Capítulo 34

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Era lunes, nuevamente. Se cumplía una semana desde la muerte de papá. Hacía dos días que mamá había salido de su habitación y había comenzado a sonreír de nuevo. Hoy se puso su traje de enfermera rojo, ese que tanto me gusta, y se preparó el almuerzo para luego irse en el auto junto a Cris y a Joel. Ellos irían al colegio. Jo había dejado de llorar y a Cris le disminuyeron las ojeras.

Brian dijo que hoy entraba tarde, por lo que se quedó durmiendo un rato más. Luego yo iría a dejarlo en la camioneta de papá. Leslie se fue con los chicos, dijo que visitaría a unos cuantos profesores y chicos en el colegio, después pasaría al supermercado a hacer unas pequeñas compras. Sara había regresado a su trabajo también. Todos se habían ido hace tres horas, y ya yo llevaba seis capítulos adelantados de La Casa de Papel. Si no tengo éxito como periodista, atracaré un banco o algo así, ya tengo todos los pasos.

Sin embargo, comenzaba a aburrirme de estar tirada en el sillón, así que analicé los hechos y concluí que, como tenía la casa sola, a excepción de Bri pero él dormía, puedo comenzar a limpiar todo. Lo sé, soné a señora. Mierda.

Primero organicé la cocina. Lavé la vajilla, la sequé y la guardé. Limpié el piso de toda la planta baja, a excepción de la oficina de papá, no entré allí. Limpié las ventanas, sacudí los sofás, limpié el polvo de los muebles y luego pasé a la escalera. La sacudí y cuando terminé con ella, pasé a la segunda planta.

Limpié el piso del pasillo y luego me dediqué a los cuartos de cada uno. Primero el de mamá, aunque no estuve ahí más de tres minutos, después el de Cris, pasé al mío, luego al de Jo, que estaba asombrosamente limpio. Estoy segura de que Leslie tuvo algo que ver con eso.

Para cuando pasé al de Brian, con cuidado de no despertarlo, casi se me cae la escoba de las manos.

Brian no dormía, se encontraba sentado en medio de su cama, llorando. Al escucharme entrar, trató de secar su cara y me miró, sus ojos rojos e hinchados.

–¿Qué sucede, Bri? –dije, acercándome a él. Brian no contestó. Miraba con atención sus manos entrelazadas en su regazo pero, cuando estuve lo suficientemente cerca de él, me abrazó.

Dejé caer la escoba al suelo y le devolví el abrazo lo más fuerte que pude, mientras él silenciaba sus sollozos en mi pecho. Mis ojos comenzaron a picar, pero me contuve. Debo ser un soporte, no voy a llorar más. Al menos no ahora.

Honestamente, no sé cuánto tiempo estuvimos así. No quería que se sintiera presionado a hablar, o a justificar su llanto, así que sólo lo arrullé en mis brazos, en un intento por calmarlo. Lo que parecía funcionar. Y aún cuando dejó de llorar, ninguno de los dos hizo por donde alejarse del otro, lo que no me molestaba en absoluto.

Brian aclaró su garganta, por lo que quise creer que hablaría, pero de nuevo, para no presionarlo, solamente nos seguí meciendo de un lado a otro, esperando paciente.

–No es justo –dijo entonces, y sólo el hecho de volver a oír su voz, me hizo suspirar de alivio. –No es justo que, a los dieciséis, haya perdido a papá. Que no vaya a estar cuando me gradúe, o cuando tenga partidos importantes, o que ya no me regañe por molestarte o por hacerle a mamá perder la paciencia –sorbió por su nariz. –Sé que hay gente que está pasando por cosas peores, Ari. Lo entiendo, pero maldición, no verlo en casa cuando me levanto, o cuando entro a la cocina, o haciendo cosas en el patio trasero, aunque sea una jodida parrillada, me duele. Me duele mucho –sorbió por su nariz, pero no le dije nada, tal vez él quería seguir hablando y no me gustaría interrumpirlo cuando se ha abierto sólo conmigo.

A veces debemos aprender a escuchar solamente. Eso es más que suficiente para los demás.

Brian se alejó de mi, secando su rostro en el camino. Me miró y suspiró.

Fotografía {✔}Where stories live. Discover now