Capítulo XXXIII

2.1K 207 2
                                    



Katie

Los sollozos de Carol empezaban a hacerse más audibles ahora.
No podía simplemente sentarme aquí e ignorarla como si nada pasara.

Cole y ella se habían despedido correctamente en el aeropuerto, ambos jurando mantenerse en contacto todos los días. Sin embargo, aunque nunca he estado en una relación a distancia, puedo sentir el dolor que mi hermana está experimentando ahora mismo.

—Todo estará bien, Carol —le digo, acariciando su espalda. Ella se remueve y esconde su rostro con ayuda de su cabello —. Cole y tú pueden hablar todos los días por videollamada...

Escucho sus sollozos aumentar ante mi comentario, así que decido mantenerme en silencio.
Solo espero que mi compañía le dé algo, al menos algo de fortaleza.

Para brindarle toda mis fuerzas he tratado de contenerme durante todo el vuelo, he tratado de seguir siendo la hermana mayor fuerte y ejemplar, pero, debo admitir que ha sido difícil.

No he logrado cerrar los ojos siquiera, no he podido dejar de pensar en todo lo que sucedió. Los escenarios seguían girando en mi cabeza, planteando cómo podría haber evitado el desastre, pero las ideas solo apuntaban a una salida: escapar.

Ahora me dirigía de nuevo a San Francisco, después de haber vivido todos mis sueños en Francia de la manera más inesperada posible. Todo esto junto al hombre más increíble...

Aaron Franco.

Podría culpar al destino, recurrir a esas explicaciones simplistas de que las cosas suceden por una razón. Pero sabía que no me convencerían; confiaba en mis decisiones más que nunca.

Y no lamentaba ninguna de ellas.

***

—Bienvenida a casa, Catherine.

Me pongo rígida al escuchar la voz de Karl Dahmer.

Sí, mi jefe, sí, a quien no mencioné absolutamente nada antes de salir huyendo y dejar todo atrás... Incluyendo mi trabajo.

Lo peor de toda esta situación era que había regresado al hospital, sin avisarle nuevamente.

—Ah. Karl, hola —le saludo, mientras ordeno vasos de muestra en cajas esterilizadas —¿Cómo está mi jefe favorito? —sonrío en su dirección, pero él no me devuelve la misma energía.

Se cruza de brazos y recostándose en una de las mesas frente a mí, me observa en silencio por unos segundos.

—Me pregunto cómo es que tienes las agallas de regresar, y empezar de nuevo como si nada —habla, su voz fría tomándome por sorpresa.

Parpadeo confundida, mirando en su dirección.

—Hablé con Denisse antes de volver —le informo —. Ella dijo que no había ningún problema.

Ella no tiene ningún problema contigo —me dice, rodeando la mesa que nos divide —, pero yo sí lo tengo —él se inclina para limpiar algo sobre mi hombro —. Si permito que regreses a tu puesto sin ningún tipo de repercusión o castigo por lo que has hecho, este tipo de comportamiento seguirá pasando con otros empleados, y para tener un personal exitoso, se debe recurrir a reglas estrictas.

—¿Lo que significa? —pregunto extrañada.

Karl me sonríe con ironía.

—Empezando mañana estarás trabajando como enfermera auxiliar por un mes si deseas recuperar tu puesto.

—Pero... ¿Qué dices? —tartamudeo.

—Si la idea no te gusta, tienes una puerta allá —él señala detrás de nosotros a la puerta de salida —, por la que te puedes retirar, y eres completamente libre de buscar otro empleo.

Estoy tratando de recuperar la compostura, cuando él toma unos papeles de la mesa y se da la vuelta para retirarse.

—Karl —le llamo, yendo tras de él. Se detiene, volviéndose a mí, y yo empiezo a respirar profundo antes de hablar —, si bajas mi salario no podré pagar mi apartamento. Tú seguro ya sabes que me separé de mi pareja y no puedo...

—Tus problemas no son los míos —él se vuelve a mí, clavándome sus ojos —. Cuando huyes sin más, existen consecuencias —finaliza, retirándose de una vez por todas.

***

La puerta se abre finalmente. Levanto la mirada, para encontrarme con Elle buscando al responsable del toque en su puerta. Ella no me ve, pero cuando mis piernas hacen ruido, sus ojos se deslizan hasta el suelo, donde me encuentra. Su rostro cambia por completo.

—¿Catherine?

Estoy bajo la lluvia, frente a la casa de Elle Williams, mi psicóloga. Por muchos años he estado recibiendo terapia una vez al mes. Sin embargo, jamás se me había presentado una situación en la que me siento tan atrapada y tan perdida que lo único que se me ocurre es ir a la casa de mi psicóloga.

Creo que también estoy sola.

—¿Qué haces aquí? —ella me pregunta, haciéndose a un lado para que yo pueda pasar. Le agradezco, una vez que me adentro en su casa.

Ella me pone una manta sobre la ropa mojada y me ofrece un café, pero yo decido ir al punto de todo esto.

—No sé qué hacer, Elle —me voz se rompe, y mis rodillas tiemblan a causa del frío. En un abrir y cerrar de ojos he caído al piso nuevamente, dejando que las lágrimas salgan de lo más profundo de mi pecho — Estoy pérdida. Estoy tan sola, tan jodidamente sola y no tengo remedio —escucho m voz colgando de un hilo —. Toda mi vida he pasado huyendo, dejando atrás todo lo que llegase a causar un problema, tratando de protegerme... Pero mírame, estoy aquí, completamente sola. Y todo por mi culpa.

Siento que mi garganta se obstruye a causa del dolor y el llanto que se acumula dentro de mí cada vez que intento retomar la palabra.
De pronto, Elle se acerca a mí con un vaso de agua, colocándose de cuclillas a mi lado.

—Lo he perdido todo, Elle.

—¿Ya estás lista para hablar conmigo de ello? —Elle me dice, y sigue ofreciéndome el vaso de agua. Decido tomarlo, dando largo trago mientras pienso en lo que responderé a continuación.

—Quiero cambiar —confieso —, quiero cambiar y quiero que ayudes a hacerlo...

—Es mi trabajo, Katie, cariño.

—Estoy lista para hablarte del bebé... —digo, mirándole directamente a los ojos —. Necesito tu ayuda para sanar. Creí que llorando todo se iría con el tiempo, pero... estaba tan equivocada —siento mis lágrimas rodando sobre mis mejillas —. Necesito cambiar. Quiero cambiar —digo, más segura que nunca.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now