58. The other side

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I don't want to know who we are without each other
It's just too hard
I don't want to leave here without you
I don't want to lose part of me
Will I recover?
That broken piece, let it go and unleash all the feelings 🎶

[No quiero saber lo que somos el uno sin el otro
Es demasiado difícil
No quiero irme de aquí sin ti
Yo no quiero perder una parte de mí
¿Me recuperaré?
Esa pieza rota, dejala ir y libera todos los sentimientos...]



«—Tú debes ayudarme. En cuanto puedas salir de aquí, iremos con papá y cuando te sienta, él abrirá los ojos.»

«—Vamos a estar bien, vamos a estar bien, Peque.»

Magnus suspiró y abrió los ojos. El Peque dormía tranquilamente, se veía mucho mejor después de una semana –a diferencia de su padre que no mostraba ningún cambio–, así que era seguro que viviría. Magnus lo sentía así, tenía que vivir.

Y Alec también.

Dio media vuelta, sintiendo como siempre que dejaba una parte suya aquí, odiaba tener que dividirse entre ambos.

Se sorprendió cuando vio, a través del cristal, a Catarina fuera de la habitación. ¿Por qué no había entrado? ¿Y por qué ella lo miraba así?

Magnus sintió su corazón luchando por no detenerse. Se obligó a respirar, no podía hiperventilar ahora y tampoco le gustaba cómo ahora sus latidos se aceleraban. Puso una mano en su pecho y rezó, rezó aunque él no era religioso:

“No, no, no, no, Dios, no. Por favor, no. No puede ser, no pueden hacerlo. No, él ni siquiera puede salir de la incubadora todavía y Alexander no lo conoce. Por favor, no. No me los quites. No pudiste ponerlos en mi camino sólo para quitármelos.”

Catarina le hizo una seña para que saliera, pero Magnus –casi sin darse cuenta– negó. No, no quería salir, no iba a hacerlo, no cuando lo único que lo separaba de las malas noticias era ese frágil cristal. Y así mismo se sentía su corazón, trasparente y fácil de romper: dentro guardaba su amor por el Peque y por Alec, y bastaría un golpe para quebrarlo en miles de pedazos, sólo unas palabras.

—No —Magnus lo dijo en voz alta, tambaleándose un poco, sintiéndose como ese niño sin hogar, como ese hombre perdido que fue siempre hasta que Alec con su luz brillante y sus silencios llegó.

Catarina golpeó suavemente el cristal y levantó la solicitud para que Magnus la viera. Gesticuló las palabras, sabiendo que no podía escucharla: “Sal ahora. Es importante.”

Un ataque de pánico. Eso era, Magnus lo sabía. No podía respirar, su vista se estaba nublando y cuando cerró los ojos, creyó escucharlo: a Alec.



«Fue una de esas primeras noches que compartieron juntos, después de que Alec aceptara mudarse con él mientras tomaba la decisión de contarle a su familia.

Fue una de esas noches en que Magnus se recostó junto a él, acariciando su vientre y escuchando su corazón latir tranquilo.

Fue una de esas ocasiones en que Alec se sentía demasiado tímido para hablar; una en que Magnus cerró los ojos porque estaba de verdad cansado, había sido un día difícil en la Clínica, y simplemente disfrutó de la presencia de Alec y el silencio cálido que los envolvía.

Fue entonces cuando, pasados unos minutos y cuando lo creyó dormido, Alec pasó sus dedos por su cabello sedoso y lo susurró: —Te quiero.

El silencio del amor (Malec Mpreg)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora