31. Sutilmente, te amo

4.6K 588 123
                                    

Alec estaba sentado en la cafetería de la Clínica, frotando suavemente ambos lados de su vientre, con una enorme sonrisa.

Sus manos deslizándose suavemente sobre sus costados. Se había quitado el abrigo porque, tristemente, éste era el único lugar donde podía mostrar su vientre de cuatro meses sin miedo alguno.


En la Universidad, y aprovechando el frío clima invernal, Alec siempre llevaba gruesos abrigos. Aunque empezaba a preocuparse porque ya estaba casi a medio embarazo, seguramente no podría ocultarlo mucho más. Y si bien la Universidad no tenía exactamente alguna política contra los embarazos –ni femeninos ni masculinos–, tenía miedo de la reacción de personas como Ronald al enterarse de su estado.



Y en casa... Bueno, sus padres y Jace seguían sin saber la verdad. Aunque Alec estaba cada vez más cansado de mentirles, de ocultarse en su propia casa. Izzy era un apoyo, pero menor, Alec no podía poner esta carga sobre su hermanita. Aunque se sentía bien poder hablar con ella sobre el embarazo, tener a alguien para contarle emocionado cuando el Peque se movía. Claro, ella seguía sin saber que no era su hijo, que Magnus no era el padre...

En una ocasión en que ella entró sin tocar la puerta –afortunadamente fue ella y no alguien más–, Alec había estado frotando su vientre desnudo, amando la sensación cálida bajo su mano. No era como había sido su vientre plano hace sólo unos meses. Ahora había alguien dentro de él. Era tan extraño y habían sido circunstancias difíciles las que lo habían llevado a este momento, pero Alec –aunque nunca se lo hubiera esperado, y a pesar de lo difícil que era– amaba este estado.

Él se había preocupado un momento cuando los ojos de su hermana se abrieron demasiado al notar lo abultado de su vientre, el gran cambio en su cuerpo. ¿Ella lo miraría con asco?

Pero Izzy había sonreído antes de cerrar la puerta. —¿Puedo tocarlo? –ella había preguntado.

Y Alec había sonreído orgulloso. Ahora entendía un poco a esas mujeres frotando su vientre siempre y esperando que todos quisieran sentirlo. El Peque seguía moviéndose y Alec amaba eso.



Con Magnus las cosas estaban... No era perfecto, pero bueno, nunca lo había sido, antes porque hubo siempre entre ellos aquella mentira, y ahora porque estaban buscando un nuevo comienzo, buscando el punto perfecto para ambos para encajar de nuevo. Alec seguía mandándole textos cada día sin falta antes de ir a la Universidad o antes de dormir, textos cortos con un simple "Buenos días" o largos donde Alec le contaba de sus clases, de su vida, de él. Y Magnus siempre respondía en cuanto podía.

—Te extraño –había suspirado un día Alec en un mensaje de voz. "Nos extraño" había agregado en un texto a los pocos segundos.

Magnus había respondido con una llamada minutos después. Alec descolgó y Magnus comenzó a hablar sin esperar ningún saludo de Alec, sabía que había momentos más difíciles que otros. Sonaba un poco triste, pero también algo más: —No nos extrañes. Yo soy de la idea de que todo sucede a su tiempo, ¿sabes? Vivimos lo que teníamos que vivir en su momento. Fue hermoso, parecía perfecto, pero no lo era, y no podemos esperar seguir siendo esos o recuperar ese momento porque es imposible, la situación cambió. Y eso es bueno. Ya no hay engaños y estamos conociendo más del otro, estamos en camino de algo nuevo, con suerte más duradero. Tengo fe en que aunque nos cueste, valdrá la pena, Alexander. No me extrañes porque estoy justo aquí, sigo aquí a pesar de todo, no me he ido porque te quiero, porque mi corazón decidió darnos una oportunidad. No pierdas tiempo pensando en lo perdido, mejor disfruta el presente, cariño.

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora