Capítulo 25

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–Creo que sería buena idea una fiesta de disfraces –opinó Paul y Jenny frunció el ceño.

–¿De disfraces? ¡No! Ya pasó Halloween, y sería de muy mal gusto hacer una –dijo ella.

–Creo que una fiesta normal estaría bien –dijo Leslie. –Ya saben, bebidas y una parrillada – Crystal suspiró, terminando de beber su jugo de manzana.

–De todos modos, una fiesta en temporada de exámenes ya es demasiado –dijo y sonreí.

–Vamos, Crys, es fin de semana y es el cumpleaños de Marcus. La fiesta es inofensiva –dije y Paul asintió.

–Sí, no seas aguafiestas, Crys –dijo él, para luego besar su mejilla.

Sí, cómo pueden ver, el cactus y el yogur funcionaron a la perfección. Y ahora estos dos no pueden dejar pasar un minuto sin estar en contacto. Soy jodidamente increíble.

Las mejillas de Crystal se tornaron rojas y Paul sonrió de manera arrogante ante esto, lo que sólo me hizo reír.

–¿Y una fiesta de neon? –sugirió Sean. –Nunca nadie ha hecho una antes y las pinturas de neon son fáciles de conseguir. Además, en mi casa hay varias luces negras que podemos utilizar –Leslie alzó sus cejas y yo amplié mis ojos.

–¡Eres asombroso, Sean! –exclamé y él sonrió.

–Lo sé, pero gracias por el cumplido, Ari –Jenny rodó sus ojos, divertida, y Paul aplaudió.

–Bien, está decidido –dijo él. –Todos el sábado a las diez en mi casa, lleven toda la pintura neon que puedan. Yo me encargo de Marcus.

Sonreí; esto iba a ser genial.

***

Marcus

–Esa te queda bien –dijo Paul, mientras mirábamos la quinta camisa que me probaba. Rodé mis ojos.

–Haz dicho eso de todas las demás –me quejé y él se rió.

–Es que eres tan guapo que todas te quedan bien, amigo. No me puedo decidir –sonreí.

–No me jodas.

La chica que nos atendía trató de ahogar una risa, disfrazandola con tos y Paul le guiñó un ojo. Dios, ahora estaba saliendo con Crystal pero la manía de querer ser un Don Juan no se le quitaría nunca.

–De todos modos, no entiendo por qué estamos haciendo esto –dije.

–Maldición, Marcus, ya te lo dije –replicó Paul. –Es mi regalo de cumpleaños.

–Pues es el regalo más normal que me haz dado.

–¡Mentira! –me giré hacia él y lo miré, alzando una ceja.

–En tercer grado me diste un gato tuerto.

–¡Estaba desamparado y sin hogar! Y mamá no me dejaba tenerlo, por eso te lo regalé –suspiré.

–En sexto grado me diste la primera revista porno, y cuando mamá la vio casi nos mata –dije. –En octavo, quisiste regalarme un tatuaje de las tetas de la profesora de francés, y el año pasado me diste...

–No es necesario que lo digas al frente de la señorita, Marc –dijo Paul, sus mejillas rojas al ver a la chica riendo, así que me eché a reír también.

–Bien, pero, ¿ya me entiendes?

–Bueno, ya que insistes –se puso de pie y me miró, una sonrisa aterradora se formó en su boca. –¿Quieres ir al prostíbulo de la avenida nueve? Sale más barato que la camisa –fruncí el ceño.

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