Capítulo XII

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Katie

La casa —si acaso se le podría llegar a llamar así — de la familia de Aaron era enorme. Podría fácilmente decir que se trata de una mansión, pero, aunque es considerablemente grande, no resulta ostentosa, sino más bien acogedora. Una casa que aparenta ser de dos plantas y tres alas diferentes. Al acercarme, puedo apreciar su impecable diseño arquitectónico, con una fachada resplandeciente en blanco, madera y ladrillos de arcilla que combina a la perfección la estética clásica con toques contemporáneos.

Cuando atravieso la entrada, soy recibida por dos columnas altas y esbeltas bañadas en tono níveo que se alzan en la el inmenso vestíbulo, que también contiene un juego de sofá color marrón y una mesa de té.

Mientras Aaron, Carol y yo nos adentramos en la casa, cruzando la imponente puerta principal, mis ojos exploran cada rincón. Desde los brillantes pisos de mármol hasta las suaves cortinas blancas que se mueven con gracia al compás de la brisa, todo en este lugar me enamora. Los espacios interiores están exquisitamente decorados con muebles elegantes, fabricados con una madera que seguramente es sumamente costosa. A medida que avanzamos, nos encontramos frente a una imponente chimenea encendida, que parece ser la única fuente de luz junto a dos lámparas con suaves tonos amarillos, en lo que parece ser la sala principal. Allí reposa un juego de sofás en un elegante rojo vino.

Mierda. Entonces así viven los millonarios.

Siento cómo mi rostro palidece al escuchar hablar a Carol, su voz haciendo eco en todo el salón.

—Carol. Lenguaje —le regaño.

—Aquí, les mostraré dónde pasarán la noche —nos comunica Aaron mientras comienza a subir unas escaleras de mármol con nuestros bolsos en mano. Carol y yo lo seguimos de cerca, emocionadas por descubrir los espacios donde nos alojaremos.

Mientras caminamos por los pasillos, noto la abundancia de cuadros y pinturas que adornan las paredes blancas. Me muero de curiosidad por conocer la historia detrás de cada una de esas obras, aunque estoy segura de que Aaron no es del tipo de persona que se tomaría el tiempo para darme un recorrido. De repente, abre la puerta de una habitación, revelando una cama tamaño queen, perfectamente ordenada con sábanas blancas. En el centro, destaca una almohada de color rosa que lleva bordada la frase: "Be Yourself".

—Aquí pasarás la noche tú... —Aaron se gira hacia Carol, y parece estar haciendo un esfuerzo por recordar su nombre.

—Carol —susurro, en caso de que alguien esté cerca. Aunque la casa pareciera estar en abandono por lo silenciosa que está.

Carol silba en aprobación.

—Joder, no hay ni de qué quejarse. Incluso hay una pc gamer, ¿puedo? —ella ve a Aaron, sus ojos color verde llenos de emoción. 

—Por supuesto —Aaron cede.

Carol entra casi corriendo y se tira boca abajo en la cama, riendo emocionada al sentir la tela bajo ella.

—¡Mierda! ¡Esto sí es una cama...! —exclama.

Aaron me indica con un gesto de cabeza que lo siga, y obedezco. Ahora nos encontramos frente a otra habitación, donde él gira la manija de la puerta de madera. Lo primero que me cautiva es la cálida luz solar que entra por un amplio ventanal. Aquí hay una cama del mismo tono, pero considerablemente más grande, también impecable y perfectamente ordenada. Un suave aroma a canela impregna el aire, y noto dos velas encendidas sobre un tocador de caoba a mi izquierda, junto a utensilios de cabello, maquillaje y otros objetos femeninos. Frunzo el ceño, intrigada.

Como si Aaron hubiese leído mi expresión, se apresura a decir:

—De parte de Jasmine —dice —, ella está muy emocionada por conocerte.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now