su miembro por encima de mi trasero—¿alguna idea?—Me giro frente a él.

—No lo sé, tú eres el entrenador—Paso mi dedo índice por su pecho. Me entretengo al llegar a su pezón, mantengo ahí mi dedo, lo estimulo con dulzura.

Esteban cierra los ojos, se muerde el labio inferior.

—Eres bastante travieso, Abraham.

Pasa su mano por mi espalda, la acaricia, baja despacio hasta mi culo. Toma mi nalga izquierda entre su mano. La estruja.

—Ústed no se queda atrás, Señor Torrez.

Bajo mi mano a su abdomen. Lo acaricio, mi dedo índice llega hasta una línea de sus oblicuos, lo deslizo, me prende ver la línea de vello que sale de su pants hasta su ombligo. Trago saliva.

—¿Que piensa hacer, Joven Vega?.

—Tengo muchas cosas en mente.

Pasa sus labios por mi cuello, suspira en el.

—¿Si?.

—Sí.

Bajo un poco más mi mano, hasta llegar a su miembro. La deslizo sobre este. Esteban se pone rígido ante mi contacto. Él sube su mano hasta mi barbilla.

—Eres muy pervertido.

—Tú me pervertiste.

—Puede ser—Sonríe con suficiencia—Has cambiado bastante a como te conocí.

Acerco mis labios hasta su pecho, comienzo dando pequeños besos, hasta llegar a su pezón y lamerlo.

—¿De qué forma?

—Antes eras un estirado, te espantaba todo lo relacionado con el sexo—Pasa su mano por mi pómulo—Y ahora eres un adicto sexual.

—Eso no es así.

—¿No?.

—Tal vez sí.

Beso su pecho, llego a sus clavículas, subo por su cuello, me pongo de puntas para llegar a sus labios.

—Pero antes de "activar" mi cuerpo, necesito desayunar. Te espero arriba, guapo.
Doy media vuelta, subo a la primer planta. Me dirijo a la cocina. Preparo mezcla para hot cakes, saco un poco de fruta; fresa, plátano y kiwi, los corto en pequeñas porciones. Prendo la estufa, coloco el sartén y comienzo a cocinar los hot cakes. Estoy muriendo de hambre.

Cuando están listos, los sirvo en dos platos, una montaña de cuatro hot cakes acompañados con miel pura, fruta y chocolate líquido.
Esteban llega en el momento justo. Ahora lleva consigo una playera blanca con pantalones cortos.

—Huele estupendo.

Le pasó su plato de hot cakes junto a sus cubiertos. Corta una porción, se la lleva a la boca.

—También sabe estupendo.

Le giño un ojo.

—Lo vez, soy un buen partido para ti.

—Sé que lo eres.

Se sienta en un banco frente a la barra, comienza a comer. Hago lo mismo.

—¿Te apetece cenar en uno de mis restaurantes?.

—¿Restaurantes?.

—Si no lo recuerdas pequeño, soy dueño de algunas plazas comerciales, dentro de ellas tengo varios negocios. Uno de ellos es la comida.

—¡Cierto! Ya lo recuerdo.

—Entonces ¿Te gustaría ir?.

—Me encantaría.

—Además tengo un regalo para ti.

—¿Un regalo?.

—Sí, un regalo.

—Pero si no festejamos nada, ¿Oh sí?.

—No hace falta festejar nada para tener regalos.

—Si tú lo dices—Me llevo un bocado a la boca.

—Esteban, siendo tan joven ¿Cómo lograste tener todo lo que tienes?.

—Trabajo, esfuerzo, dedicación, hacer negocios con mi padre.

—Todo un hombre de negocios.

—Lo soy.

—Me gustan los hombres de negocios.

Se levanta de su lugar, camina hasta donde me encuentro. Me planta un beso en los labios. Es dulce y apasionado.

Editado por DiegoKarel

Placer Entre Lineas: Bajo Tú piel. #3Where stories live. Discover now