Capítulo XXXVI

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Katie

Mi cuerpo entero está temblando a causa del frío.

No estoy acostumbrada a este tipo de clima.
El clima más frío al que mi cuerpo ha tenido que exponerse es a 12 grados, lo cual ya era demasiado para mí, y ahora, me encuentro frente a la casa de Edward, esperando a que alguien se apiade de mi alma y se digne a abrir la puerta para no terminar congelada aquí.

Vuelvo a tocar la puerta, mis guantes rojos hacen que el golpe suene más leve, por lo que tengo que quitármelos.

Hoy es el día.

Mi mente no ha dejado de darle vueltas a la imagen, a lo que sucederá.

Finalmente, ha llegado el día en el que me reencontraré con Aaron.

Estoy consciente de que no recibí ningún tipo de respuesta de su parte desde la primera carta que envié, y no mentiré, me siento con mucho miedo de tampoco recibir respuesta el día de hoy, pero también creo que estuvo claro en mi mensaje, si él no se presenta hoy, sí tendré una respuesta.
Aunque honestamente, no quiero pensar en esa posibilidad.

La puerta blanca decorada con una corona navideña se abre de golpe, descubriendo a un emocionado Edward vestido con una camisa a cuadros naranja.

—¡Sí lo lograste! —exclama, una vez la puerta se abre por completo. Él se hace a un lado — Adelante, Katie-kitty, no quiero que te congeles.

—Estuve a punto —bromeo, adentrándome a su casa.

Edward cierra la puerta detrás mío, y lo primero que me recibe es el característico y delicioso aroma a pavo.

—Qué bien huele —le digo sonriendo.

—Y los olores apenas empiezan a florecer —él se ríe —. Debo avisarte desde ya, que es la primera vez que horno pan, así que no esperes que sea el mejor.

Está oscureciendo afuera, y la única fuente de luz es la que proviene de un enorme árbol de navidad y una chimenea ardiendo en el centro de la sala principal.
Me deshago del abrigo y la bufanda que llevaba puesta, colgándolo dentro de un pequeño armario que se encuentra en la entrada.

—¿Y los invitados? —pregunto, siguiendo a Edward a la sala del comedor. La pregunta sale espontánea de mi boca, pero mi corazón empieza a latir con nerviosísimo desde ya.

—Eres la primera en venir.

—Bienvenida. ¡Feliz día de acción de gracias!

Me pongo rígida por un momento, pero me relajo de inmediato al ver a un hombre idéntico a Edward saliendo de la cocina.
Parpadeo, sorprendida. Es literalmente idéntico a él.

—Feliz día de acción de gracias —yo saludo de vuelta, dedicándole una sonrisa.

El hombre que aparenta estar en sus sesenta se aproxima, limpiándose las manos con un trapo de cocina. Me extiende la mano, y yo saludo cordialmente.

—Emerson Clarke —él me sonríe —, padre de Edward.

—Katie Blossom, amiga de Edward —digo —. Ustedes dos se parecen mucho —me río.

—¿Me estás comparando con ese anciano? —dice Edward, quien ahora se encuentra ordenando los platos en la mesa.

—Quisieras parecerte a mí —le responde Emerson, riéndose.

Entonces, el sonido de un timbre.

Dos golpes en la puerta.

Y el tiempo se detiene.

SUEÑOS EN PARÍS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora