Capítulo 50

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Esteban sale de la habitación, entra al "armario sexual". Me quedo tendido en la cama, lleno de mil sensaciones que me envuelven. Regresa con un consolador de 20 centímetros, su cara marca una sonrisa perversa.

—Ahora, quiero que te masturbes con esto para mí—Me tiende el consolador.

Me sonrojo. Todo mi ser está ardiendo, es como florecer, abrirse a nuevas experiencias, amplía el placer. Me deshago del suspensorio. Tomo el consolador, Esteban me tiende una pequeña botella con lubricante, me acomodo en la cama, abro mis piernas. Adopto una posición como si estuviera a punto de dar a luz.

Destapo la pequeña botella de lubricante, aplico un poco en las yemas de los dedos, el lubricante tiene un ligero olor a uva. Paso mis dedos por la entrada de mi ano, los deslizo en círculos. Esteban arrastra un sillón llevándolo frente a la cama, poniéndose en primera fila para apreciar el dulce acto de la masturbación. Me mira lleno de encanto. Pongo la cabeza del pene plástico en mi entrada, lo introduzco lentamente, cierro los ojos. Mi entrepierna comienza a ponerse dura, jugueteo con la mitad del consolador dentro de mi, vuelvo a replicar la acción una y otra vez; imagino el sexo de Esteban dentro de mi boca, toda su esencia escurriendo por mis labios. Introduzco más el consolador, comienzo a tocarme, toda la perversidad se acumula en mi mente, todo da vueltas. Mis mejillas arden, mi cuerpo arde, me exige más, necesito más de lo que yo mismo puedo provocarme. Abro tenuemente los ojos, veo a Esteban tocándose, disfrutando de mi auto placer. La masturbación es un acto delicioso, poder provocarnos ese placer que nadie más puede.
Bombeo el consolador en mi interior, mi cuerpo se tensa, todo gira, es como una dulce melodía.

Para pequeño.—La voz de Esteban perturba mi auto placer—Dejemos tu elixir para después.

Saco el consolador de mi interior. Lo dejo aun lado, mil ideas morbosas vuelan por mi mente. Hablo sin pensar.

—Quiero que me azote, Profesor. Quiero entregarme a usted de mil formas.

Esteban sonríe satisfecho.

—¿Eso es lo que quiere joven Vega?

—Sí ...

—Lo tendrá, ahora, acércate a mí, Pequeño.

Me levanto tembloroso, a causa de toda la energía aplicada al darme placer, me paro frente a él. Esteban me mira de pies a cabeza.

—Eres una obra de arte. Mi obra de arte.

—Soy todo lo que quieras, pero tuyo.

Se levanta del sillón. Se acerca mucho a mi, tanto que su miembro rosa con mi cuerpo. Toca mi mejilla, acerca sus labios a los míos.

Eres sólo mío, Pequeño, sólo mío.

Me derrito con sus palabras. La muestra de amor y posesión avivan más la flama que existe en mi interior.

Sólo tuyo, Esteban.

Toma las esposas del mueble.

Lo eres, ahora, continuemos con este lindo regalo.

Se pone detrás de mi, su sexo roza mis nalgas.

—Pon las manos hacia atrás.

Lo hago. Rápidamente apresa mis manos en las esposas, el frío metal causa un escalofrío que recorre mis brazos.

—Ahora te pondré la mordaza, no quiero ninguna palabra, sólo el sonido de tu respiración y tus gemidos. Abre la boca.

La abro, introduce la bola en mi boca, aprieta el cinturón por detrás de mi cabeza. También me coloca unas pinzas de madera en los pezones, primero arde pero al cabo de unos minutos todo se suaviza, se vuelve una sensación que se disfruta. Toma el látigo, lo desliza por mi espalda, me causa un hormigueo placentero. Lo azota contra mi espalda, suelto un gemido, que es reprimido por la mordaza. El látigo vuelve a recorrer mi espalda, es un movimiento frío, suave, lleno de palpitaciones. Lo azota una...dos...tres...cuatro veces más, esto me pone más caliente. Jamás llegue a pensar que un golpe se volvería tan placentero, aunque los golpes que me produce no son violentos. Están moderados, es candente, arde pero no al grado de salir corriendo. Lo mágico del sexo es experimentar.
Ahora pasa el látigo por mis pezones, juguetea con las pinzas. Las mueve por encima de ellos, mi pezón arde, la sensación de ardor corre bajo mi entrepierna, me entran unas ganas enormes de tocarme.

Me toma por los brazos, me carga, llevándome a la cama.

—Acomódate en cuatro pequeño, necesito terminar en tu interior.

Acomodo mi pecho contra el colchón, alzo el culo dando mayor accesibilidad a Esteban. Estoy quemándome, necesito a Esteban dentro de mi, desgarrándome, haciéndome el amor pero a su vez cogiéndome con dureza, sin delicadeza.

Coloca lubricante en su sexo, lo coloca con dulzura dentro de mi, Bombea suavemente. Toca cada centímetro de mi espalda, hace olvidarme del mundo, solo existimos el y yo. Todo este deseo que nos une nos vuelve más fuertes, pierdo el aliento cuanto estoy junto a él, me hace tocar la gloria, me lleva a partes de mi mundo interno que jamás creí descubrir algún día. Sale de mi, voltea mi figura, pone mis rodillas sobre sus hombros, mis piernas quedan representando una "V", esta posición le da más acceso a mi interior. Me penetra con fuerza, una y otra vez. Pone su mano en mi sexo, me toca a la vez que se introduce más en mi. Besa mi cuello, toca la forma de mi cuerpo, nos dejamos llevar el uno con el otro. Nuestras almas se complementan en movimientos y posiciones, en experiencias y palabras. Soy de él y él es mío, porque el destino nos unió por alguna razón, El poder compartir este tipo de momentos íntimos con la persona que amas, es una gloria. Respirar el perfume del sexo es fantástico, el sudor de nuestros cuerpos unidos, un cuerpo perfecto y marcado con uno voluminoso.
Esteban da embestidas fuertes, me hace gemir de pasión, la fuerza con la que me penetra es dolorosa, pero a su vez es bella y placentera. La forma en la que mueve su culo y su cintura para penetrarme es una gloria.
Al final termino en su pecho, mi acción me hace sonrojar, me apena. El sin embargo se excita aún más, terminando en mis nalgas. La lujuria y la pasión son cosas que avivan al cuerpo.

Editado por DiegoKarel

Placer Entre Lineas: Bajo Tú piel. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora