Capítulo XXXIV

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Aaron

Un año después.

—¿Y bien, doctor Franco?

—No preguntes mi opinión. Necesito la tuya.

Ambos permanecemos en silencio mientras observamos las paredes en el color por el cual nos hemos decidido. Bueno, en realidad, yo me he decidido. No obstante, ahora no estoy tan seguro de si llevarme el crédito de esta decisión.

—Pues... para mí está bastante original.

Está horrible —dice Joel en español, lanzándose un pañuelo sobre el hombro mientras se retira. He pasado más de cinco meses con él, y aun parece no descubrir que sé hablar español también.

—Lo sé —cedo, dejando caer mis hombros en decepción.

Joel me ve, sorprendido.

—No está mal, señor. Estoy seguro de que le gustará —me dice Alexandru en su característico acento rumano, tratando de reconfortarme.

—Créeme, no la conoces —suspiro —. Ella es...

—¡Está hermoso! —escucho su voz a lo lejos exclamar. Tengo que tomar una bocanada de aire para poder enfrentarme a ella.

Un segundo.

¿Acaso ha dicho "está hermoso"?

Me vuelvo a ella de inmediato, tratando de despertar de este sueño en el que por primera vez en toda su vida reacciona de una manera positiva a algo que yo hago.

—¿Qué? —digo, volviéndome a ella.

Entonces, siento cómo coloca su mano sobre mi hombro y me da dos suaves palmadas, cuál padre orgulloso. ¿Qué demonios está pasándole hoy?

—Es la pintura perfecta.

—¿Lo es? —pregunta Alexandru, mirándola como si estuviera loca, probablemente con la misma expresión que tengo yo ahora mismo.

—Me encanta, es justo cómo la imaginé —dice.

Entre más dinero tiene la gente, más culeros se vuelven los gustos —comenta Joel a lo lejos, terminando de darle unos retorques al mural de Molly.

Todo esto lo estoy haciendo por Rose, con la inquebrantable ayuda de Jasmine.

He transformado la mansión desde los cimientos hasta el último rincón. Es como adentrarse en un universo totalmente distinto al pasado. Ha llevado un tiempo arduo, pero finalmente los últimos pasos se están concretando para que Rose pueda regresar a su hogar. Los traumas y los recuerdos oscuros de su pasado no tendrán cabida en su mente jamás.

En este instante, estamos culminando la pintura del cuarto de Rose, donde Molly tuvo la brillante idea de crear un mural con rosas en honor a su bisabuela. Cada rincón de la familia ha tomado parte activa en la transformación absoluta de la mansión Cartier, y por primera vez en todo este proceso, puedo inspirar alivio en cada inhalación.

—Estoy segura de que Rose amará este lugar —afirma Jasmine, con una sonrisa que irradia confianza. Observo su rostro cargado de orgullo y paz mientras contempla el nuevo espacio de Rose, y por primera vez, Jasmine y yo estamos en perfecta armonía.

Estoy feliz.

Satisfecho de que todo haya salido de acuerdo a lo planeado.

Jasmine empieza a hablar con Joel y Alexandru, por lo que yo decido salir de la habitación para echarle un vistazo más a los pasillos, los nuevos recuadros y el nuevo piso. Todo tiene que estar completamente nuevo, nada debe parecerse a la mansión en la que Rose vivió.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now