15. ¿Lo soñé?

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15. ¿Lo soñé?

¿Si le canto Show Me the Meaning of Being Lonely su semblante se suavizará? Lo dudo. Dejo caer mis hombros y comienzo mi defensa.

–Yo solo seguí ordenes.

–¿Yo te pedí que te emborracharas? –Ella también ataca.

–No, y por eso te agradezco pedirme investigar cómo se realiza una degustación de vino.

Que diga eso la sorprende y no teme ocultarlo. No esperaba que admitiera mi error. Inclusive su postura se relaja. Por otra parte, ¿eso será suficiente?

Contribuyendo a mi duda, Ivanna cierra sus ojos, lleva una mano a su cara y toma aire. Parece intentar contar hasta diez. Con todo y que me llama «niño», en este tipo de momentos con mayor razón se debe sentir mi madre. ¿Me enviará de regreso a mi habitación?

–¿Te quejarás con el señor Rodwell? –me atrevo a preguntar. Vamos, sería lo justo. El error fue mío.

–¿Y qué hará? –pregunta ella de dejando caer sus brazos–. ¿Y en qué me beneficiaría a mí eso? –Su tono es de queja.

–¿Me despediría? ¿No es eso lo que quieres desde el principio?

–¿Y él me daría a mi ese gusto? Lo dudo –asegura con humor. Parece conocer al señor Rodwell mejor que nadie. No obstante, al ver que yo me mantengo serio, ella hace lo propio y vuelve a levantar la guardia; pues aunque parece querer decir más, no se atreve, o quizá considera que es mejor callar. Ivanna es cauta.

Nos medimos el uno al otro y es incómodo. ¿No es obvio para ella que esta situación también me fastidia? ¿Por qué no habla claro? «Sabe» para qué me contrataron, o por lo menos lo menos lo sospecha, me lo deja ver; mas no me confronta, no como quisiera hacerlo. Solo...

¿Para eso te contrató Lionel? –los recuerdos vuelven a mi como tren a toda velocidad–. ¿Endulzarme el oído para sacarme información? –Imágenes de Ivanna hablándome a través del retrovisor del Maserati se reproducen en mi cabeza–. ¿Tan seguro está de que esa estrategia le funcionará una segunda vez?

La miro fijamente a la vez que dejo caer mi boca. Ella, por el contrario, conserva su seriedad; aunque se muestra alerta, a la defensiva.

–¿Qué? –pregunta al verme desorientado.

–¿Qué color de...?

«No, no puedes preguntarle qué color de lencería trae puesta»

Aunque necesito confirmar si las imágenes en mi cabeza de ella encima de mi son reales. 

–¿Qué color de qué? –devuelve. Continúa a la defensiva. ¿Teme que recuerde algo? Algo en particular. ¿Algo que intentó ocultar con una paleta de helado? Mis ojos se estrechan en dirección a ella.

¿Lo soñé?

¿Apostó por el chico tímido en lugar del hombre seductor? ¿Vio mi horóscopo y las estrellas le dijeron que los veinteañeros son mi debilidad?

Esta vez mis ojos se abren de golpe. «¿Eso...? ¿Eso lo soñé?», Insisto en cuestionarme. A ella mi actitud la mantiene atenta. No tiene idea de lo que detonó su último comentario.

–¿Puedo ir al baño? –pregunto, desconcertándola todavía más. Trago saliva.

–No te vas a hacer ahí, ¿o sí? –dice con sarcasmo y con la mirada baja hago mi camino de vuelta a la habitación para invitados.

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora