Capítulo VIII

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Katie

—Estás escondiendo algo, ¿cierto?

Mantengo mi mirada fija en mi computador. Estoy escribiendo una reseña de uno de los peores libros que he leído a la fecha, y necesito mi absoluta concentración para esto. No hay nada mejor que escribir una reseña con mucho enfado, llevo más de mil palabras justo ahora, sí, sé que nadie va a tomarse el tiempo para leer mi testamento lleno de veneno, pero esto se ha convertido en mi terapia favorita. Tomo un sorbo de té verde, no tenía idea de que iba a desarrollar una adicción por este bendito té hasta que lo probé. Sabe a ángeles.

—¡Katie!

Sigo tecleando, con la mirada fija en el computador. Al mismo tiempo, observo de reojo a la ventana, es increíble como París puede verse hermoso incluso de noche mientras cae una terrorífica tormenta. Escucho el estruendo de un trueno al mismo tiempo que siento el agarre de la persona que he estado ignorando desde que volví a la habitación: Mi hermana. Ella me coge de mis antebrazos, atrapándome y privándome de seguir escribiendo mi reseña. Puedo ver el enfado que se enciende tras sus ojos, lleva puesta otra de las camisetas que sacó de la maleta de Aaron, ese hombre debe de detestarme con toda su alma.

—¿Qué quieres? —hablo por primera vez.

Desde que volví al hotel después de pasar el día entero en el asilo, mi hermana no había parado de hacerme preguntas acerca de Eliot. Honestamente, aún me dolía demasiado como para hablarlo sin derramar una sola lagrima con mi hermana y eso sin duda sería la peor de las humillaciones.
Estoy consciente de que también soy culpable de todo esto, haberla traído a París de la noche a la mañana, sin darle ningún tipo de explicación a ella, a mi madre, ni a..., bueno, nadie más importa, no es como si tuviera una cantidad de personas preocupándose por mí.

—Eliot, ¿por qué he recibido una llamada de él preguntando por ti? Dijiste que habían hablado del viaje y que él creyó que era una buena idea.

Dejo caer mi cabeza sobre mis manos, restregando mi rostro una y otra vez. No estoy lista para hablar de esto, pero supongo que es hora.

—Eliot y yo terminamos —le comunico. Veo cómo su semblante cambia de enfado a confusión, y de confusión a enfado otra vez.

—Katie, ¿por qué coño no me has dicho nada? —espeta — ¿En qué estabas pensando? ¿Guardarte esto durante toda nuestra estadía? Soy tu hermana, sabes que iba a estar de tu lado sin importar qué, después de todo Eliot siempre me pareció el villano de una película de perros, ¿sabes? La clase de tipo que podría contrabandear cachorros.

Empiezo a rascar mi cabeza. No sé quién es más extraña en nuestra familia, ella o yo.

No era buena idea seguir hablando de esto con Carol. Decirle la razón por la cual Eliot y yo terminamos solamente aumentaría el drama de todo este lío y eso era lo que menos deseaba. Vine a París para disfrutar, descansar y tener paz, lo que menos quería era desgastar mis palabras en Eliot.

—Carol —empiezo, dejando salir un largo suspiro —, mañana tendré un largo día en el asilo, lo que menos quiero ahora es hablar de esto.

—Katie, te ibas a casar, ¿cómo se supone que simplemente me trague esta noticia como si nada?

Buen punto. Creo que estoy siendo una perra egocéntrica con ella.

—Eliot me engañó. Descubrí fotos que su secretaria le enviaba por mensajes, mensajes explícitos de cosas que ella quería hacer con él al siguiente día. El idiota olvidó cerrar sesión en su ordenador —niego con la cabeza, encogiéndome de hombros —. Nunca me había sentido tan estúpida.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now