Capítulo XI

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Katie

«Esto es una mala idea».

«Eso es una pésima idea».

«Esto es una malísima idea».

—¡¿En qué mierda estabas pensando cuando aceptaste?!

Me concentro en continuar colocando dos prendas diferentes de ropa en mi maleta. No puedo permitirme prestar atención a Carol en este momento, sé que solo aumentará mi nerviosismo. Observo fijamente el reloj de la pared y siento cómo el sudor comienza a deslizarse por mi frente. Son las dos y media. Ya estoy temblando.

—¿Qué tal si es una estafa? ¿Cómo sabes que es un doctor y no un vendedor de drogas fugitivo? ¿Qué edad tienes? Katie, por el amor a Dios.

No lo sé.

Fue fácil aceptar en el momento. Estaba tan concentrada en lo bien que sonaba todo lo que él me estaba proponiendo a cambio, que no pensé en la posibilidad de que todo esto se tratase de una estafa o peor... De un asesino es serie. Está bien, quizá con eso exagero un poco.

—Solo serán unos días —empiezo a explicarle a Carol. Es la primera vez que le dirijo la palabra desde que le comuniqué todo y explotó por completo —. Todo estará bien. Si algo sale mal, cancelaré el contrato y listo.

—¡Listo! —grita mi hermana — San Catherine puede solucionar todo en un abrir y cerrar de ojos —finaliza con sarcasmo.

—Estaremos bien. Esto... si esto es real, si él realmente cumple con su promesa, todo el dinero que él me dé, irá para ti y la Universidad.

Carol se queda quieta unos segundos.

—¿En serio harías eso? —me pregunta bajando la voz.

Termino mi bolso y cierro la cremallera. Una vez listo, me limpio el sudor de mi frente. Me lanzo en la cama y veo al techo de la habitación.

—Claro que sí, Carol —respondo —. Sabes que mis promesas siempre las cumplo.

Era la pura verdad. Independientemente de la cantidad de dinero que se obtenga de las ganancias del futuro negocio del cual Aaron me habló, todo irá para Carol. Sé exactamente qué es lo que ella desea estudiar y también soy consciente de lo difícil que resulta para mi madre y su padre costear una carrera tan costosa como Derecho.

Ella guarda silencio y escucho como continúa guardando sus cosas personales en el bolso.
Se supone que hoy Aaron vendrá a traerme a las tres en punto y sé que ese hombre es terroríficamente puntual, por lo que tuve que despertarme desde la madrugada para alistarme correctamente.

«Solamente un día».

Ya está dicho, si por alguna razón no me agrada en absoluto la familia de Aaron, no dudaré ni dos segundos antes de salir huyendo. Joder, es que puedo imaginarlo: Un montón de réplicas de Aaron Franco caminando por su casa. Todos deben de ser idénticos a él: Horribles —hermosas criaturas creadas con todos los recursos de belleza por parte de Dios —, con horrible personalidad y horribles ojos —angelicales ojos.

Escucho que llaman a la puerta de la habitación y me preparo mentalmente. Hago un pequeño repaso mental de las fechas que me ha enviado Aaron y aunque no recuerdo ninguna, llevo confianza. Tengo fe, eso es lo único que necesito para que todo me salga bien. Sí, claro.

Abro la puerta y tengo que ver hacia arriba, y arriba, arriba para ver directamente a los ojos del hombre que tengo frente a mí. Él es demasiado...

Hola —le sonrío. Increíble, primera vez en todo lo que llevo de conocerle que he sonreído genuinamente en su dirección.

Él no me sonríe, en cambio, toma mi mano suavemente, tomándome por sorpresa. Me quedo completamente inmóvil mientras él examina detenidamente mi mano. De repente, sin saber de dónde ha salido, él desliza un anillo en mi dedo anular. Un anillo. Es un anillo. Oh Dios.

SUEÑOS EN PARÍS ©Onde as histórias ganham vida. Descobre agora