Capítulo XXXVII

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Katie

3:00 a.m, 25 de Diciembre, navidad, y me encuentro sola en un bar de San Francisco.

Había pasado la víspera con mi madre y Carol, todo estuvo bien, normal, comimos y disfrutamos como una familia normal, claro, aun con las diferencias y lejanías emocionales que tengo con mi madre, este año mucho de eso cambió.

No me quejaba de mi vida.

Creo que de hecho, me encuentro en este bar solo para celebrar.
Ha sido la mejor noche que he vivido en años.
Disfruté como nunca, bebí licor como una adolescente en una fiesta de fraternidad. Me hice un corte de pelo del cual me arrepiento, pero reí, bailé, incluso hice karaoke junto a desconocidos.

Estoy a punto de ir a por un vaso de whiskey, cuando a lo lejos, veo a Kael, mi jefe. Se encuentra al otro lado del bar, en una mesa, está bebiendo una cerveza, cuando me ve y me saluda.

Me giro sobre mis talones, y llevo mi mano a mi cabeza.

Ha sido la mejor noche de mi vida... podría ponerse mejor si me voy con un hombre.

Ha sido la mejor noche de mi vida, por debajo de todas las que pasé con Aaron...

Aaron.

Aaron.

No volteo, ni siquiera me atrevo a ver en su dirección.

Dios.

Miro mi mano, y observo el anillo que sigue en mi dedo anular. Es navidad, y Aaron nunca regresó, ya debí de haber perdido todas mis esperanzas.

Pienso en quitármelo por un segundo, incluso lo deslizo por mi dedo, tratando de deshacerme de él, cuando alguien golpea mi hombro y casi termino cayendo. Otra vez, alguien me empuja entre la multitud.

Estoy tambaleándome alrededor de todo el bar, con un vaso de whiskey en mano, y no puedo dejar de ver cómo todo mi alrededor está dando vueltas sin parar.

Joder.

Creo que ya recuerdo por qué odio beber licor.

Dejo caer mi peso sobre la barra de bebidas, y llamo la atención del barista, moviendo mis brazos. Tal vez con otro trago más, pierda el mal sabor.
—¡Otro más! —le grito.

Él me guiña el ojo, y coge las copas que le entrego.

—¿Cómo es posible que una chica como tú esté tan sola...?

Le interrumpo, mostrándole mi dedo anular, el barista se detiene en seco, dándose la vuelta para servirme las copas.
Debo admitir que me he salvado de muchas experiencias como esta gracias a este bendito anillo.

Me sirve el vaso de whiskey, y yo me lo empino todo hasta terminármelo.

—Mierda, joder —grito, lanzando el vaso de regreso a través de la barra.

Empiezo a sentir un hormigueo en mis piernas, y entonces, por alguna razón siento que empiezo a desvanecerme.

Voy a caer en el piso...

Es blanco...

Parece hecho de algodón...

Mis rodillas no aguantan mi peso ni un rato más.
A la mierda. Mi cuerpo cae, y espero caer en el piso hecho de algodón. Cierro los ojos, pero nada sucede.

Sigo esperando el piso suavecito.

Quizá estoy cayendo en cámara lenta.

O tal vez, el piso está muy lejos.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now