44. Ya es momento

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En ese preciso y desgarrador momento, mi pecho se llenó de orgullo por los demonios que este hombre había combatido y supe sin lugar a dudas que lo amaba más que a nadie en esta tierra.
(E.F. & B.B.)





Alec se sentó en una mesa desocupada de la cafetería, todavía no muy seguro de por qué Magnus lo había llamado.

No es que importara realmente la razón. Estaba feliz de haber venido, este día no tenía muchas clases en la Universidad así que habría estado solo mucho tiempo en casa.

Casa.

Se sentía tan bien decirlo. Como si fuera algo definitivo, real. Su casa, de Magnus y suya. Como si no estuviera sólo temporalmente.

Sabía que estaba haciendo pucheros, incluso antes de que una voz femenina preguntara "¿Estás bien?"

Por alguna razón eso lo hizo pensar en Traicy –la trabajadora social de la Universidad– que seguía insistiendo en preguntarle a diario si todo estaba bien con él, si necesitaba algún tipo de ayuda –¿Y dónde rayos había estado todo el tiempo en que Alec y su familia realmente necesitaron ayuda?–, algún apoyo con una clase, terapia –"Todos necesitamos hablar con alguien en algún momento, Alec, no me mires así"–, cualquier cosa...

Y lo único que Alec necesitaba cada día era volver a casa –él siempre podría considerarla su casa mientras no lo dijera en voz alta– y dejarse envolver por los brazos de Magnus, sentir sus labios en su cuello, en sus hombros, sus mejillas, en un beso...

Un día lo había besado en la espalda, entre los omoplatos, mientras lo desnudaba con ternura –Y, ah, eso ya no tenía nada que ver con tenerlo viviendo en casa sólo en plan médico-paciente– antes de llevarlo a la ducha, y Alec se había estremecido completamente con sólo ese suave contacto de sus labios contra su piel. Sus piernas se habían sentido débiles al instante y de no ser por las manos de Magnus en sus caderas y su cuerpo tras el suyo, Alec estaba seguro que habría caído. "Lo siento" Magnus se había disculpado al instante, a punto de retirarse, pero Alec se había recargado en él, apretando sus manos que ya rozaban su vientre. Quería pedirle que lo besara otra vez, justo ahí, justo así, confesarle –tan apenado y ruborizado– que le había gustado, que había encendido algo en él... Pero no se atrevía y después tuvo que morder sus labios para no gemir cuando sintió la obvia excitación de Magnus tras él. ¿Magnus podría desearlo también? ¿Incluso con sus circunstancias y cuerpo actual? Magnus no había presionado, ni siquiera mencionó su evidente erección, sólo terminó de desnudar a Alec –mirándolo en el último momento, antes de quitar la última prenda, como si esperara que lo detuviera y Alec no lo hizo, pero tampoco dijo lo que tanto quería, "¿Te gusto?"–, lo dejó en la bañera y entonces se había ido.

...sus manos en su vientre y saber que todo estaría bien. Que después de un día en el horrible mundo real, podía tener su burbuja de perfección con Magnus, con su novio. Y tal vez si las cosas fueran diferentes, si su familia supiera, si nunca le hubiera mentido a Magnus –o dejado que la confusión creciera–, si pudiera hablar como todos, no callarse absolutamente nada, tal vez entonces viviría con Magnus realmente como una pareja y no así.

—Oye —Camille insistió y más que preocupada, sonaba entre aburrida y molesta—, ¿estás bien? Sé que eres un poco tonto, pero responde...

Alec sintió su ceño fruncirse mientras llevaba sus ojos azules a los verdes de ella. ¿Por qué lo miraba como si lo odiara? ¿Por qué le hablaba así?

¿Y por qué Alec siempre cubría su vientre, extra protector, cuando ella estaba presente?

No soy tonto —Alec le dijo, agradecido de que no tartamudeó.

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora