39. Ángel guerrero

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A veces no era el cuerpo el que necesitaba ese calor compartido, era el corazón y la mente y el alma.
(A.Roux)

* * *

Alec despertó en brazos de Magnus y se sentía tan en paz consigo mismo, tan correcto, que tenía miedo de abrir los ojos.

Magnus notó, por el cambio en su respiración, cuando él estuvo despierto, pero no dijo nada, no lo presionó. Había sido demasiado difícil lo que Alec acababa de hacer: el haberse abierto hacia él, contarle de su familia y confesarle también lo que ambos ya sabían, que quería al Peque, que se había encariñado más de lo que debía.

Que si bien Magnus le pidió no verlo sólo como un medio para obtener el pago, no olvidarse que ese pequeño era también un ser vivo que sentía a través de Alec, que podría notar el rechazo... Se había olvidado que también podía ocurrir lo contrario, que Alec sentiría al Peque.

Alec estaba de lado, tenía un brazo sobre el estómago de Magnus, sobre su vientre plano, mientras el suyo abultado rozaba contra su costado, su rostro enterrado a un lado de su cuello, su nariz contra su piel se frotó cuando se movió por fin.

Movió sólo su rostro, lo echó un poco para atrás, lo suficiente para encontrarse con esos ojos verde dorado. Magnus giró su rostro también y, sin decir nada, después de haberse visto unos segundos, sonrió con algo de tristeza y se acercó para juntar sus labios.

No era exactamente un beso, ninguno de los dos hizo el intento de moverse después de que se quedaron así. Simplemente sus labios entraron en contacto y eso fue todo.

Se entreabrieron después de unos segundos, cuando los dos tuvieron que tomar una respiración muy necesaria, compartieron el mismo aliento, sus labios se rozaron y entonces realmente se besaron. Alec bajó un poco su cuerpo y Magnus, con cuidado, se incorporó sobre un codo sobre él, una mano de Alec en su cadera y la otra acunó su rostro.

Los labios de Magnus siempre eran cálidos y suaves. Como si quisiera curar el frío que padecía y resarcir el daño que el mundo le hacía. Alec había leído alguna vez que el alma podía compartirse con un beso y en ese momento creyó que era real, en ese instante sintió que estaba dando la suya. Así, sin necesidad de palabras y promesas elaboradas.

Ambas manos subieron al rostro de Magnus al final, para cuando el beso terminó estaba acunando su rostro tratando de mantenerlo siempre así. Sus frentes se mantuvieron en contacto. Magnus delineó los labios de Alec con su pulgar como si quisiera decirlo sin palabras, de nuevo: "Lo siento".

—Es más difícil de lo que pensaba –Alec sonó un poco sin aliento, tal vez por el beso, tal vez porque era difícil todavía hablar frente a Magnus, tal vez por lo roto que se sentía.

Magnus se movió de sus labios a su mejilla, sintiendo la piel suave calentarse bajo su toque, sus dedos subiendo y bajando.

Alec suspiró.

—Yo sé que sí –Magnus lo dijo después de un momento, suponiendo que se refería a la situación en general–. Pero tú eres un guerrero, Alexander Lightwood. Te llamé "Ángel silencioso" –ambos sonrieron ante eso– cuando nos conocimos, todavía pienso que lo eres, un ángel, pero eres también un guerrero. Eres un guerrero, cariño, no porque seas invencible a priori, no porque sea algo ya dicho e indiscutible, sino porque eres tú quien no te dejas vencer, no dejas de luchar.

Los labios de Alec se fruncieron en un puchero, pero no dijo nada.

