Capítulo XXIII

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Katie

La campanilla del establecimiento se hace escuchar al abrir la puerta, capturando la atención de aquellos presentes en el lugar. Mis ojos escudriñan la habitación, pero es en los de una persona en particular en quien se concentra mi interés.

Antoine, con su delantal impoluto, se encuentra absorto en la tarea de limpiar la vitrina que resguarda las tentadoras creaciones de repostería. Al levantar la vista, nuestros ojos se encuentran. Me sonríe, y no puedo evitar corresponder con un gesto igualmente amable. Me acerco a él.

Salut. Ravi de vous rencontrer. Parlez-vous Espagnol ? —pregunto, mi acento sonando terriblemente mal.

Él asiente.

Oui. Hablo un poco —responde.

—Tu nombre es Antoine, ¿cierto?

—Ese mi nombre —él se ríe, limpiando sus manos con un trapo — ¿Necesitas tú algo?

—Sí. Necesito saber si es posible saber de tu abuelo, ¿también se llama Antoine?

Mon grand-père ? —él pregunta en francés, su rostro cambia a uno más tenso —¿Tú ser noticias? Journaliste ?

Pienso un momento mi respuesta.

—Algo así.

—Ah. Mon grand-père s'appelait Antoine Dupontel, él empezar ce café. ¿Qué quiere saber tú de mi grand-père?  Hombre inteligente, brillante, respecté dans tout Paris.

¿Existe la posibilidad de hablar con Antoine Dupontel? —pregunto, lo más respetuosa que puedo sonar.

Mon grand-père ha fallecido, seis años.

¿Antoine falleció hace seis años?

Oh Dios.

Siento el dolor posicionándose en mi pecho cuando me encuentro con sus ojos llenándose de nostalgia.

Mais tu poder hablar à ma madre Aurore, elle est sa fille.

¿Aurore es hija de Antoine?

Oui. Yo poder llamarla ahora mismo —él me sonríe, dándose la vuelta y cruzando una puerta hacia lo que parece ser la cocina.

Se tarda unos minutos, por lo que tengo que sentarme y esperarlo. Cuando Antoine regresa, una mujer muy parecida, pero mucho mayor a él, le acompaña. Se limpia las manos en su traje de chef, cuando Antoine me señala. Ella se acerca con una sonrisa y coge dos tazas de cerámica del mostrador.

Bonjour —le saludo.

—Está bien. Tranquila, puedo hablar español —ella me sonríe, sentándose en la mesa que estoy ocupando, al mismo tiempo que me ofrece una de las tazas —. Té verde. La especialidad de la casa.

Le agradezco, emocionándome por sentir el sabor del té. Doy un sorbo antes de empezar.

—Lamento si esto es completamente extraño —comienzo, buscando sus ojos con cierta aprehensión —, pero realmente quiero saber de tu padre, Antoine.

Una expresión de sorpresa cruza su rostro, pero pronto se desvanece y es reemplazada por una mirada serena.

—Mi padre fue un hombre extraordinario. Era un apasionado de la repostería, un maestro en la creación de delicias dulces que conquistaban los paladares de quienes las probaban. Fue él quien me transmitió su amor por la cocina y me enseñó todo lo que sé. Partió hace varios años, pero su legado vive en cada uno de los pasteles que elaboramos aquí —ella sonríe —. Fuimos la primera cafetería parisina en vender comida americana —me informa con orgulloso.

SUEÑOS EN PARÍS ©Where stories live. Discover now