Capítulo XXXVIII | Final

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Katie.

He despertado con una horrible jaqueca.

Sigo intentando descifrar si realmente traje a un hombre a mi apartamento anoche. Sin embargo, no recuerdo más que su barba... Debí haberla tocado, así recordaría mejor su rostro.

Voy a llegar tarde si no me apresuro.

Mientras vacío el contenido del envase de comida para gato en el plato azul de Mocha, me despido de él, aunque ni siquiera se molesta en mirarme cuando abro la puerta y me voy.

Subo al autobús que me llevará al hospital. En el camino al trabajo, me encuentro observando a las personas mientras llevan a cabo sus vidas cotidianas. De repente, diviso a un hombre con un abrigo negro conversando con un vendedor de verduras. Estiro el cuello en su dirección, su figura me parece extrañamente familiar. Sin embargo, otro autobús se interpone en mi línea de visión, impidiéndome ver más allá.

***

Estoy tomándole la presión a Dalila, una de las señoras más recurrentes en el hospital, su hija del mismo nombre, la acompaña, ella es quien le ayuda con la silla de ruedas. Al verla no puedo evitar pensar en Rose y en todas las preguntas que se forman en mi cabeza cuando pienso en ella...

Deseo volver a verla.

—Listo —le comunico, con una sonrisa —. El doctor las llamará en unos minutos.

—Gracias, linda Katie.

Escucho unos pasos aproximándose a mi posición, cuando levanto la mirada, me encuentro con Kael detrás mío.

—¿Nuevo corte? —me pregunta, señalando a mi cabello.

Sonrío con pesar.

—Fue en un momento de impulso.

Él me devuelve la sonrisa.

—Pensé que te vería más tarde... Ayer eran las tres de la mañana —él se ríe — Buen trabajo, responsabilidad ante todo.

—No hay nada que un buen café no pueda resolver...

—Oye, Katie —me interrumpe —, realmente pensé que vendrías a hablar conmigo —él dice —, estuve esperándote, luego no te encontré por ningún lado.

Entonces, en ese preciso instante, siento un golpe de recuerdos de esta madruga. Me quedo quieta... La barbilla del hombre, su barba... su cuello... su aroma.

Su voz...

—Creo que estaba muy ebria. No recuerdo casi nada —respondo, pero mi mente sigue tratando de conectarse con mis recuerdos.

—Te entiendo, igual me pasa —dice, hace una pausa, y después, me ve a los ojos —. ¿Qué tal si almorzamos hoy? Afortunadamente nuestros turnos terminarán a la misma hora hoy. ¿Almuerzo de navidad?

Le veo fijamente, y mientras más veo a Kael, más me conecto con la persona que me cargaba... la persona que me llevó sana y salva a mi cama, a mi apartamento por la madrugada. Su toque en mi anillo de compromiso...

—No —respondo con sutileza, le dedico una sonrisa cordial —. Lo siento, Kael, pero ya tengo planes.

Claro que no los tengo.

Sin embargo, por alguna razón, tengo la sensación de que algo me está faltando justo ahora. Necesito averiguar, necesito estar segura antes de hacerme ilusiones. Me doy la vuelta, dejando a Kael en el pasillo del hospital.

De pronto, cuando no espero que mi día se ponga más raro de lo que ya está, Tyron, uno de los enfermeros se acerca a mí con unas flores en mano, es un ramo de rosas rojas. Me quedo quieta, frunciendo el ceño cuando él me sonríe.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now