Capítulo 37

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–De acuerdo, ahora dime –me giré hacia Alisa y la señalé con la cuchara llena de mayonesa. –Esta es la pregunta final, la que determina si pasas séptimo grado, la que determina si te gradúas, la que...

–¡No hagas eso! –se quejó Alis y me reí, echándole más mayonesa al emparedado que le preparaba a mamá.

He pensado llevarle algo de merendar para ahorita en la tarde, así que le estoy preparando un emparedado de pollo con mayonesa; su favorito. Y, para matar dos pájaros de un tiro, decidí aplicarle el último examen a Alis, lo que la emociona, ya que sabe que el próximo curso lectivo irá al colegio, junto a Chloe y Brian.

–Va, te digo la pregunta –dije y sonreí con malicia, torturandola. Ella cerró sus ojos mientras se recostaba a la refrigeradora; aún no me acostumbraba a verla de pie. Y cada que lo hacía, me entraban unas inmensas ganas de llorar y comerla a besos.

–No te voy a ver, porque pones una cara que me da miedo y me pongo nerviosa –dijo.

–Oh, ¿te pongo nerviosa, Alisa?

–¡Ariana, has la jodida pregunta de una vez! –exclamó aún sin abrir los ojos y Marie, quien nos observaba sentada en la mesa del comedor, se echó a reír. Alisa la miró. –Mamá, tú no ayudas.

–Lo siento, linda –dijo Marie y sonreí.

–De acuerdo, la pregunta es de historia –dije, Alisa asintió. –¿En qué año terminó la segunda guerra mundial? –alzó una ceja.

–Uh, ¿mil novecientos cuarenta y cinco?

–¿Me preguntas o lo afirmas?

–¡Mil novecientos cuarenta y cinco!

–¡Felicidades, Alisa Green, estás en octavo grado! –Alis sonrió de oreja a oreja y elevó sus brazos.

–¡Estoy en octavo, mamá!

–¡Sí, estás en octavo! –exclamó Marie y las tres nos echamos a reír. Alis suspiró y me miró.

–Muchas gracias, Ari –dijo, observando como guardaba el emparedado en mi mochila y me colocaba esta sobre mis hombros. La miré. –No sólo me enseñaste la materia básica de séptimo, sino que me enseñaste lo que vale una verdadera amistad. Me enseñaste que merezco ser amada, que merezco que me vean como arte. Me enseñaste que estamos en constante evolución y eso está bien. Me enseñaste muchas cosas, no sólo a sumar fracciones o fechas importantes del país. Y no sé como agradecértelo –sonreí y me acerqué a ella.

–Lo puedes hacer con un abrazo bien fuerte –dije. Alisa me devolvió la sonrisa, y ambas nos fundimos en un fuerte abrazo. Marie observaba todo con una sonrisa llena de nostalgia en su rostro.

Le guiñé un ojo para luego alejarme de Alisa y mirarla.

–No creas que yo no aprendí nada de ti –dije, haciéndola reír. –Me enseñaste a ser fuerte, a valorar todas las cosas que podía hacer y a ser agradecida. Me enseñaste a ver la vida con otros ojos, y me hiciste ver que ser dulce no tiene nada de malo. ¡Oh! Y no nos olvidemos de tu muestra de nueva música –Alisa sonrió.

–Te terminó gustando mi Ed, ¿verdad? –arrugué mi nariz.

–Sí, pero no lo admitiré nunca más –nos reímos y ella asintió.

–Bueno, ya –dijo. –Esto huele como a despedida y no me está gustando –suspiré, Marie hizo una mueca y Alisa nos miró. –¿Qué sucede?

–Bueno –dije. –Como yo no te daré más clases, ya no tengo por qué seguirme quedando acá –Alis negó con su cabeza.

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