Capítulo XVIII

2.3K 228 11
                                    



Katie

4:47 a.m.

Tienes cinco nuevos mensajes sin escuchar de "número desconocido".

"—Hola, Katie. ¿Qué tal estás? Lo entiendo, decidiste bloquearme. Suena loco, pero compré un nuevo número por ti. Oye, son las dos de la mañana aquí y no puedo dejar de pensar en ti y en lo mucho que me arrepiento de todo lo que he hecho. Mis días no son iguales desde que te fuiste. Te extraño demasiado, y saber que estás tan lejos de mí, lo hace peor. Por favor, considera hablar conmigo. Te amo".

"—Hoy vi el vestido de novia que habías elegido para nuestra boda. Jesucristo. No puedo dejar de llorar. No puedo dejar de pensar en todo lo que se echó a perder por mi culpa. Vamos, sé que todavía me amas, Katie, podemos arreglar esto".

"—¡Esto es una mierda! ¡Yo estoy aquí muriendo por ti mientras tú continúas como si nada! ¿Realmente me amaste alguna vez? He tenido suficiente con tu intento barato de venganza. Madura de una vez y deja de hacerte la víctima".

"—Sabes una cosa. Bien, sé feliz en tu nueva vida de mierda. Te iba a dar todo de mí. Después de todo, la zorra me folló mejor que tú en cuatro años".

"—Katie. Hola. Espero te encuentres bien. Escucha, no sé qué me pasa. Tu partida me está volviendo loco, por favor perdóname por todo lo que haya dicho anteriormente, estaba ebrio. Por favor, por favor perdóname. Soy una basura. Lo lamento. Yo sigo esperando tu llamada, puedes devolverla a este número. Te amo".

Son las cinco de la mañana y estoy en un rincón de la habitación, llorando sin parar. Con mi cabeza entre las rodillas, mientras escucho su último mensaje. ¿Cómo puede una persona arruinar todo tu día sin siquiera haberlo empezado?

Lo peor es que sí tiene razón, todavía lo amo, todavía siento algo por él. Y es por esa razón que este dolor se me clava tan profundamente. Cuatro años de relación, y todo se desmoronó en un fugaz instante. Me enamoré de Eliot como una joven adolescente, convencida de que él era el amor de mi vida. Así lo veía durante cada uno de nuestros cuatro años juntos.

Yo tenía tan solo 19 años cuando lo conocí, mientras él tenía 22. Desde el primer momento, quise casarme con él, tan solo por el hecho de que me invitó a nuestra primera cita. Compartíamos los mismos gustos musicales, amábamos las mismas películas y nuestras conversaciones fluían como las de dos mejores amigos de toda la vida. Pero al parecer, nada de eso importó en el momento en que decidió acostarse con alguien más, justo en nuestra cama.

Es por esta razón por la cual no deseo volver a abrir mi corazón a nadie más. No quiero volver a repetir la historia, y no volveré a repetirla jamás.

Mis ojos se posan en Aaron, tumbado boca abajo, sumido en un sueño profundo sobre la cama que compartimos. Sus mechones castaños están desordenados, cayendo suavemente sobre su frente. Es una imagen que nunca antes había presenciado, y en este momento, puedo verlo verdaderamente humano, vulnerable y sorprendentemente tierno. Una sonrisa se dibuja en mis labios al contemplarlo de esta manera. No puedo odiarlo, no así.

—Quizá si te hubiese conocido en un pasado las cosas serían distintas —susurro, mirándole mientras duerme.

Me levanto lentamente del rincón, secando mis lágrimas. Por fin es sábado, lo que significa que planeo ir al asilo temprano. Aún no ha salido el sol, así que comienzo a vestirme y arreglarme en la oscuridad. Mee doy cuenta de que Aaron tiene un sueño pesado, ha estado sin haberse movido ni un ápice a pesar del ruido que he estado haciendo.

No hay nadie despierto y me apena coger algo de la cocina sin el consentimiento de nadie. Sé que Aaron dijo que podía tomar lo que quisiera, pero... simplemente no se siente bien. No está Cesar, absolutamente nadie. Así que, llamo un Uber y a debido a la hora en que lo he pedido, se tarda más de treinta minutos en llegar. Llego a París a las ocho y media. El Uber me deja en el café que he marcado para ir a desayunar.

SUEÑOS EN PARÍS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora