Capítulo XV

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Katie

—¿Sabes una cosa? Creo que después de todo, esta idea no fue tan mala.

Terminé de maquillarme cuando escuché a Carol hablar mientras se dejaba caer en la cama en la que había dormido la noche anterior. Bueno, "dormido" sería un término inapropiado, ya que no pude siquiera cerrar los ojos, mientras reflexionaba sobre lo injusta que era la situación. Aaron dormía en un sofá diez veces más pequeño que él, mientras que yo ocupaba una cama diseñada para albergar a más de cuatro personas.

—¿Qué no ha sido una mala idea?

—Todo esto —responde, extendiendo los brazos hacia el techo —, este lugar se siente mágico.

Yo me encojo de hombros, al mismo tiempo que me aplico máscara en las pestañas.

—¿Quién es el chico? —pregunto, sin más — Los vi hablando durante toda la cena ayer.

Ella se mantiene en silencio por unos segundos. Entonces la escucho suspirar.

—Su nombre es Cole, es el hermano de Molly —ella se levanta de la cama —, no me malinterpretes, no me gusta el lugar por él. Es demasiado... sofisticado para mi gusto.

Me giro a ella para enfrentarla y noto que efectivamente sus mejillas están sonrojadas.

—Ah —empiezo —, entiendo. Interesante elección de palabras. Hombre sofisticado, eh —bromeo.

Ella gira los ojos y se levanta. Lucía un elegante vestido negro adornado con un broche de calaveras y medias de malla. Su cabello, ahora teñido de rojo, estaba recogido en dos coletas. Era hermosa, su piel morena parecía brillar cuando los rayos del sol la acariciaban.

—¿Qué pasa con Aaron? —pregunta, tomándome por sorpresa y obligándome a tratar de actuar lo más normal posible.

Finjo echarme más rubor, aunque ya no necesito.

—Aaron, no lo sé, ¿qué pasa con él?

—Exacto —dice —. No me engañes, ¿qué más hay ahí?

—No sé de qué hablas.

—Por favor —habla con exasperación —, no soy estúpida, Katie. ¿Me estás diciendo que incluso teniendo a ese hombre cerca de ti no piensas en lo bien que podría follar?

Creo que se me ha bajado la presión. Tengo que sostenerme del tocador para agarrar aire.

—Carol, por el amor a Dios. Juro que no quiero hablar esto contigo, pero si tienes curiosidad, créeme que entre ese hombre y yo lo único que hay es un contrato con muy buena paga. Así que te pediré dejar de hacer ese tipo de insinuaciones.

—No me jodas, Katie —ella se ríe —. Está bien. Te dejaré creer que puedes hacerte la santa conmigo.

No estoy mintiendo, entre Aaron y yo no hay y no habrá nada más que este acuerdo. Sí, he de admitir que el hombre es físicamente llamativo —jodidamente sexy —, pero no hay nada más que una apreciación física. Eso es todo.

—¡¿No hay nadie desnudo?! —grita tras la puerta una voz femenina, y la reconozco de inmediato: es Molly — ¿Puedo pasar?

—Adelante —decimos Carol y yo al mismo tiempo.

Molly se adentra con un vestido de color azul alineado a su perfecto cuerpo de reloj de arena. Su cabello rubio cayendo en ondas sobre sus hombros.

—¡Dios mío! —ella exclama, llevándose las manos a su boca — Se ven preciosas.

—Mírate tú —le responde mi hermana con una sonrisa genuina en sus labios —. Pareces salida de la película de Barbie.

—Te ves hermosa, Molly —agrego yo.

SUEÑOS EN PARÍS ©Där berättelser lever. Upptäck nu