55. Malos sueños

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Amo la luz porque me muestra el camino. Pero amo también la oscuridad porque me muestra las estrellas.
(Og Mandino)

*Recuerden eso después de este capítulo 👆❤*



[Finales del séptimo mes de embarazo]

Y entonces Alec cayó...

...su cuerpo se sacudió, lo que le provocó una pequeña contracción, y despertó con un quejido adolorido.

—¿Alexander? —Magnus, que dormía en el otro extremo de la cama, se sentó adormilado, frotándose los ojos con una mano y extendiendo la otra hacia él, buscándolo a ciegas—. ¿Estás bien, ángel?

Alec respiraba con dificultad, su pecho subía y bajaba rápidamente, envolvió su vientre con un brazo y llevó su otra mano a su cadera. Malditas contracciones, aunque Magnus decía que era normal, que por ahora era simplemente su cuerpo acomodándose –por así decirlo–, preparándose para el nacimiento del Peque, aun cuando obviamente sería cesárea. Alec había hecho pucheros, preguntando entonces por qué tenía que sufrir las contracciones; Magnus simplemente lo había besado con un “Lo siento, cariño”.

Alec tenía la vista nublada por las lágrimas y había un nudo en su garganta que le impedía hablar, sus labios temblaban y su pecho dolía.

Lo había soñado otra vez, otra maldita vez: que caía, una larga caída en la que Alec sólo tenía tiempo para pensar en el Peque, el daño que sufriría su Peque cuando su cuerpo tocara fondo por fin, con el golpe que lo dejaba sin aliento y con la sensación de algo roto llegaba también el grito completamente alarmado de un “¡ALEC!” que él juraría era de Jace.

—¡Alexander! —Magnus sonó más despierto y asustado esta vez, mientras gateaba hacia Alec y tomaba su rostro entre sus manos—. ¿Qué pasa? —Alec comenzó a llorar entonces, con fuertes sollozos que rompían el corazón de Magnus, pero estuvo más tranquilo cuando se aseguró que no estaba físicamente herido o era algo sobre su embarazo. Lo abrazó, dejando que Alec se apoyara en él y se desahogara—. Está bien, cariño. Está bien.

—N-no... —Alec negó varias veces, hipando entre sollozos—. Y-yo....yo... El P-peque...

Magnus movió sus manos hacia el abultado vientre de casi ocho meses, hizo un amago de salir de la cama –para buscar sus instrumentos y revisar correctamente a Alec–, pero fue detenido por esas manos que temblaban.

“No me dejes”, Alec rogó en un tartamudeo asustado.

—Nunca, mi amor. Nunca.

Magnus seguía sin entender qué pasaba, pero se acomodó contra el cuerpo de Alec, meciéndolo, pasando sus manos por los brazos y vientre de éste, tarareando para calmarlo. Finalmente, con un Alec más tranquilo y ya dormido, Magnus se quedó con una mano sobre su vientre y la otra en el pecho de Alec, sintiendo su corazón.

—Cuida a papá —susurró, besando uno de los hombros de Alec, cuando el Peque se movió.

Magnus cerro los ojos y se permitió disfrutar de un momento más al lado de Alec.

* * *

La segunda vez que Alec despertó fue mucho mejor. Los ruidos de la mañana ya llegaban hasta la habitación y algunos rayos del sol se colaban a través de las cortinas. Pero lo mejor, definitivamente lo mejor, eran los brazos de Magnus rodeándolo y la respiración en su cuello.

El silencio del amor (Malec Mpreg)Where stories live. Discover now