Magnus siguió: —Hubo algo en ti que me hizo mirarte la primera vez, no fue sólo el hecho de verte tan perdido, no fue tu belleza exterior, no fue tu físico, había algo en ti, una luz que no brillaba con la intensidad suficiente, pero que estaba ahí llamándome, y no podía no acercarme a ti. Tenía que mirarte, entender que no te dejaba brillar por completo. Todavía no he terminado de descubrirte, Alexander Lightwood, con tus silencios, con tus adorables rubores, con esas sonrisas que me roban el aliento, con tus besos lentos que como diría aquel poeta hacen durar más el amor, con tu gran corazón que no deja de entregarse a pesar de todo... Quiero terminar de descubrirte, amor, quiero que un día brilles con todo lo que tienes, pero sé que para eso falta mucho y no porque seas débil, al contrario, porque eres fuerte y sé que puedes con todo lo que viene. Tu vida siempre ha sido difícil, para ti y tu familia, más de lo que puedo imaginarme, y ahora esto, no es sólo tu cuerpo en el exterior lo que cambia, haber alquilado tu vientre está creando literalmente revoluciones en tu interior, es entendible que sientas todo con más intensidad. Pero quiero estar aquí, contigo, si me lo permites, en la luz y en la oscuridad, en las risas y lágrimas. Quiero estar a tu lado, que juntos nos levantemos después de cada caída, con silencios o palabras, no me importa, con miradas, con sentimientos. No te voy a dejar, sé que no es mucho, pero..

Alec movió sus manos, ambas cubriendo la boca de Magnus. Sus ojos azules brillando por las lágrimas, pero también con esperanza. —Lo es todo.

Dios, ¿cómo Magnus podía decir que no era mucho?

Era la diferencia abismal entre su nada y el todo que ahora podía atisbar.

—Es todo, Magnus. A veces siento que no puedo más. Salir cada día a un mundo en el que tengo que ocultarme, en el que no puedo ser yo sin miedo. Cada mañana, en casa, en las calles, en la universidad, ser yo sin realmente serlo porque el mundo no lo entiende: que enamorarme de ti, de un chico, no está mal; que haber alquilado mi vientre, mi cuerpo y mi corazón como dices, no me hace un monstruo...

—Claro que no eres un monstruo –Magnus dijo, indignado, tras sus manos. Fue apenas entendible, pero suficiente para que Alec sonriera.

—...y en esos momentos, segundos o minutos en que no salgo de la cama, quiero rendirme. En ese pequeño lapso de debilidad, ni siquiera mi familia es suficiente para hacerme salir, pero entonces pienso en ti y creo que puedo.

—Tú puedes –Magnus retiró las manos de Alec que cubrían su boca, para poder besarlas–. Yo no lo creo, que puedes, mi ángel guerrero.

Alec sonrió con timidez y deslizó una de sus manos hacia su vientre. —No quiero ocultarme más, no puedo ocultarme más. Ya no puedo, Magnus, pero... Pero no puedo solo.

Magnus llevó una de sus manos sobre la de Alec, piel con piel. Era suave, era cálido y había vida dentro.

No quería prometerle nada sobre el Peque, aunque sabía lo que significaba ya para Alec, lo que podría afectarle perderlo, pero ambos eran conscientes de que Alec firmó, él sólo prestó su vientre para el futuro hijo de alguien más. Las posibilidades de conservarlo eran mínimas y aunque Magnus sabía que destrozaría a Alec perderlo, también se preguntaba si estaba listo para ser padre. Con sus problemas no sólo económicos, sino emocionales, ¿era buena idea intentarlo?

Tal vez deberían hablarlo más adelante. Con calma y sin mentiras, cuando Alec estuviera mejor, más tranquilo, y cuando Magnus hubiera hablado con Catarina y la administración, cuando sopesara pros y contras de intentarlo.

Alec se movió, hasta recargarse contra la cabecera de la cama. Magnus que no se había movido, perdido en sus pensamientos, recargó su frente contra su cadera y finalmente besó un costado de ese abultado vientre.

—No tienes que hacerlo. No tienes que ocultarte más. Cuentas conmigo...

Y eso es lo que Alec necesitaba escuchar. Tomó una de sus manos y la apretó con fuerza.

—...dime qué quieres hacer.







* * *

A veces quisiera ser buena dibujando, capítulos así me crean unas imágenes mentales de ellos tan jfdfdgh 😭😻😭😻❤ ¿Se los imaginaron en esa cama?

¿Qué piensan de la situación con el Peque? 💔

¿Y a qué se referirá Alec con no "ocultarse" más?

¿Qué les ha parecido el capítulo? A veces soy muy pesada y ñoña escribiendo 🙈, ya lo sé, y pareciera que me estanco, pero ya saben, yo soy todo detalles. Al principio pensé que esta historia sería corta, que nadie leería, pero se ha ido desarrollando y vamos a mitad del embarazo de Alec apenas 😅

El silencio del amor (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now