Capítulo II

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Katie

Bienvenue à l'hôtel Hampton.

Fueron las palabras de un elegantes botones que se encontraba en la entrada del hotel en el que nos hospedaríamos en nuestra estadía en París.

Había gastado todos mis ahorros para la boda en este viaje, y definitivamente, valía la pena cada centavo. Era el dinero que yo misma había ganado con mi trabajo duro, y turnos de muerte como enfermera. Claro que merecía cada centavo invertido, lo estaba invirtiendo en mí y en una persona que amaba realmente: Carol, mi hermana.
A pesar que Carol y yo no éramos hijas del mismo padre, para mí ella siempre fue un regalo del cielo, mi nueva compañía.

Las cosas habían cambiado, sí, pero ella seguía siendo mi hermana, mi mejor amiga.

—Carol —le llamo. Ella está perdida en su celular, y una batería portátil que ha comprado en el aeropuerto —Podrías dejar ese maldito teléfono y admirar la belleza de este lugar —digo, al mismo tiempo que empiezo a dar vueltas en el lobby del hotel. Es hermoso, su diseño es antiguo, paredes que parecen ser de color oro por la iluminación amarilla. También está lleno de réplicas de algunas pinturas famosas.

Como desearía que él estuviera aquí. Mi padre.

Cuando llegamos a nuestra habitación lo primero que hago es abrir las cortinas de los ventanales. Un suspiro se escapa de mis labios al ver la vista. Era increíble, se podía apreciar las tejas de las casas añejadas de París, los parques y algunos edificios. No podía esperar a ver la torre Eiffel.

—Y bien... ¿Qué harás ahora que estás en la ciudad de tus sueños? —escucho decir a mi hermana, sus pasos acercándose a la ventana en la que me encuentro observando la vista.

Sonrío. Y entonces, recuerdo, recuerdo a mi padre prometiéndome viajar a Paris, prometiéndome subir hasta la punta de la torre Eiffel junto a él. Recuerdo cuando escribimos nuestra lista de sueños. Lo recuerdo todo.

—Cumplir mis sueños —dejo salir de mi boca, sin haberlo planeado antes. Sé que Carol se tomará esto como algo horriblemente cursi.

—Por Dios, cuánto drama.

...

—Por el amor a Dios ¿Por qué no dejas de escuchar esa horrible música triste?

—Porque estoy triste.

— ¿No deberías escuchar canciones más motivadores?

—Negativo más negativo es positivo.

—Carol, estás loca.

—Yo no soy la que guarda un papel viejo con cosas secretas —dijo, mofándose, al mismo tiempo que me  arrebata la lista de las manos —A ver ¿Qué es lo secreto aquí?

Siento que voy a perder toda mi paciencia.

—Devuélveme eso, Carol —protesto, intentando quitarle la lista que he escrito con mi padre, pero ella me esquiva, y continúa leyendo.

—Número uno, lanzar una moneda en la fuente de los deseos, ¿es en serio? ¿Cuántos años tienes? —me pregunta, con una risa exagerada.

—Carol, por el amor a Dios —bufo, arrebatándole mi lista —. Que sea la última vez que tocas mis cosas.

Carol no entiende el significado que tiene para mí "la lista". La bauticé así ya que mi padre hacía millones de listas de lo que haría a futuros no muy lejanos, pero especialmente hizo una conmigo "La bucket list de París". Los dos la firmamos y juramos cumplirlo... Sin embargo, luego de su muerte perdí la esperanza de cumplir los sueños. Sin él las cosas no tenían mucho sentido.
—Lo siento, papá.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now