54. Prudencia

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54. Prudencia 

Es como estar atrapado en una película de Disney

—¿Te encuentras bien? —se apresura a preguntar Pru, preocupada.

Le sorprende que aún no me acostumbre a sus desbordes de intensidad. 

—Sí —levanto del piso mi teléfono ahora con la batería afuera «No solo ya está viejo», y miro nervioso todo. 

En definitiva no esperaba esto

—Te preparé esta bienvenida.

Ella, amable, señala la cocina con un leve gesto de su mano. El lugar es un altar de conejos de peluche, globos color rosa, algodones de azúcar y postres.

Por donde se le mire, es la pesadilla de un enemigo de lo cursi. 

—Cuando soy yo el que debió prepararte una —musito, apenado—. No me dijiste que volvías —Miro de la cocina a ella sin saber qué hacer con mis manos. 

Sin saber qué hacer conmigo, en general. 

—Oso, tu siempre tan lindo —salta a abrazarme—. Pero era una sorpresa.

—Sí... Viniste —digo, sintiendo la boca seca. No termino de salir del asombro.

—El lunes te escuchabas tan preocupado que sentí no tener opción —explica, sin dejar de acariciar con sus manos mi barbilla o jugar con mi cabello; lo peina hacia atrás, tal como  le gusta—. Aseguraste que me extrañas.

Pru es la chica que le presentarías a tu mamá. 

Su voz suave e imperturbable llena mis oídos, Pru es casi angelical. Siempre la he asociado con los arcoiris o el cielo. 

—¿El... lunes? —digo, medio ahogándome. 

Toma mi cara entre sus manos y deposita un tierno beso sobre mis labios.

«El lunes».

«Ah, sí..., sí», recuerdo. «Yo dije eso». Me sentía deprimido luego de creer que Ivanna pasaría la tarde con Marinaro.

Pero iba con Babette.

Aunque al día siguiente sí fue con Marinaro.

Pru me toma de la mano y con la emoción que acostumbra me lleva con ella hasta la mesa. Después, ya los dos sentados, me sirve galletas y leche.

Es como jugar a la fiesta de té. 

—Te ves tan delgado y cansado. Otra vez me voy a encargar de tu ropa, tu comida...

—Necesitamos hablar —digo mirando con culpa las galletas.

«Ella no debió hacer esto».

—Por supuesto —replica, sirviéndose a sí misma galletas—. Por ese motivo traje conejos en lugar de osos. ¿Viste mis últimas publicaciones en Instagram? —Niego con la cabeza. Sin embargo, cuando trato de volver a acomodar mi teléfono, ella coloca su mano sobre las mías para evitarlo; solo quiere que hablemos—. En una hay un oso y un conejo enojados. A que llevas todo el día preguntándote por qué.

Dejo caer un codo de la mesa.

«¿Un conejo y un oso?»

Dentro de todo tiene gracia. 

El asistente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora