44. Rosa marchita

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Si hay errores de tipeo perdonen, que solo revisé una vez :c ♥

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44. Rosa marchita

IVANNA

Mientras me hallo junto a la ventana, sin prisa mirando la calle, Marinaro entra; se quita el saco, afloja el nudo de su corbata y, acomodando su cabello hacia atrás, se deja caer en el sofá.

Desplazo mi atención entre él y la ventana. Me ve durante unos segundos antes de hablar.

—No puedo odiarlo —musita. Parece molesto.

—¿A quién? —Mi voz del mismo apenas audible. Tampoco es afable. No siento ganas de hablar.

—A Luca —con solo escucharlo decir el nombre consigue tensarme—. Lo vi afuera y lo detuve para hablar.

Me vuelvo por completo hacia él. Será mejor que hable pronto.

—No le dije nada malo —asegura—. Excepto que tenga cuidado.

—Cuidado —repito, entrecerrando mis ojos.

—Sí. Contigo.

—¿Y se lo dijiste llorando? —me burlo y con ese comentario recupero el poder en la conversación.

—Y que huya mientras puede —añade con un tono socarrón. No se dejará amedrentar.

Eso es lo que me gusta de Marinaro. Cuando quiere no teme ponerse a mi altura. Y lo conozco. Sabe hasta dónde empujar y lo que pierde si no se controla.

—No te va a hacer caso —aseguro, altiva, a la vez que intento sonreír. No me pienso mostrar preocupada pese a estar un poco. Solo un poco. De mostrar una abolladura, Marinaro sabría dónde golpear.

—No me va a hacer caso —Está de acuerdo y eso relaja mis hombros. Marinaro lo nota y me estudia. Debo recuperar la compostura—. Le ofrecí un coche —agrega, pronto, atrayendo de nuevo mi atención.

Me siento lentamente en el sofá frente a él.

—¿Un coche?

—Y dijo que prefiere caminar, que es eco-friendly y fitness.

Oculto con el dorso de mi mano una sonrisa y me cruzo de piernas.

—¿Siempre te hace reír?

Sacudo mi cabello y de nuevo recupero la compostura.

Trato de mantener la espalda recta.

—Usualmente me río de él; no con él... Pero sí. Es divertido.

—Estoy casi seguro de que espera algo a largo plazo.

—Iluso —digo, sin titubear.

—No hay mejor palabra para describir a ese chico. Porque además, con su mentalidad eco-friendly —Marinaro hace comillas con sus dedos— nunca tendrá nada para ofrecerte. Tú siempre tendrás que pagarlo todo.

—¿Y el problema con eso es...? —Esta vez no puedo disimular mi enojo.

—Ivanna... —Marinaro baja por completo la guardia.

Yo me pongo de pie.

Lo señalo con mi dedo.

—¿Cuándo me has pagado algo tú a mí?

—No quise...

—¿En cuántos cheques has escrito «Ivanna Rojo»?

—Lo que intento...

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora